Destrozos en el oficialismo y la oposición

Todo es relativo: no existe ninguna certeza a tan poco tiempo de los comicios. Massa juega un partido improbable, y Rodríguez Larreta trata de volver desesperadamente a los tiempos en los que él era la única certeza.

Por Joaquín Morales Solá.- Solo en las elecciones presidenciales de 2003 hubo tanta incertidumbre como ahora. Nadie sabía entonces, y nadie sabe ahora, quién podría ser el futuro presidente argentino (o quiénes serán los dos candidatos con más probabilidades de llegar) cuando faltan cuatro meses para la primera vuelta electoral y apenas dos meses para las elecciones primarias. A 12 días del cierre de listas de candidatos, el oficialismo no sabe si tendrá un solo candidato –como lo está exigiendo Sergio Massa con la amenaza implícita de que podría irse del Gobierno– o si habrá elecciones primarias entre varios candidatos. La oposición de Juntos por el Cambio atraviesa su peor crisis desde que existe como coalición, luego de que Horacio Rodríguez Larreta sorprendiera a todos con un principio de acuerdo con el gobernador peronista de Córdoba, Juan Schiaretti. No habrá un acuerdo formal con Schiaretti antes del próximo miércoles, última fecha para inscribir alianzas, pero las negociaciones entre el alcalde capitalino y el mandatario cordobés continúan bajo un manto de absoluta reserva. Algo podría suceder, especulan algunos, antes del último plazo para inscribir candidatos, el próximo 24. Ya no hay un ganador inevitable dentro de Juntos por el Cambio; esa era la situación de Rodríguez Larreta hasta hace unos seis meses. Sus asombrosos movimientos de ahora indican, por el contrario, que se convenció de que está perdiendo las elecciones internas frente a Patricia Bullrich. Nadie promueve semejante cisma político si está seguro de que camina hacia la victoria.

Los peronistas no duermen. Miran hacia el Instituto Patria o hacia el Senado, como los musulmanes rezan en dirección a La Meca. Sucede que la irrupción electoral de Cristina Kirchner (o la conservación de su silencio) es clave para determinar cómo será la elección del candidato peronista. Massa quiere ser candidato único, después de que confundió a medio mundo con el discurso de que no sería candidato en estas elecciones, que lo sería solo en 2027 y que, mientras tanto, se dedicaría a ser el jefe de la oposición de un gobierno no peronista. El problema es que Alberto Fernández, que no puede hacer casi nada, puede todavía obstaculizar y fastidiar a sus contrincantes internos, incluida Cristina Kirchner. La vicepresidenta tampoco quería elecciones primarias para preservar su poder de decisión dentro del peronismo. El Presidente intuyó, e intuyó bien, que el dedo de Cristina fue amputado por la crisis política y económica. Alberto resistió y la treta le salió bien. Hasta ahora. A Cristina se le sumó Massa en la exigencia de un candidato único (y también varios gobernadores peronistas, aunque no todos), porque el ministro de Economía cree que la competencia interna lo desmerece. Detesta la sola idea de competir en una elección con Daniel Scioli, con quien rompió hace una década, en 2013, cuando el entonces gobernador de Buenos Aires se comprometió a un acuerdo con Massa y Macri para enfrentar a Cristina en las elecciones legislativas de ese año. Un día antes, Scioli desertó del acuerdo.

La temperatura interna del peronismo aumentó –y mucho– cuando la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, una dirigente muy cercana a Massa, no descartó la renuncia del ministro porque, dijo, tiene “un nivel de hartazgo importante”. Fue un presión directa y casi extorsiva de Massa para que lo conviertan en candidato único. En rigor, Massa es un mal ministro de Economía, pero su salida del Gobierno podría ser mucho peor que su permanencia. El ministro tiene el arte de mostrar lo que no existe. Hay que leer la nota de Florencia Donovan en LA NACION del viernes pasado sobre la escasez de dólares, que compromete ya a la producción de medicamentos, para advertir cómo el ministro pudo convertir un fracaso explícito en un éxito inexplicable. Con todo, una renuncia apresurada de Massa podría trastornar más la marcha de la economía. La Argentina absurda hizo de un ministro de la crisis económica un candidato presidencial casi insoslayable para el peronismo. La historia podrá explicarlo mejor que los cronistas de ahora. Con todo, Scioli se resiste a bajarse de la candidatura presidencial, por lo menos hasta que Cristina Kirchner se pronuncie, si es que se pronuncia. Por ahora, el exgobernador cuenta con el apoyo de Alberto Fernández, que tiene muy poco para apoyar, pero le permite formalmente mantenerse en la competencia. El problema de Scioli surgirá si Cristina Kirchner decidiera salir en respaldo de un candidato único. Por eso, la expectación mantiene despierto al peronismo, día y noche.

La suerte electoral del peronismo estaría echada si no fuera por la escandalosa guerra civil desatada en Juntos por el Cambio y por las propuestas desaforadas de Javier Milei. La oposición contribuye a que el peronismo siga viviendo con respiración artificial. En rigor, Rodríguez Larreta debió postergar su acuerdo con Schiaretti cuando ya estaba redactado el documento de una alianza entre ellos y hasta habían imaginado la escenografía del acto en el que se anunciaría el acuerdo. “Aquí el único que tiene razón es Luis Juez”, se escuchó a un dirigente importante de la coalición opositora. Tanto Rodríguez Larreta como Gerardo Morales anunciaron el acuerdo con Schiaretti, luego frustrado, días antes de las elecciones cordobesas, en las que por primera vez la oposición unida desafiará la hegemonía del peronismo cordobés. Juez estalló contra la dirigencia nacional de Juntos por el Cambio y también contra Schiaretti. ¿Cómo repercutirá todo ese batifondo en las elecciones cordobesas de dentro de dos semanas? Dirigentes cercanos a Schiaretti están seguros de que el peronismo conservará Córdoba, uno de los cuatro principales distritos electorales del país. Al revés, dirigentes nacionales de Juntos por el Cambio señalan que el escándalo de los últimos días podría beneficiar a Juez. El candidato a gobernador de la oposición cordobesa suele tocar en estos días una fibra especialmente sensible para los cordobeses: “No voy a permitir que el puerto nos imponga sus políticas”, grita Juez. El puerto es Rodríguez Larreta; Juez considera que no es rentable por ahora nombrar a un dirigente del norte tan culpable de lo que sucedió como el alcalde porteño: Gerardo Morales.

Todo pudo ser distinto. ¿Por qué Rodríguez Larreta no planteó en la mesa de Pro, al menos, su disidencia de fondo con Patricia Bullrich? ¿Por qué no dijo que él cree que solo un gobierno de unión nacional con el peronismo puede sacar a la Argentina de la crisis perpetua, que es lo que viene diciendo desde hace varios años? ¿Por qué no abrió ese debate interno con la propia Bullrich para que ella expusiera su posición contraria? La elección interna, en ese caso, se hubiera resuelto entre dos políticas distintas, no entre quién sorprende primero o entre quién descalifica mejor. De hecho, en la reunión de conciliación en la casa de María Eugenia Vidal (quien trata ahora de que la coalición no se termine de romper) Rodríguez Larreta y Bullrich se comprometieron a consultarse cualquier decisión que fuera disruptiva. Sucedió días antes de que Rodríguez Larreta saliera con la novedad de la incorporación de Schiaretti, y Bullrich se enterara por los diarios.

Colaboradores de Schiaretti también le deslizan críticas a Rodríguez Larreta, porque suponían que este tenía una mayor capacidad para explicar públicamente cómo fue todo entre ellos. De todos modos, ellos siguen conversando, según confirmaron fuentes inmejorables, aunque Schiaretti ratificó su candidatura presidencial dentro de una alianza con otros partidos de menor porte. El interés de Schiaretti por Juntos por el Cambio no es el mismo que el de antes. “El Gringo (como lo llaman a Schiaretti) es institucionalista y siempre pensó en una alianza con Juntos por el Cambio como coalición, no en un acuerdo personal con Rodríguez Larreta”, argumentaron. En cambio, para algunos exponentes de Juntos por el Cambio la discusión sobre el acuerdo con Schiaretti ya es un triunfo para el gobernador cordobés cuando se juega la continuidad del peronismo en el gobierno de su provincia. Es cierto, por lo demás, que Schiaretti intenta también erigirse en un referente de una eventual renovación peronista, luego de que el peronismo kirchnerista pierda, según él, las elecciones presidenciales por venir. Todo es relativo: no existe ninguna certeza a tan poco tiempo de los comicios. Por eso, Massa juega un partido improbable, y Rodríguez Larreta trata de volver desesperadamente a los tiempos en los que él era la única certeza.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/

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