Este lunes es el Día Internacional del Trabajo en recordación al 1 de mayo de 1889 en París durante el Congreso Internacional de Sindicatos Europeos. Fue instaurada como jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que fueron detenidos y ajusticiados por manifestarse en Chicago por una jornada laboral de 8 horas.
Al respecto, la Constitución Nacional es clara sobre este tema en su artículo 14 bis que establece la protección de leyes para asegurar al trabajador condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada, descanso y vacaciones pagados, retribución justa, salario mínimo vital y móvil, igual remuneración por igual tarea, participación en las ganancias de las empresas, protección contra el despido arbitrario, organización sindical libre y democrática; a los gremios concertar convenios colectivos de trabajo, recurrir a la conciliación y al arbitraje, el derecho de huelga, entre otros aspectos.
Sin desconocer el sostenido crecimiento económico de los últimos años en el país que contribuyeron a amortiguar la delicada situación social en vastos sectores, la actual coyuntura del país dista de lo enunciado, ya que todavía quedan grandes bolsones de pobreza de casi la mitad de la población y cuya dignidad es más estrepitosa en el 15% de los argentinos que no tiene para vivir dignamente y no llegar a cubrir la incompleta canasta familiar que depende de la inflación de cada día.
Hay que decir que subsiste precariedad laboral, los bajos salarios en varios renglones socioeconómicos, en muchos casos en negro (más en el Estado que en la actividad privada de la que tendría que seguir el buen ejemplo y ocurre lo contrario), los planes jefes de hogar sirvieron en el 2002 para salir de la crisis pero luego de cuatro años hay que buscar alternativas, empleados que trabajan los domingos como los supermercados.
¿Cómo se puede dignificar al trabajador? El trabajo es una fuente de derechos para el trabajador y el respeto de estos derechos constituye la condición fundamental para la paz del mundo, pero hay que decirlo: si no hay justicia social es imposible preservar la paz, porque los conflictos latentes pasan indefectiblemente a ser manifiestos con las consecuencias que esto conlleva en la relación entre el empresario y el trabajador.
En 1954, la Iglesia Católica a través del pontificado de Pío XII apoyó tácitamente esta jornada proletaria al declarar este día como festividad de San José Obrero. Juan Pablo II dispuso que el Pontificio Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene una riqueza sobre este tema. Hay que dar gracias a Dios por el trabajo que tenemos y pedir por el trabajo digno que hace falta en Argentina y en el mundo, sabiendo que mientras la desocupación no se revierta la pobreza seguirá creciendo, sin perder la utopía de una mejor distribución de las riquezas. A pesar de esta difícil realidad no hay que perder la esperanza y seguir buscando nuevos caminos de diálogo social que prioricen el bien común por encima de los intereses sectoriales.
Emilio Grande (h.)