Por Luciana I. Mazzei.- Hacia el final del mes de febrero y comienzo de marzo nos encontramos con la noticia de una nueva enfermedad contagiosa y parecida a la gripe: el coronavirus.
No voy a detenerme en los detalles sobre dónde, cómo y cuándo surgió porque de esto tenemos información detallada día a día en los medios de comunicación.
Lo cierto es que la enfermedad está y no discrimina. Algunos grupos son más vulnerables por tener más edad o por estar cursando alguna otra enfermedad, pero, en general, nos puede tocar a cualquiera de nosotros.
Al momento de escribir este artículo no hay clases, no habrá transporte público (del 20 al 25 de marzo) y no sabemos si nos levantaremos para ir a trabajar como todos los días.
Lo cierto es que, más allá de las disposiciones estatales, es nuestra responsabilidad colaborar para que esta pandemia afecte a la menor cantidad de personas. Sobran los flyers que se difunden por las redes donde se explica la prevención: lavarse las manos, si estás enfermo no salgas de tu casa, no compartir mates ni vasos, al estornudar o toser taparse con el pliegue del codo, si viajaste al exterior guardá cuarentena por 14 días, evitar saludar con un beso.
Pero donde me quiero detener es en la temida cuarentena. Preocupa pensar en estar 14 días dentro de casa… todos! Adentro de casa. No son vacaciones porque no podemos ir al cine, al club, a visitar amigos, a pasear a la plaza… y la pregunta que surge es ¿qué hacemos con los chicos adentro tantos días? ¿qué hacemos los grandes tantos días en casa?
Como en muchos momentos de la vida la respuesta es simple, frente a situaciones inesperadas, que nos sacan de eje y nos obligan a “recalcular” tenemos dos posturas: quejarnos y enojarnos o vivirlas como una oportunidad para crecer, para educar, para disfrutar.
Para crecer porque nos sacan de la rutina y del lugar de confort (que no siempre es tal) y nos obliga a repensarnos a enfrentarnos con nuestro propio destino, a mirarnos cara a cara con nuestro presente porque, a diferencia de las vacaciones, no nos podemos escapar.
Para educar porque todas las acciones parentales son educativas. La manera en que vivamos esta situación enseñará a los niños y adolescentes y les mostrará modos diferentes de enfrentar los momentos inesperados de la vida. Si nos ven tranquilos y esperanzados, aprenderán a hacer frente a estos momentos con paz y tranquilidad. Si nos ven responsables de nuestra conducta aprenderán a ser responsables, si nos ven solidarios con algún vecino, aprenderán solidaridad, si nos ven precavidos sin psicotizarnos, aprenderán prudencia.
Para disfrutar, porque es un momento privilegiado de compartir. Como dije antes, no podemos distraernos con salidas o visitas y esto nos “obliga” a pasar el tiempo juntos.
Aprovechar que vivimos en la era de la conectividad y tenemos acceso a contenidos interesantísimos, a libros digitales, visitas guiadas a museos on line, películas, series, etc. Y no se trata de dejar a los niños conectados para estar tranquilos, sino de compartir juntos para charlar sobre los contenidos.
Estamos tan acostumbrados a ir y venir sin pensar que estos parates obligados nos desequilibran y no sabemos muy bien donde estamos parados. Por ello insisto en verlos como una oportunidad para encontrarnos primero con nosotros mismos y luego con nuestra familia más cercana. Aprovechar para mirarnos a los ojos, preguntarnos y contarnos quienes somos, que nos gusta, cuáles son nuestros sueños y proyectos…
Algunas sugerencias:
- Mirar una película y compartir como la vivió cada uno, qué aspectos fueron los que más llamaron la atención, qué valores se pueden rescatar. Después cada uno puede plasmar lo que más le quedó en un dibujo, canción o poesía.
- Leer un libro y luego hacer una representación teatral o un video.
- Visitar un museo on line, elegir un artista y leer sobre su vida y su obra y después hacer una obra siguiendo el estilo del autor.
- Jugar, jugar y jugar. El juego es sumamente enriquecedor para los niños, adolescentes y adultos, se aprende a cumplir las reglas, a respetar los turnos, a que a veces se gana y a veces se pierde, a tomar decisiones que van a definir nuestro destino.
- Recuperar juegos antiguos como la rayuela.
- Cocinar juntos.
Para los adultos:
- Aprovechar para leer aquellos libros que tenemos dormidos en el estante.
- Compartir proyectos.
- Repensar nuestro presente, evaluando donde estamos, donde querríamos estar, donde queremos estar en un par de años.
- Redefinir prioridades.
- Conectarnos con nuestras emociones.
Estas son sólo algunas sugerencias, cada uno podrá afinar la creatividad de acuerdo a sus gustos y posibilidades para aprovechar al máximo este tiempo de incertidumbre y “encierro obligado”.
El Covid 19 es una oportunidad para algo… descubrir ese algo es tarea de cada uno.
La autora es docente y orientadora familiar.