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Dilexit Nos: la clave secreta para entender la novedad del pontificado del Papa

Se trata de la reciente encíclica publicada por Francisco, siendo analizada minuciosamente por un especialista en la materia.

Por Alejandro Bonet.- La última encíclica publicada por el papa Francisco, Nos amó, sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, nos permite entender qué es lo que ha estado detrás y en lo profundo de todo lo que ha llevado a cabo a lo largo de su pontificado. Toca la raíz de la que parte y el horizonte al cual se dirige. La motivación central de todo lo que hace, desde la importancia del corazón a la razón de ser de cada uno de sus gestos y palabras de amor. Es decir que todo se convierte en un “gesto” que tiende a desvelar este es el corazón que tanto amó. El año santo de la misericordia, concluido con Misericordia et Misera nos mostró el amor que da de beber. Desde esa raíz de la cual nos nutrimos nace la experiencia del amor por amor. Y en las palabras del mismo papa Francisco, en la conclusión, punto 217, descubrimos el hilo rojo que inspiró, unió e integró la totalidad de su pontificado: “Lo expresado en este documento nos permite descubrir que lo escrito en las encíclicas sociales Laudato si’ y Fratelli tutti no es ajeno a nuestro encuentro con el amor de Jesucristo, ya que bebiendo de ese amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común”.

1) El contexto de la publicación. En los últimos días en que concluía el Sínodo de la Sinodalidad, el 24 de octubre de 2024, se dio a conocer la encíclica “Dilexit Nos”, sobre el corazón de Cristo y sobre nuestro corazón, por lo tanto, el punto de síntesis de nuestra persona. El sínodo tuvo un final imprevisible, ya que el papa Francisco anuncia que no tiene pensado publicar una exhortación pos-sinodal, como lo venían haciendo todos los Papas luego de los sínodos celebrados hasta la actualidad desde su implementación por Pablo VI y eso tiene una trascendencia extraordinaria vinculado con la publicación de la encíclica.

El papa Francisco con ese “gesto” nos ha dicho “no podemos proponerle nada al mundo que no acontezca entre nosotros”, o, mejor dicho, “sólo podemos proponerle al mundo la experiencia de lo que acontezca en nosotros”, por eso el documento final habla de la sinodalidad como profecía social, y este cambio de paradigma sólo puede renacer desde el amor humano y divino del corazón de Jesucristo. El inicio de todo comienza en el corazón, tanto para la persona como para la Iglesia. Esa es la clave secreta que el papa Francisco nos ha desvelado con esta encíclica y que ayuda a entender de manera retrospectiva el misterio de la novedad que él ha introducido en la Iglesia y en el Mundo: sino partimos de nuestra propia experiencia, la que nace del corazón, nada acontece de nuevo, ni en nosotros, ni en la Iglesia, y mucho menos en la humanidad.

2) El corazón como punto de síntesis de la persona. En los dos primeros capítulos encontramos la clave de lectura y el hilo conductor de toda la encíclica. Son los capítulos principales, todo el resto es consecuencia.

El capítulo I de la encíclica está centrado en ayudarnos a entender la importancia del corazón de una manera totalmente nueva. Se pregunta ¿Qué expresamos cuando decimos “corazón”?, es decir ¿Cuál es la esencia del corazón? Esa preocupación nace de descubrir que ahí está el núcleo del problema humano del hombre de hoy, lo que se expresa en el sentido religioso. No es el lugar donde confluye nuestros sentimientos y nuestra instintividad, sino donde late la esencia de lo humano, donde vibra el misterio que nos constituye, la fascinación de nuestra dramaticidad cotidiana, el impulso que nos pone en movimiento. Por eso nos propone: Volver al corazón. Lo que define al mundo de hoy es el contenido con el que intenta llenar esa exigencia del Corazón, de ahí que lo vive de manera fragmentaria. Una verdadera experiencia humana que nos lleva a la plenitud es cuando descubrimos el corazón que une los fragmentos. Por eso la imagen del fuego nos ayuda a redescubrir la chispa que pone en movimiento toda nuestra humanidad, que la enciende de pasión por todo lo verdadero, lo bueno y lo bello. De ahí el convencimiento que el mundo puede cambiar desde el corazón.

El capítulo II, gestos y palabras de amor, se introduce diciendo “el corazón de Cristo, que simboliza su centro personal, desde donde brota su amor por nosotros, es el núcleo viviente del primer anuncio. Allí está el origen de nuestra fe, el manantial que mantiene vivas las convicciones cristianas”. Y todo su desarrollo muestra la preocupación central del pontificado de Francisco, ya que fue su misma experiencia cuando nació su vocación al sacerdocio un 21 de septiembre de 1952, día de San Mateo. Gestos que reflejan el corazón son un ensimismamiento con la manera como Cristo introdujo en la historia una dinámica de relación humana totalmente nueva y original, que tienen su centro en la mirada, que atraviesan el corazón humano y que se explicita en las palabras.

La razón de ser de la encarnación de Cristo ha sido responder a lo que está encerrado en lo más profundo de nuestro corazón. Todo el resto de la encíclica es el itinerario humano que necesitamos recorrer para descubrir y hacer experiencia de esa respuesta sobreabundante que se nos ha hecho y se nos hace de manera continua y permanente, hasta el final de la historia.

3) El hilo rojo que une Evangelii Gaudium, Gaudete et exultate y Dilexit Nos. El papa Francisco nos ha dicho a lo largo de todo su pontificado que el tiempo es superior al espacio y que lo esencial es iniciar procesos antes que ocupar espacios. Es exactamente lo que él ha hecho. La parábola histórica que hemos recorrido desde el inicio de su pontificado se aclara con Dilexit Nos. El ímpetu del corazón transfigurado por Cristo es el núcleo de Evangelii Gaudium. Un corazón forjado desde la experiencia de la pertenencia al cuerpo místico de Cristo, al santo pueblo fiel de Dios. El papa Francisco se dejó modelar por la experiencia de la comunión, que ahora nos propone como método para toda la Iglesia a través de la sinodalidad, cuyo primer obstáculo es la “dureza del corazón”, forjado por años de racionalismo, iluminismo, gnosticismo y pelagianismo. No podemos iniciar este nuevo proceso que él nos propone sino nos despojamos y convertimos el corazón, y eso lo podemos hacer redescubriendo o descubriendo por primera vez lo que nos propone en el capítulo III, este es el corazón que tanto amó, es un descubrimiento lleno de estupor y fascinación. El camino de adoración a Cristo, la veneración de su imagen, el amor sensible, el triple amor, sus perspectivas trinitarias, profundizado en las expresiones magisteriales recientes, que en la misma encíclica nos propone su profundización y actualidad.

Justamente este recorrido nos lleva a descubrir que es lo que está en el corazón del papa Francisco, como tensión ideal y como vocación cotidiana, que nos propuso el día que se celebraba el 5to. aniversario del inicio de su pontificado, el 19 de marzo de 2018, la Gaudete et Exsultate, el ADN de Jesucristo, la esencia de su corazón humano y divino, las bienaventuranzas y el protocolo final, en Mateo 25. Ahí está también el corazón del papa Francisco, el centro de su persona, el núcleo de su propuesta a la Iglesia y al mundo contemporáneo.

4) Una certeza existencial. Podemos tocar con nuestras manos, sentir palpitar nuestro propio corazón, que el desarrollo que se hacen en el capítulo IV, amor que da de beber, no es la descripción de un intelectual preocupado de lucirse citando grandes autores de las distintas épocas, sino el claro testimonio de un hombre que ha asimilado y hecho propio, ante todo la sagradas escrituras, toda la tradición viva de la Iglesia y su riquísimo magisterio, a través del itinerario de la vida de los santos, san Francisco de Sales, santa Margarita María Alacoque, san Claudio de la Colombière, san Carlos de Foucauld y santa Teresa del Niño Jesús, y la resonancias en la Compañía de Jesús, su propio carisma jesuita, propuesto a partir de una certeza existencial que entra en contradicción con la mentalidad dominante fuera y también me atrevo a decir dentro de la Iglesia Católica. Es una experiencia que todos tenemos que el papa Francisco no deja de sorprendernos, de desbordarnos, de desacomodarnos, de provocarnos, de abrirnos permanentemente nuevos caminos. Es la experiencia de estar ante un acontecimiento vivo, lleno de intensidad, apasionado por toda la realidad, en especial la realidad en la que se juega el verdadero destino del mundo, es decir nuestro corazón. Por eso se atreve a proponernos la devoción del consuelo, con El en la cruz, hasta llegar a las razones del corazón, la compunción, y la experiencia de ser consolados para consolar.

5) La sobreabundancia del corazón, que incide en la vida y en la transfiguración de la sociedad. Es lo que descubrimos en el capítulo V, amor por amor. Este último capítulo parte de una constatación dramática, un lamento y un pedido, santa Margarita nos cuenta que “Jesús expresa el dolor porque su gran amor a los hombres no recibe a cambio por procurar su bien, sino frialdad y repulsas, … ingratitudes y desprecios. Esto -dice el Señor- me es mucho más sensible, que cuanto he sufrido en mi pasión”, sin embargo, nos vemos provocados a prolongar su amor en los hermanos.

Al repasar algunas resonancias en la historia de la espiritualidad tenemos un claro camino que nos indican el renacimiento que estamos llamados a vivir en el hoy de la historia, ser una fuente para los demás, en el contexto de una experiencia de unidad en la fe que generen fraternidad y mística. De ahí nace un realismo inaudito, ya que nos lanzamos a la reparación: construir sobre las ruinas. Aquí vemos que lo que lo mueve al papa Francisco no es una ideología sino la certeza de una presencia eficaz, por eso tiene un claro “sentido social de la reparación al corazón de Cristo”. Este es nuestro trabajo más eficaz reparar los corazones heridos, experimentar la Belleza de pedir perdón. Al sacar las conclusiones finales de este último capítulo nos ayuda a redescubrir la reparación: una prolongación para el corazón de Cristo, que se manifiesta como la ofrenda de amor, que genera integridad y armonía. Como desafío final enamorar al mundo, en comunión de servicio.

Conclusión: es fascinante descubrir permanentemente como el misterio de Dios siempre nos vuelve a atraer, siempre es algo nuevo, que vuelve a despertar en nosotros el estupor, la posición originaria en la que fuimos creados, y nos vuelve a dar una nueva oportunidad, se nos vuelve a proponer en la frescura de una presencia humana que nos vuelve a tensionar a la eternidad partiendo de los más cercano que tenemos, el núcleo de nuestra persona, el corazón.

El mismo papa Francisco en la conclusión de la encíclica, en el punto 218, nos ayuda a ver toda la potencialidad del amor humano y divino del corazón de Cristo: “Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas. El amor de Cristo está fuera de ese engranaje perverso y sólo él puede liberarnos de esa fiebre donde ya no hay lugar para un amor gratuito. Él es capaz de darle corazón a esta tierra y reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente”.

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