Muchos adultos creen que evitando la verdad se ahorra sufrimiento, pero el error es grande, ya que los menores perciben en el ambiente que algo no está bien y eso genera tanta o más angustia que la propia verdad.
Solo cuando la muerte es repentina e inesperada, explica la psicóloga Carmen Poblete del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile, es aconsejable apartar al niño durante las primeras horas para evitar que vea escenas de dolor, cuando lo más probable es que nadie, en ese momento, sea capaz de contenerlo.
Cómo se lo digo
Aunque resulte doloroso, se recomienda hacerlo lo antes posible usando palabras sencillas y sinceras. Los niños menores de 5 años tienen poca capacidad para simbolizar. Por lo mismo, mientras más concreto sea el uso del lenguaje, mayor es la probabilidad de que entiendan el real significado de lo que se le está diciendo. Sin embargo, para los niños chicos la muerte es algo provisional y reversible, por lo que es común que, a pesar de saber la verdad, sigan creyendo y sintiendo que quien ha muerto continúa vivo. Por ello, es necesario explicarles una y otra vez lo que ha ocurrido y lo que eso significa.
Las metáforas no sirven
El “cómo” pasó es otro punto que pone en jaque a los adultos. Lo más aconsejable, explica la especialista, es nuevamente apegarse a la verdad. Si la persona tiene una enfermedad con mal pronóstico es importante preparar al hijo. Explicarle que el padre o la madre tienen una enfermedad muy grave, pero no adelantarlo al dolor y a la angustia que antecede a la muerte hasta que ésta no sea inminente.
Cuando se convierte en un hecho, hay que decirles que producto de esa enfermedad muy, muy grave y que muy poca gente tiene, la mamá o el papá murió. Enfatizar que la causa fue por la extrema gravedad de la enfermedad evitará que el menor crea que se puede morir él o cualquier miembro de la familia por un resfrío. En caso de una muerte accidental se recomienda explicarle que la persona quedó muy, muy malherida, que los doctores hicieron todo por ayudarlo a vivir, pero que, a veces, está tan herido o enfermo el cuerpo, que ni los médicos ni los remedios lo pueden mejorar.
Asistir a los ritos fúnebres
Otra duda común, explica la especialista, es la de hacer o no participes a los niños de los ritos fúnebres. Antes esto, la mayoría de los expertos coincide en que llevarlos ayuda a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso del duelo. Sin embargo, es aconsejable que un adulto le explique antes lo que va a ver, oír y la significación de los ritos. Si el niño no quiere asistir, no hay que obligarlo ni hacerlo sentir culpable por la decisión. Y si su papá o mamá está muy afectado como para contenerlo, es conveniente que un familiar o alguien muy cercano se responsabilice de estar con él para apoyarlo, contener sus emociones y contestar lo que necesite saber.
Al perder un ser querido muy cercano los niños viven emociones muy intensas. Por ello es importante ayudarlos a expresar sus sentimientos para que se desahogen más fácilmente, así podrán adaptarse a la nueva realidad.
Para tener en cuenta
Si se observa en el niño estos síntomas de manera prolongada, podría indicar la existencia de una depresión: llorar en exceso durante períodos largos. Rabietas frecuentes y prolongadas. Apatía e insensibilidad. Pérdida de interés del niño por los amigos y por las actividades que solían gustarle. Pesadillas y problemas de sueño. Pérdida de apetito y de peso. Miedo a quedarse solo. Regresiones. Frecuentes dolores de cabeza solos o acompañados de otras dolencias físicas. Imitación excesiva de la persona fallecida. Expresiones repetida del deseo de reencontrarse con el fallecido. Cambios importantes en el rendimiento escolar o negativa de ir al colegio.
Fuente: M. (de “hacer Familia) en semanario Cristo Hoy, desde el 1 al 7 de noviembre de 2006.