Por Emilio Grande (h.).- El miércoles último se celebró el Día Internacional del Trabajo en recordación al 1 de mayo de 1889 en París durante el Congreso Internacional de Sindicatos Europeos. Instaurada como una jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que fueron detenidos y ajusticiados por manifestarse en Chicago (Estados Unidos) por una jornada laboral de 8 horas.
En nuestro país, la Constitución Nacional en su artículo 14 bis establece la protección de leyes para asegurar al trabajador condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada, descanso y vacaciones pagos, retribución justa, salario mínimo vital y móvil, igual remuneración por igual tarea, participación en las ganancias de las empresas, protección contra el despido arbitrario, organización sindical libre y democrática; a los gremios concertar convenios colectivos de trabajo, recurrir a la conciliación y al arbitraje, el derecho de huelga.
La actual coyuntura de la Argentina está lejos del texto constitucional. La tasa de desocupación en 2023 fue del 5,7%, viene bajando porque en 2022 fue del 6,3%, en 2021 del 7%, en 2020 del 11% y en 2019 del 8,9%, según el INDEC. La desocupación en Rafaela en 2023 fue del 6,7%, en 2022 del 6,5%, en 2021 del 8,2% y del 9% del 2019, según el ICEDEL.
En este contexto, el índice de pobreza alcanzó al 41,7% en 2023, superando al 39,2% del 2022 y el 40,6% del 2021, según el INDEC. En los primeros meses de 2024 siguió creciendo producto del ajuste del nuevo Gobierno: en enero fue del 57,4%, según la UCA y al cabo del primer trimestre de este año es del 48,3%, según la Universidad Di Tella. Recordemos que en 1974 la pobreza era del 4% de la población Y con el paso de las décadas fue in crescendo hasta llegar al 50% en la crisis del 2001-2002 con la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, con el pico del 58% en febrero de 2003. En estos últimos años tuvo vaivenes de bajas y subas, de la mano de las políticas coyunturales de los distintos gobiernos de turno. A fines de 2020 era del 42% en medio de la cuarentena eterna en la que estuvimos encerrados y a fines de 2019 era de 35,5% cuando la gestión de Juntos por el Cambio le entregó el poder al Frente de Todos.
A decir verdad, subsiste la precariedad laboral, los bajos salarios en varios sectores socioeconómicos, que corren detrás de la galopante inflación (convertida en un impuesto de nunca acabar), en este momento es del 287,9% interanual (hace 1 año era del 104,4%); en muchos casos hay trabajadores en negro (más en el Estado que en la actividad privada), empleados que trabajan los domingos. Además, la presión tributaria es excesiva para la creación de nuevos puestos laborales y la instalación de empresas, generándose más trabajo en los tres niveles del Estado que en el sector privado. En caso de aprobarse la ley bases, ¿en qué contribuirá en la creación de puestos laborales?
¿Cómo se puede dignificar al trabajador? El trabajo es una fuente de derechos para el trabajador y el respeto de estos derechos constituye la condición fundamental para la paz del mundo, pero hay que decirlo: si no hay justicia social es imposible preservar la paz, porque los conflictos latentes pasan indefectiblemente a ser manifiestos con las consecuencias que esto conlleva en la relación entre el empresario y el trabajador.
En 1954, el papa Pío XII apoyó tácitamente esta jornada proletaria al declarar este día como festividad de san José Obrero, el papá adoptivo de Jesús.
En su mensaje a los empresarios en 1987 en Argentina, Juan Pablo II dijo que “las ganancias no solo deben destinarse a incrementar al capital, sino también a mejores salarios, beneficios sociales, educación e investigación técnica por el sendero de la justicia distributiva”.
El Papa polaco dispuso que el Pontificio Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado en 2004. En el documento de Aparecida (Brasil) del 2007, los obispos latinoamericanos afirman que “el trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es la clave esencial de toda la cuestión social”.
Hay que dar gracias a Dios por el trabajo que tenemos y pedir por el trabajo digno que hace falta en la Argentina y en el mundo. Se debe atacar a la desocupación y a la pobreza estructural, sin perder la utopía de una mejor distribución de las riquezas, materia pendiente en nuestro bendito país. Sigamos buscando caminos de diálogo social, que prioricen el bien común por encima de los intereses sectoriales.