Por Emilio Grande (h.).- En medio del avance tecnológico que está viviendo la sociedad del siglo XXI, en lugar de desaparecer, el libro se acostumbró a convivir con otros formatos y propuestas culturales.
«Se ve claramente el triunfo de la postura de los denominados «integrados» sobre la visión «apocalíptica» que afirmaba que iba a desaparecer. Los medios de comunicación coexisten con el libro», destaca José «Bachi» Inwinkelried, responsable de librería Paideia (empezó en 1982 en calle Güemes y desde 1985 en la segunda cuadra de San Martín), en una entrevista con este cronista.
Puso como ejemplo lo que sucede en distintos países: en Alemania -es uno de los lugares con más horas de uso de internet- los estudiantes leen 16 libros anuales, en España y Finlandia 12 libros, Estados Unidos 10, Brasil con un promedio de 5,5 y en Argentina era de 1,5 durante la última estadística del 2001, pero estima que ahora pueden rondar en torno a 3 libros.
«Desde el papiro, pasando por la imprenta hasta el disco rígido se observa que fue variando el soporte con que está hecho, pero el libro goza de buena salud», sostiene, mencionando la aparición de la Biblia hasta «100 años de soledad» de Gabriel García Márquez.
La pregunta que surge es ¿por qué nuestro país figura tan abajo en las estadísticas?
«Los motivos son varios, como el poder adquisitivo de la gente en medio de la actual situación económica, los derechos de propiedad intelectual y del autor que son violados por la reproducción ilegal», dice, para agregar que «de todas maneras ahora se compra más que antes, pero se lee menos».
Si se comparan los precios entre el 2001 y el 2007 inclusive, un volumen que salía 14 pesos está ahora 30 pesos o más, que depende de las editoriales, los títulos y los autores, pero si la comparación se hace en dólares o euros casi no variaron.
«Hay libros importados que desaparecieron por decisión de las distribuidoras debido a los costos en moneda extranjera y a la devaluación», aclara. Además, está la variedad de precios que van desde los 4 ó 5 hasta los 500 pesos.
Otro elemento no menos importante es el fenómeno de la concentración económica que se dio en las editoriales porque fueron comprados por capitales multinacionales. «En algunos casos abaratan precios, en otros definen qué títulos y autores se publican, y así van direccionando la cultura nacional», opina.
Como ejemplo sirve lo que sucedió con Sudamericana que fue vendida a un grupo alemán, pero mantiene los catálogos con los autores clásicos de la literatura latinoamericana: García Márquez, Isabel Allende, Antonio Skármeta, Pablo Neruda, entre otros.
Según algunas estadísticas, hay alrededor de 15 millones de títulos a nivel mundial de los cuales 9 millones están en español, sin contar las ediciones de autores que no están codificadas.
«Si se quisieran almacenar todos los libros se necesitaría un espacio de 400 m por 400 m y unos 10 pisos de altura para tenerlos a todos en tiempo real, pero de los 15 millones hay en stock entre un 30 y 35% de ejemplares», precisa.
Lectura veraniega
¿Qué se lee en el verano? «En esta época del año se busca más literatura pasatista, menos densa y comprometida; es un público ocasional, que está de paso o es visitante de la ciudad», señala.
En el género thriller se demandan títulos como «El sicoanalista», «La viuda de los jueves», «La vida te despeina», libros de autoayuda de autores como Jorge Bucay y Paulo Cohelo, los autores clásicos José Saramago, Juan Onetti, Julio Cortázar, Jorge Borges, entre otros.
«La demanda de autores locales es baja y hay libros que no están en el mercado, con lo cual el Fondo Editorial Municipal debería reeditar obras de Lermo Balbi y Omar Vecchioli, que tienen reconocimiento nacional», agrega.
Uno de los libros que se vendió mucho fue «Inmigración, identidad y cultura» (tercera edición) cuyos autores fueron Felipe Cervera, Jorge Valli, Jorge Isaías, Felipe Castelli y Gastón Gori (los dos últimos fallecidos), impulsado por el diputado Ricardo Peirone, pero influyó el costo de 10 pesos. «Se destaca la calidad literaria y también el diagnóstico histórico sobre la inmigración», sostiene Inwinkelried.
Para el entrevistado, habitualmente compran libros entre un 7 y 8% de la población. «Entonces hay que trabajar sobre la demanda con actividades culturales con vocación de servicio, ciclos de conferencias con videos-debate, ferias de libros para así estimular la lectura», afirma.
Entre los proyectos, el «Bachi» se ilusiona con ferias (con ofertas y usados, música y títeres) a plantear en el Municipio y la creación de una cámara del libro como existe en otras ciudades para definir criterios comunes sobre descuentos y actividades organizadas por los libreros. «Uno sólo no lo puede hacer y hay antecedentes en la ciudad», concluye.
Aumento
Para este año está previsto un aumento en el precio de los libros, que variará según las editoriales (de un 10 a un 15%), pero será por debajo de los útiles escolares (entre un 20 y 25%), según José Inwinkelried.