Por Rodolfo Zehnder.- En estos tiempos electorales se nos ocurren estas ideas como para caracterizar a esta noble actividad humana:
1) La política es la forma más completa de la caridad social porque llega a mayor número de personas.
2) La idea fuerza o elemento inspirador, y objetivo final, es el bien común, entendido como el conjunto de condiciones de la vida social, que permite a las personas y a las entidades intermedias el pleno logro de su desarrollo individual y social.
3) La política es el arte de lo posible. Ello implica plantearse objetivos posibles, realizables, con estudios de factibilidad previos a la concreción de proyectos, que nunca deben ser faraónicos.
4) No hace política quien quiere sino quien sabe y se prepara para ello. En caso contrario se incurre en mala praxis. Ello implica la permanente capacitación de los que la ejercen, que no se soluciona solamente recurriendo a un sinnúmero de asesores que pagamos entre todos y aumenta el déficit estatal. Se trata de detectar los verdaderos problemas y hallar la mejor solución.
5) El político debe tener presente que es un representante o mandatario del pueblo, que es el mandante y al cual debe rendir cuentas, tanto mientras dure su mandato como al finalizar (el verdadero titular de la soberanía es siempre el pueblo). Ello implica la necesidad de participación, ya que el poder se construye de abajo hacia arriba y no al revés.
6) El político debe manifestar expresamente, antes de ser elegido, cuáles son sus ideas en torno a cuestiones básicas. Muchas veces, o generalmente, ocurre que la gente (los mandantes) ignora qué piensa su representante (en el cual ha confiado a través del voto) sobre algunas cuestiones claves y, por tanto, suele sorprenderse de algunas decisiones.
7) Por lo expuesto, sería conveniente agilizar y frecuentar los métodos de democracia semi-directa (consulta e iniciativa popular, referéndum, plebiscito) y, por cierto, eliminar las listas sábanas en todas las jurisdicciones.
8) Valores como fraternidad, solidaridad, honestidad deben ser centrales.
9) El político debe guardar una conducta privada enmarcada en valores éticos, pues lo privado no puede desligarse de su vida o actuación pública. Hay una evidente y creciente demanda de eticidad por parte de la gente, especialmente de los jóvenes, que no por nada están desencantados con el quehacer político. El principio de ejemplaridad es básico.
10) El político debe poner pasión en su quehacer. La política es una vocación y sin esa cuota de apasionamiento por lo que se hace es difícil lograr buenos objetivos.
11) Se debe hablar menos y hacer más. Aun en esta cultura del lenguaje oral y mediático que nos envuelve, no es mejor político quien mejor se expresa. La retórica, a menudo, está huérfana de contenidos. Si alguien cree en sus palabras es porque las mismas están avaladas por hechos concretos que protagonice.
12) El político debe tener vocación de diálogo. Sería bueno reeditar el diálogo argentino, que supimos tener en la crisis del 2001-2002.
13) No se debe caer en sofismas, al estilo de los sofistas griegos, cuyo único afán era persuadir y seducir, echando mano a falsedades.
14) Se trata de no ver al otro como enemigo, sino como un simple rival, que puede tener mejores ideas. Nadie es dueño de la verdad.
Parece innecesario aclarar que hay muchos políticos que actúan conforme estos parámetros, pero que muchos no. A estos, y al que piense mal después de estar reflexiones, vale recordarles el Martín Fierro: “Mas naides se crea ofendido/ pues a ninguno incómodo/ Y si canto de este modo/ por considerarlo oportuno/ no es para mal de ninguno/ sino para bien de todos”.
El autor es rafaelino, doctor en Ciencias Jurídicas, miembro de la AADI y del CARI.