«El canto gregoriano tendría que regresar»

Entrevista con Valentí Miserachs Grau, presidente del Instituto Pontificio de Música Sacra

CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 19 diciembre 2005 (ZENIT.org).- El canto gregoriano ha sido abandonado «injustamente» y sería deseable que volviera a recobrar protagonismo en la vida de la Iglesia.
Lo ha sostenido monseñor Valentí Miserachs Grau en un encuentro organizado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el Vaticano.

Monseñor Miserachs Grau es presidente desde 1995 del Instituto Pontificio de Música Sacra. Este músico español es también canónigo maestro de capilla de la basílica de Santa María la Mayor de Roma.
Miserachs, que nació en la localidad catalana de Sant Martí de Sesgueioles ha compuesto más de 2.000 obras. Le fue conferida la encomienda de Alfonso X el Sabio y la cruz «Pro piis meritis» de la Orden de Malta.
Zenit le ha entrevistado en la sede del Instituto Pontificio de Música Sacra para entender qué ha pasado con el gregoriano y cómo se podría recuperar.
–En una jornada en el Vaticano dedicada al canto usted ha pedido recobrar del gregoriano y su propuesta ha sido muy ovacionada. ¿Significa que hay consenso para esta recuperación?
–Miserachs: Creo que significa que hay una opinión generalizada que coincide en la necesidad de recuperar el latín y el canto gregoriano, que es el canto propio de la Iglesia. El gregoriano ha sido abandonado y dejado en sedes de conciertos y discos compactos, cuando su lugar propio era, es, la liturgia.
–En el siglo XXI, ¿le parece lógico que la música de la Iglesia no sea sólo el gregoriano?
–Miserachs: Yo pienso que los nuevos productos musicales, en la mayoría de los casos, no han sabido o no han podido enraizarse en la irrenunciable tradición de la Iglesia, acarreando un empobrecimiento general. Es incomprensible que especialmente en los países latinos se haya dejado de lado al latín y al canto gregoriano en los últimos cuarenta años.
El latín y el canto gregoriano forman parte de la tradición, y se ha amputado. Es como cortar las raíces, ahora que se habla tanto de raíces.
Olvidando el gregoriano, se han creado las condiciones para que proliferen nuevos productos musicales que a veces no tienen la calidad técnica suficiente. Si la tienen, pueden estar al lado del gregoriano, ¿por qué no?
–¿Por qué no se valora la capacidad de los fieles para aprender melodías en latín?
–Miserachs: Se ha pensado que eran incapaces y esto es falso. La gente antes sabía cantar en latín los cantos básicos, hoy parece que se hacen esfuerzos para que desaprendan lo que ya sabían.
Es obvio que no podemos proponer todo el repertorio, que consta de 5.000 piezas.
En materia de canto litúrgico el pueblo tiene no que ser el único protagonista: es necesario respetar el orden de las cosas y que el pueblo cante lo que debe cantar, y el resto a la «schola», al cantor, al salmista y evidentemente al celebrante.
Para relanzar el canto gregoriano en asamblea, de todos, se puede empezar recordando el «Pater Noster», el «Kyrie», el «Sanctus» y el «Agnus Dei».
El pueblo, si se le invita, si se le da la partitura y se le forma, es totalmente capaz de seguir y cantar melodías gregorianas fáciles, aunque sea la primera vez que las oye.
Y así como se aprende a cantar el repertorio gregoriano también se pueden aprender los cantos en las lenguas vivas, los que sean dignos de estar al lado del repertorio gregoriano, claro está.
–¿Se presta suficiente atención a la cuestión de la música sacra en la Iglesia?
–Miserachs: No. Hace tiempo que se está insistiendo en este punto. Nuestro instituto hace su labor, pero es una institución académica, no normativa y no tiene competencias en este sentido. Hace falta una entidad vaticana que vele directamente por la música sagrada, es una necesidad.
Juan Pablo II recordó que el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas no se puede dejar a la improvisación o al libre arbitrio de las personas, sino que debe confiarse a una dirección concertada y al respeto de las normas. Se esperan indicaciones autorizadas, y esto compete a la Iglesia de Roma, a la Santa Sede.

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