Cuando el amor es una locura descontrolada

Por Emilio Grande (h.).- A decir verdad, «El amor es un bien» (Buenos Aires) fue una puesta de escena por momentos de emociones muy fuertes, que cautivó largamente a los espectadores en el aula C del Complejo Cultural del Viejo Mercado, en el marco del Festival de Teatro Rafaela 2016.
La historia transcurre en Carmen de Patagones, al sur de la provincia de Buenos Aires. Mientras el público va ingresando a la sala, detrás de la escena se escucha la música folclórica de un grupo: estaban ensayando Sonia y su tío Iván, quienes tienen un hostel en mal estado edilicio y con poco trabajo.
El único que se hospeda es Pablo, un joven médico quien cuenta con todo el bagaje técnico de su profesión, pero tiene su dosis de locura para filosofar sobre las consecuencias de la contaminación medioambiental…
También aparecen en escena Alejandro (padre de Sonia) y su segunda mujer Elena, una ex alumna, quienes se conocieron en la facultad mientras el primero daba clases en Capital.
Son cinco personajes con un excelente y parejo nivel actoral, transcurriendo sus vidas entre diferentes canciones, los dulces caseros que hacen Sonia e Iván y los parlamentos cargados de historias poéticas y rimadas, amoríos, celos, discusiones, peleas y locuras humanas.
Un elemento no menor lo constituye el consumo de marihuana (tienen los fasos armados pero simulan que los fuman), cuyo iniciador es el doctor Pablo, invitando luego a Iván y también prueban las chicas Sonia y Elena, que termina siendo un desinhibidor de hábitos reprimidos, porque hacen emerger las intimidades de los citados, como así también las carcajadas incontenibles, las angustias por el «bajón» y los deseos de amor, por ejemplo, de Iván hacia Pablo; de Sonia hacia Pablo; de Pablo hacia Elena.
Pero tanta «locura» desorganizada no es soportada por Alejandro verbalizando «son unos drogadictos». Tiene una salud débil, no tiene muchas ganas de vivir y se cuestiona sobre su viaje al sur del país. Su objetivo se termina manifestando con el devenir de la puesta: quiere vender el edificio para comprar un departamento en Buenos Aires y el resto de la plata hacerse un viaje con la novia.
A partir de ese momento se desata una tensión con Iván, quien había invertido dinero en el mantenimiento del edificio y se da cuenta con Sonia que se quedarán sin techo para vivir, que no es poca cosa en este mundo. Las discusiones van subiendo de tono con Alejandro, a tal punto que Iván se saca mal y lo atropella con el cuchillo que está usando para hacer el asado…
El final de la historia es el regreso de los porteños y también la partida del médico, quedando a solas Sonia y su tío, acompañado por la guitarra y la interpretación de una canción consoladora. Hasta que Iván pega un grito sollozo: «No doy más…»
De esta manera, el «amor» es valorizado desde el teatro en medio de tanta locura humana… ¿Pueden convivir las relaciones humanas cargadas de encuentros y desencuentros por el poder, el amor, los engaños y las peleas? ¿Es posible integrar el racionalismo instrumental de este mundo con las pasiones del corazón?

Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 15/7/2016.

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