Por Emilio Grande (h.).- «La Semana Santa que estamos iniciando con esta celebración es un drama del cual todos somos protagonistas, acontecido hace 2.000 años actualizado cotidianamente en la liturgia. Un drama que en la lectura de la pasión nos hace reconocer y reconocernos en él. La Iglesia nos invita a entrar en este misterio de amor que celebramos durante la Semana Santa», expresó el obispo Carlos Franzini en la homilía de ayer a la mañana en la Catedral San Rafael ante una multitud de fieles.
Y agregó: «Podemos descubrir que el drama de la pasión, muerte y resurrección del Señor tiene que ver con nosotros, nuestra vida y realidad. La pasión nos habla de mentiras, traición, violencia, de abuso de poder, hipocresía, indiferencia o lavarse las manos, corrupción, de amigos que abandonan en el momento más delicado, multitudes enardecidas que pierden la razón y se dejan llevar por algunos maliciosos, insensatez instalada en la convivencia de las personas».
«Nos habla también -continuó- de la actitud mansa y serena del Señor, del silencio de Jesús, de su inquebrantable confianza en el Padre aun cuando parece haberlo abandonado, perdón, entrega hasta el fin».
REALIDAD DE
LA MUERTE
Más adelante, sostuvo que «el misterio de la pasión nos está llevando a la realidad de la muerte que no sólo se da el Viernes Santo cuando el Señor entrega su espíritu sino que hay tantos signos de muerte porque la violencia, la intolerancia, la falta de respeto, la dignidad de las personas, el atropello, la justicia venal, la tortura, la indiferencia, la cobardía, la traición son todos nombres de la muerte».
Y frente a tantos signos de muerte «la respuesta de Dios es su Hijo humilde, silencioso, obediente, confiado, entregado y así Señor de la vida. Cuando hablamos de la pasión, muerte y resurrección hablamos del misterio de la muerte y de la vida que anidan en el corazón de cada uno de nosotros, en la sociedad, que Jesús con su propia muerte y vida ha transformado».
«Desde la Pascua la muerte ya no es muerte, la vida con minúsculas está teñida por los signos de muerte que la acompañan, pero está abierta a la vida con mayúsculas que sólo se concibe reeditando los mismos gestos y compartiendo los mismos sentimientos de Cristo el Señor: humilde, silencioso, obediente, confiado, misericordioso, dispuesto al perdón hasta el extremo», destacó.
Finalmente, el obispo diocesano dijo que «iniciemos este camino de la Semana Santa haciendo propios los sentimientos del Hijo en el camino para la vida verdadera. Frente a una cultura de muerte manifestada de tantas formas la respuesta cristiana siempre es la vida con mayúsculas, que se hace con la humildad, la sencillez, la perseverancia, la constancia, la entrega de Jesucristo el Señor, la vida que se hace en la obediencia total al Padre, cuando estamos dispuestos a servir y perdonar. Nos decidamos no sólo a vivir la Semana Santa sino toda la vida, haciendo nuestros los sentimientos del Hijo».