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El fracaso de Alberto Fernández aceleró bajarse de la reelección

Se trata del editorial del programa “Sábado 100” por radio El Espectador (FM 100,1) de Rafaela. La clase dirigente tiene que ponerse los “pantalones largos” para estar a la altura de las circunstancias, que está reclamando esta hora histórica de la Argentina, pensando más en el bien común que en intereses sectoriales y particulares.

Por Emilio Grande (h.).- A decir vedad, estaba preparando esta columna para abordar un país desquiciado por el alza imparable de la inflación del 7,7% en marzo y un acumulado del 104,4% en 12 meses, y del dólar que cerró 450-454 pesos este viernes en Buenos Aires, con graves consecuencias para la economía en su conjunto, generando incertidumbre en la gente, especialmente los trabajadores y los sectores más vulnerables.

En este contexto complejo argentino, el presidente Alberto Fernández anunció en un video por las redes sociales, durante la mañana del viernes, que no irá por la reelección, lo que generó un gran impacto en el tablero político con miles de lecturas e interpretaciones.

La frase del renunciamiento a ser candidato fue: “El próximo 10 de diciembre de 2023 es el día exacto que cumplamos 40 años de democracia. Ese día entregaré la banda presidencial a quien haya sido elegido legítimamente en las urnas por el voto popular”.

Y agregó: “El contexto económico me obliga a dedicar todos mis esfuerzos a atender los difíciles momentos que atraviesa la Argentina”.

Es muy raro y hasta extraño que un Presidente en ejercicio de sus funciones no busque la reelección en Argentina y en cualquier otro lugar del mundo porque el poder es muy tentador para la mayoría, basta bucear en la historia reciente. ¿Cuánto incidió en esta decisión la presión del kirchnerismo de los últimos tiempos?

Lamentablemente, esta gestión presidencial es una de las peores de la historia argentina de las últimas décadas por las graves y repetidas incoherencias de Alberto: crítico durante años de Cristina de Kirchner y después terminó siendo su “esclavo” presidencial, la eterna cuarentena que vivimos en 2020-2021, el cumpleaños de Fabiola mientras estábamos encerrados perdiendo las garantías constitucionales, recibió el dólar en 60 pesos y en tres años y medio aumentó más del 700%, el crecimiento de la pobreza al 39%, la inflación que carcome los bolsillos de la mayoría de la población, entre otros ejemplos, que produjo una caída estrepitosa de la imagen presidencial.

El colega Eduardo Reina opinó que “Alberto pensaba que iba a poder manejar a los argentinos como manejó desde las sombras el lobby empresarial y político antes de saltar a la primera plana con el anuncio de Cristina. De a poco se fue dando cuenta de que no era tan sencillo dejar a todos conformes y empezó a fingir que solucionaba los problemas de todos para poder al menos usufructuar el cargo para fines personales” (diario Perfil).

Con este paso al costado de Alberto Fernández, se abre el escenario a quienes podrían competir para presidente dentro del PJ: Agustín Rossi, Daniel Scioli, Wado de Pedro, Axel Kicillof, Juan Grabois, Juan Schiaretti, entre otros, ¿qué hará Cristina?

Por el lado de la oposición, en Juntos por el Cambio hay peleas internas inconducentes entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, más los candidatos Gerardo Morales, Elisa Carrió, Miguel Pichetto, María Eugenia Vidal, Facundo Manes, y por fuera está José Espert.

Lamentablemente, todos parecen jugar para el fenómeno anti-casta que propone Javier Milei, que crece en las encuestas a pesar de sus locuras como eliminar el Banco Central, dolarizar la economía, proponiendo un plebiscito no vinculante. La verdad es que debe reformarse la Constitución, previa convocatoria del Congreso Nacional, con el voto de las dos terceras partes de los legisladores, para convocar a una asamblea constituyente.

Frente a la grave crisis económica, se sumó una crisis institucional que provocó esta decisión de Alberto Fernández, que conlleva una crisis dirigencial y un vacío de poder, formando un combo explosivo de una “bomba de tiempo”, que esperemos no explote para el bien de todos los argentinos.

Hasta el 10 de diciembre, día en que asuma el nuevo Gobierno, hay que transitar casi ocho largos meses de crisis interminables en la frágil economía con variables internas (la sequía y el faltante de dólares en el Central) y externas (el cepo al dólar, los vencimientos del FMI), y en el medio están las elecciones de las PASO, las generales y el posible ballotage.

Por este motivo, la clase dirigente tiene que ponerse los “pantalones largos” para estar a la altura de las circunstancias, que está reclamando esta hora histórica de la Argentina, pensando más en el bien común que en intereses sectoriales y particulares, con propuestas de políticas de Estado para solucionar la crisis económica.

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