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«Dejé el sacerdocio por amor»

El autor es de Sunchales, es presbítero y actualmente acompañando a los seminaristas de la diócesis de Rafaela en el seminario de Paraná. "Las palabras que dan título a este escrito no me pertenecen. No se ilusione quien disfrutaría de encontrarse con un nuevo hecho mediático a raíz de una nueva deserción al ministerio sacerdotal", expresa.Por Fabián Alesso

Las palabras que dan título a este escrito no me pertenecen. No se asuste quien aprecia el sacerdocio y el celibato.
Las palabras que dan título a este escrito no me pertenecen. No se ilusione quien disfrutaría de encontrarse con un nuevo hecho mediático a raíz de una nueva deserción al ministerio sacerdotal.
Las palabras que dan título a este escrito sólo pretendían lo que están logrando: que usted sienta curiosidad por leerlo.
«Dejé el sacerdocio por amor». Palabras más, palabras menos, suelen ser las respuestas que dan muchas veces mis hermanos que después de haber ejercido durante un cierto tiempo el ministerio sacerdotal, deciden abandonar esta opción para comenzar una vida distinta, uniéndose de manera estable y pública con una mujer de la cual se han enamorado. No pretendo juzgarlos, sólo ofrecer algunas aclaraciones y proponer «otra campana».
«Dejé el sacerdocio por amor». Aunque quien las pronuncie diga muchas cosas más, esta suele ser la idea qué más reflejan al dar la «noticia» los medios de comunicación, proponiéndolo no pocas veces, como si ese fuera el argumento que hace justificable, más aún, aconsejable y elogiable la decisión tomada: «Comprendamos y aplaudamos al sacerdote que ama hasta tener el coraje de dejar todo para irse con la mujer amada».
Cuando las cosas se presentan de este modo pareciera, aunque no se lo diga así explícitamente, que los sacerdotes que somos fieles a nuestro ministerio nunca hemos amado; y simplemente por eso no lo dejamos. Si en cierto momento a uno «le pasa que se enamora», entonces es lógico que «deje» porque «el amor es más fuerte» y es lo más hermoso.
Me da mucha pena imaginar que alguien pueda pensar de esa manera y no quisiera quedar callado ante la probabilidad de dicha confusión. Por eso hoy quiero manifestar, y estoy seguro de que muchos de mis hermanos compartirán lo que escribo, que yo elegí el sacerdocio por amor.
Elegí el sacerdocio por sentirme infinitamente amado por Dios y saberme amado por Él desde toda la eternidad.
Elegí el sacerdocio por el amor de Jesús, que «me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20).
Elegí el sacerdocio porque Dios me ha hecho experimentar su gran amor en mi familia, en mi comunidad parroquial, en mis amigos, en tantas circunstancias providenciales de mi vida.
Elegí el sacerdocio para amar, lo más que mis pobres fuerzas me permitan, a ese Dios que desde siempre me ha amado tanto.
Elegí el sacerdocio por amor a la Iglesia, en la cual conocí a Jesucristo, en la cual lo recibí desde pequeño, en la cual tengo tantos «hermanos, hermanas, padre, madre e hijos» (Mt 19,29).
Elegí el sacerdocio por amor a tanta gente, a tantos rostros y nombres, que a lo largo de los años el Señor fue poniendo en mi camino, para que intentara ser signo de Su amor hacia ellos, sirviéndolos como sacerdote.
Elegí el sacerdocio por amor hace más de 20 años, cuando entré al seminario; hace 15 años cuando fui ordenado, y lo elegí por amor esta mañana al levantarme, como cada día de mi vida.
No ha faltado en estos años la experiencia de sentirme particularmente atraído (¿enamorado?) hacia alguna mujer, amor verdadero y fuerte también, pero que comparado con la grandeza, hondura y fidelidad del amor de Dios, de la Iglesia y de mis hermanos, fue juzgado decididamente como menor.
Las palabras que dan título a este escrito no me pertenecen. Pidamos todos a Dios que nunca más las oigamos en boca de ninguno de sus ministros. Pero si usted es católico y aprecia el sacerdocio quédese tranquilo: los sacerdotes que perseveramos en el ejercicio del ministerio también sabemos amar.
Yo he elegido el sacerdocio por amor.

Padre Fabián Alesso

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