Preservar y modernizar no son conceptos antagónicos. No es una lucha entre la identidad de una comunidad y el progreso urbano, lo único que las opone es la pretensión de modernizar lo que se debe preservar.
Rafaela fue perdiendo su identidad cultural, convengamos que un festival y una bienal no nos convierten en referentes culturales, ser líderes culturales es mucho más amplio que dos eventos. Y Rafaela lo fue, en el pasado. Ahora se ha propuesto ser polo universitario y muchos jóvenes que ingresan al secundario tienen que recurrir a escuelas de localidades vecinas porque aquí no alcanzan los bancos. Lo que no podemos negar es que somos un referente económico a nivel mundial. Somos líderes económicos, pero en el camino perdimos el liderazgo cultural, somos líderes regionales en educación universitaria y faltan escuelas secundarias. Ahora vamos a ser líderes con un Hospital que se promociona como de última generación y tenemos que viajar a otras ciudades porque aquí las obras sociales no funcionan como debieran.
Lo mismo pasa con la estética urbana, el de Rafaela parece un crecimiento caprichoso, una identidad renovada cada cuatro años. Un eterno presente, el de cada gobierno que quiere ser el constructor de una moderna identidad, como si eso fuera posible.
Nuestra ciudad nace en un plano trazado por la Empresa Colonizadora de Guillermo Lehmann, una plaza central con cuatro bulevares hacia los pueblos vecinos Santa Fe, Lehmann, Roca y Susana que en el camino de los políticos perdió su nombre. Los inmigrantes le dieron vida. Dos intendentes dieron la identidad urbana al pueblo convertido en ciudad, Octavio Zóbboli y Rodolfo Muriel. Junto al crecimiento de la población la ciudad fue extendiéndose territorialmente, se multiplicaron las plazas y los espacios verdes, venir al centro a pasear casi carece de sentido si lo analizamos racionalmente.
Para honrar a quienes nos precedieron sólo nos quedan las ruinas de los Almacenes Ripamonti, la Plaza 25 de Mayo, la Placita Honda y los adoquines, tan vapuleados en otra época. Ellos, simplemente, necesitaban restauración. También es lo que necesitan los Almacenes Ripamonti y su Recova, la Plaza “25 de Mayo” y, por las dudas, incluimos a la Placita Honda.
Valoramos lo que nos enseñaron a amar, no vendría nada mal un buen proyecto educativo de difusión y valoración de nuestra historia.