Por Emilio Grande (h.).- Mientras algunos gobernantes siguen enfrascados en continuar agitando la grieta, que tanto daño le hizo a la Argentina en los últimos años, el aniversario de la Revolución de Mayo puede servirnos para reflexionar sobre el futuro con incertidumbres.
Si buceamos en la historia de hace 215 años, el hecho que desencadenó la Revolución de Mayo y aglutinó a todos los actores fue el triunfo final de la invasión napoleónica a España. El 20 de mayo de 1810 Cornelio Saavedra y Mariano Moreno solicitaron un cabildo abierto que se realizó dos días más tarde. Los ilustres hombres de Mayo discutieron firmemente porque querían un gobierno patrio que representara a todos.
Los miembros de la Junta eran liberales y por el momento no podían mostrar sus intenciones independentistas y de cambio social. Mayo supuso un importante perjuicio económico para las provincias y por eso no lo vivieron con el mismo entusiasmo que los porteños. El 25 de Mayo fue el puntapié inicial de la incipiente nación, luego vinieron la creación de la bandera patria, la asamblea de 1813 con importantes reformas sociales, el Himno nacional y el escudo hasta el 9 de Julio de 1816 donde se declaró la Independencia en Tucumán.
A decir verdad, estos ideales de Mayo todavía están lejos de convertirse en realidad tangible, recordando aquellos revolucionarios de hace más de dos siglos decidieron romper con las cadenas que lo unían al imperio español de aquella época.
Volviendo a la compleja coyuntura argentina, no se puede negar que el gobierno nacional está mejorando la macroeconomía en términos de bajar la inflación mensual de los últimos meses entre el 2 y 3%, tener superávit fiscal y la eliminación del cepo, pero muchas hay deudas pendientes como la reactivación de la economía, la pobreza estructural actualmente del 38%, según el INDEC, los que tienen trabajos informales y los jubilados, que en muchos casos no llegan a fin de mes, sumado a los problemas crónicos de la inseguridad y la corrupción, entre otros.
El presidente Milei se cree que con él empezó la historia nacional, maltratando en público a los que piensan diferente, no reconociendo a los que lo llevaron a la cima del poder como Mauricio Macri y quienes aprobaron la mayoría de las leyes en el Congreso como son los legisladores del PRO.
El problema es que la dirigencia en su conjunto atraviesa una grave crisis de valores humanos, sociales, culturales y espirituales. Privilegia sus intereses personales y sectoriales, exigiendo el esfuerzo a la gente de pie, mientras la mayoría de los políticos en todos los niveles vive como en el primer mundo y no hizo ningún tipo de gestos para renunciar a un porcentaje de sus abultadas dietas.
Luego de la VIII Jornada de Pastoral Social realizada en 2005, el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio (papa Francisco) vaticinó que “no podemos caminar sin saber hacia dónde estamos andando. Es criminal privar a un pueblo de la utopía, porque esto nos lleva a privarlo también de la esperanza. La utopía supone saber hacia dónde tiende cada uno”, para agregar que “todos debemos ponernos la patria al hombro porque los tiempos se acortan (…) muchos optan por un camino de ambición y superficialidad, sin mirar a los que caen al costado: esto sigue amenazándonos”.
Finalmente, hay que volver al espíritu de los hombres de Mayo: vocación de libertad, el sentido de responsabilidad y la lección de no idealizar el pasado. Concluyo con una frase iluminadora del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “el que no conoce la verdad es simplemente un ignorante. Pero el que la conoce y la llama mentira ¡ese es un criminal!”.
¡Viva la patria!