Por Alicia Riberi.- Estamos en una época en donde nos cuesta ser totalmente honestos, poner el acento adonde debemos y jugarnos por ideas concretas y es una verdadera pena porque hay un dicho claro y contundente:…el que mal, anda mal acaba….
En este mundo actual han perecido muchos valores, muchos sentimientos que hace muchos años nos permitían vivir en un hogar como tantos, con errores y virtudes, pero en donde la familia tenía un lugar que no se desplazaba fácilmente. Hoy se pueden ver muchos jóvenes equivocados, porque han perdido el rumbo, el norte como se dice vulgarmente y su familia ensimismada en cómo vivir con más comodidades, más de acuerdo a un status, o a una manera de vivir hacia afuera, tal vez sin querer, han olvidado el verdadero objetivo o sentido de ser familia.
Hay sentimientos que envenenan el alma, por ejemplo el odio, que va generando una herida tan profunda que borra la esencia de la vida, que es el amor. El odio, arrasa con la verdad, con la honestidad, con la unidad, el respeto y cuando llega el momento, porque llega, en que la persona descubre que destruyó su vida por odio, el vacío que la embarga es tan grande, que no sabe cómo reconstruir lo que le queda, si es que algo le queda.
Es fácil analizar superficialmente, pero siempre hay un momento en el que esa vocecita interior que todos tenemos, y que no podemos acallar cuando queremos, nos dice, basta, volvamos a empezar, reconstruyamos y si no lo hacemos a tiempo podemos terminar muy mal, solos, angustiados y Dios está siempre dispuesto a levantarnos, pero si no sabemos verlo y nos apoyamos del lado contrario, nuestra vida, va a terminar en un gran caos.
Ahora bien, me pregunto: ¿es larga o corta la vida? Para lo que es la humanidad no somos nada, puede durar unos cuantos años o terminar de golpe un día cualquiera, sin siquiera poder poner en orden nuestra vida. ¿Vale la pena odiar? ¿Vale la pena pelear? ¿Vale la pena ser malas personas? ¿Vale la pena no haber dejado ni una mínima huella que indique que hemos vivido y algo hemos hecho?
Sinceramente creo que vale la pena vivir, si uno ha hecho algo por los demás…un docente que enseñó a los alumnos y no los influenció, un político que aportó algo honesto aunque eso le represente pocos réditos electorales, un empresario justo con sus empleados, aunque eso implique ganar unos pesos menos, abogados y jueces que se jueguen por la verdad aunque esto les represente que unos cuantos los insulten, médicos que se jueguen por la verdad, aunque unos cuántos los presionen para lo contrario.
Finalmente, si me tocara morir mañana o dentro del tiempo que Dios quiera, me gustaría hacerlo habiendo sido honesta, aunque eso me represente no tener plata, no ser la persona más sobresaliente, no ser la mejor para todo el mundo…solo me interesa dejar esta vida habiendo elegido el lado correcto, ese lado que elegí el día que elegí a Dios, sin importar ser importante, solo haber elegido ser, un ser que brega por lo mejor para todos, un ser que puede mirar de frente a los demás y fundamentalmente a sus hijos. Definamos de qué lado queremos estar: ¿valores o antivalores…?