Por Emilio Grande (h.).- El obispo diocesano Pedro Torres presidió la emotiva vigilia pascual en la Catedral San Rafael, concelebrada por el párroco Alejandro Mugna, ante buen marco de gente, que vivió profundamente con muchos cánticos festivos que acompañaron para entender el misterio de la salvación: el triunfo de la vida sobre la muerte.
La primera parte de la ceremonia se realizó en el atrio en el que se bendijo el cirio pascual, ingresando en procesión al templo casi a oscuras como signo de la muerte y del pecado. A continuación, se leyeron tres lecturas del Antiguo Testamento: el libro del Génesis (1, 1-2, 2), el libro del Éxodo (14, 15-15, 1) y el libro de Isaías (55, 1-11), para luego leer del Nuevo Testamento, encendiéndose las luces del templo con las campanadas como signo de la resurrección, la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma (6, 3-11) y el evangelio según san Marcos (16, 1-8).
Aquella noche, las mujeres fueron al sepulcro y quedaron sorprendidas ante un joven con una túnica blanca: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que Él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se lo había dicho” (Mc. 16, 5-7).
“Venimos del silencio contemplativo del viernes y del sábado, indispensable en nuestros días, silencio que posibilita reunificar la vida en medio de las tensiones que nos fragmentan y nos dispersan. Nos abre a una escucha más profunda de la buena noticia de la que surge la gran esperanza. Como decía Benedicto XVI, que sostiene y da consistencia a las esperanzas cotidianas y las legítimas expectativas personales y comunitarias”, destacó el Obispo durante su homilía.
Y agregó: “Irrumpe la buena noticia: el sepulcro está vacío, no está allí, la piedra ha sido corrida, no la corrieron las mujeres sino el Espíritu que resucitó a Jesús, la obra es de Dios, la muerte ha sido vencida, el mal, el desamor, la sordera, la ceguera, las tinieblas han sido vencidas por la luz. Nace una vida nueva vestida de incorruptibilidad y se manifiesta en signos pobres y humildes”.
Más adelante, dijo que “tal vez, creemos o creímos comprender y no hemos comprendido todavía cuánto nos ama. No hemos pasado esta noticia de la mente al centro más profundo de nuestra vida, de nuestra escala de valores, de nuestros centros de interés”.
“Dios está en la brisa suave -continuó-, en el susurro silencioso, que no se impone por la violencia o en medios poderosos que dan miedo. El profeta Elías (vivió en el siglo IX a. C.) decía no está en el huracán, en el terremoto ni en el fuego. Nosotros tenemos que decir resucitó humildemente, anuncien que ha resucitado un sepulcro vacío y hay que reconocerlo cuando ya no se lo ve, en el no entender, en descubrir que un abismo llama a otro abismo, el abismo del misterio sin fondo del ser humano que reconoce que en el fondo de nuestro ser Dios nos dice ´te amo, allí llego para hacerte mi hijo´”.
En otro parte, Torres sostuvo que “mi historia, nuestra historia de pecado, que acabamos de recorrer en las lecturas, también la historia del mundo es la historia de salvación; él nos creó, nos eligió, nos hizo caminar entre incertidumbres, cruzando el Mar Rojo (el pueblo judío de la mano de Moisés, escapándose de la esclavitud de Egipto) y nos anuncia que la sed va a ser saciada por Dios como en el diálogo con la samaritana ´si tú me pidieras de beber, te daría un agua que salta hasta la vida eterna´. Él es la fuente, él nos prepara una habitación en la casa del Padre porque quiere tengamos vida y en abundancia”.
En los tramos finales del sermón, el obispo diocesano aclaró que “hoy también hacen falta como en el sepulcro ángeles con vestiduras blancas de la alegría, que anuncien que Jesús está vivo; en Galilea, el lugar de la vida cotidiana, la familia, del trabajo, allí lo podemos ver”.
“En esta noche podemos preguntarnos qué hábitos nos revisten: ¿estamos revestidos con virtudes o con vicios? ¿estamos revestidos con la alegría o con la queja y la desilusión? Para ser testigos de Jesús tiene que haber alegría del alma, un silencio contemplativo que dé unidad a nuestra vida. ¿Cuál es nuestra experiencia fundante? ¿Cuál es nuestra experiencia de la esperanza?”, destacó.
Finalmente, el titular diocesano remarcó: “la experiencia fundante es que Jesús resucitó. San Pablo lo va a decir en estos días: ´si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe´. Él ha resucitado, está vivo, la muerte ha sido vencida. ¿Cuál es nuestra experiencia fundante? ¿Saber de oídas o haber traído el anuncio de la resurrección al corazón?”.
Celebraciones en Catedral
* Domingo de Resurrección: misas a las 8:30, a las 11:00 y a las 20:00 en el templo parroquial a las 10:00; en el Centro Espíritu Santo (Uruguay 147) y a las 11:00 en la capilla San Roque (barrio Pizzurno).