Por Joaquín Morales Solá.- Los hechos sucedieron el último miércoles en el Senado. El otrora poderoso bloque kirchnerista quedó entre atónito y enfurecido cuando se sorprendió con la noticia de que le habían arrebatado la mayoría, cualquier mayoría. La arquitecta de esa secreta y exitosa estrategia fue la nueva vicepresidenta, Victoria Villarruel, titular natural del Senado, quien logró agrupar en un solo haz a todas las fuerzas no kirchneristas del cuerpo para arrinconar a los seguidores de Cristina en la insignificancia. De ese modo, le sacó al kirchnerismo la mayoría en todas las comisiones, que son importantes porque pueden retener, aprobar o rechazar los proyectos de ley que ingresan. ¿Es injusto? Es, justo o injusto, el mismo método que aplicó el kirchnerismo cuando tuvo poder. Es cierto que hay minibloques que bailarán entre un lado y otro de la valla, pero será siempre solo un modo de negociar con el gobierno de Milei. El exdiputado radical Mario Negri había propuesto una estrategia parecida en Diputados: una alianza transitoria de todos los bloques no kirchneristas para conseguir la mayoría en las comisiones, pero ningún líder de los diputados opositores imaginó a tiempo la estrategia de Villarruel. La actual vicepresidenta es claramente una revelación política en un mundo oficial habitado mayoritariamente por personas sin pasado ni experiencia en la vida pública.
El expresidente Mauricio Macri, que habla con Milei más de lo que se sabe, suele pedirles paciencia a todos sus interlocutores de los últimos días cuando reflexiona sobre el ajuste en marcha. Recuerda también que en 2022 el Fondo Monetario le aceptó que era muy difícil salir del cepo cambiario de Martín Guzmán. “¿Ustedes se imaginan lo que significa ahora salir del cepo de Massa, que es mucho peor que el de Guzmán?”, acota Macri. En ese contexto, el ajuste anunciado por el ministro Luis Caputo, con la bendición explícita de Milei, tuvo varias interpretaciones. Desde Ricardo López Murphy, que lo consideró “estremecedor”, hasta otros economistas que lo describieron como “insuficiente”. En rigor, el ajuste significará un fuerte recorte del gasto público y una importante suba de impuestos. Existirá. Lo que los economistas discuten es si la forma que se anunció es la mejor, pero ninguno puede negar su existencia. Según los cálculos del Ministerio de Economía, el gasto público caerá en casi 3 puntos del PBI por el profundo recorte a la obra pública, la reducción de subsidios a las tarifas de servicios públicos y la caída de las transferencias discrecionales a las provincias. El gasto se achicará también, según anticiparon, porque dejará de existir la movilidad jubilatoria. El aumento a las jubilaciones está regulado por ley y, por lo tanto, su derogación requiere de otra ley del Congreso. Jubilaciones y minoría parlamentaria constituyen una mezcla históricamente letal para cualquier gobierno. Macri les hizo una leve corrección a los aumentos de los haberes jubilatorios dos meses después de ganar ampliamente las elecciones de mitad de mandato en 2017. La respuesta que recibió fueron violentas rebeliones dentro y fuera del edificio del Congreso. Milei propondrá una decisión mucho más profunda sobre los ingresos jubilatorios en el mejor momento de su fortaleza política, cuando acaba de asumir y luego de que las encuestas registran un presidente con una aceptación del 60% de la sociedad. Analistas de opinión pública sostienen que el jefe del Estado tiene ahora margen para moverse solo con un 30% de aceptación social, fundamentalmente porque la política carece de líderes opositores. “Ocurrió un terremoto. Todo lo que estaba ya no está”, sostienen. Queda en la oposición solo Axel Kicillof, quien sigue jugando a ser el paranoico Stalin en la administración bonaerense; echó a un cantante lirico solo porque éste simpatiza con Milei.
El ajuste de Caputo se complementará también con un fuerte aumento de impuestos, equivalente a más de 2 puntos del PBI. Para lograr eso, Milei deberá contradecir una parte de su propia ideología, que rechaza la presión tributaria sobre los ciudadanos. Reimplantará el impuesto a las ganancias tal como estaba antes de la decisión electoral de Massa (y que el propio Milei aprobó a mano alzada en Diputados), e impondrá mayores retenciones a las exportaciones y un aumento del impuesto PAIS en el precio del dólar para las importaciones y las tarjetas de crédito. Toda esa carga impositiva deberá ser efímera si Milei quiere cumplir consigo mismo y si, según dice, también quiere liberar a la economía del corset que la condenó al estancamiento de los últimos 12 años.
Antes de que el Congreso apruebe esas decisiones, el Gobierno deberá vérselas con los piqueteros, algunos convocados para el miércoles próximo. Existe también el dato cierto de la inflación desbocada que Massa ya había dejado en más del 160% anual (solo hasta noviembre). Milei le sacó el pie del Estado a los precios, pero la tragedia más reciente de la economía es culpa de Massa y Guzmán. Información reservada en poder de la administración de Milei asegura que están en el país agitadores cubanos y venezolanos dispuestos a ayudar al vandalismo de los revoltosos locales. Proyectan reproducir aquí el largo estallido social de 2019 en Chile. Esos mismos informes dan cuenta de que las fuerzas de seguridad fueron vaciadas de pertrechos durante la experiencia kirchnerista que acaba de terminar. ¿Ejemplo? Todas las fuerzas de seguridad tienen solo un camión hidrante para disolver eventuales sublevaciones.
Caputo está tapando con apurados algodones las heridas que producen la hemorragia. La sutura prolija vendrá con un programa económico, que incluirá una fenomenal desregulación de la economía. Funcionarios económicos la calificaron como la “mayor desregulación” desde Cavallo. Será aún más grande que la de los años 90 por la cantidad de regulaciones que se sumaron durante los cuatro gobiernos de los Kirchner. El proyecto inicial tiene como autor a Federico Sturzenegger, expresidente del Banco Central de Macri. El paquete de medidas de Sturzenegger implicará también una profunda reforma laboral. Esos anuncios podrían incentivar la inversión privada, la luz al final del túnel de la que habló Milei en su discurso de asunción pero que estuvo ausente en los anuncios de Caputo.
Milei no le pone palabras a la rectificación, pero cambia con sus actos muchas de las cosas que dijo durante la campaña electoral. La continuidad de Daniel Scioli como embajador en Brasilia es la prueba muda de una modificación de su relación con Lula. No necesita estar de acuerdo con Lula, pero debe respetarlo como un presidente elegido por la mayoría de su sociedad. Brasil es, además, el mayor socio comercial de la Argentina. Su carta al presidente de China, Xi Jinping, para pedirle ayuda frente a los próximos vencimientos de la deuda con el Fondo Monetario fue otra muestra de pragmatismo. Y de realismo político. Milei se había pronunciado contra los países “comunistas”. El Partido Comunista Chino es solo un nombre melancólico para un sistema autoritario de partido único, que practica un absoluto respeto a las reglas del capitalismo. El comunismo es nada más que una nostalgia de viejos comunistas. Cualquiera puede comprobar que en los países que gobierna formalmente el comunismo se derrumbaron las condiciones laborales. Desde China hasta Cuba, pasando por Vietnam.
Sin embargo, el acto de mayor conciliación visto por la política en los últimos tiempos se produjo entre el Presidente y el papa Francisco, tanto de parte de Milei como del Pontífice. El Papa atribuyó públicamente los viejos y graves agravios a su persona de parte de Milei a los avatares de cualquier campaña electoral. Punto. Dio vuelta la página. Milei no forma parte de la antigua grieta entre kirchneristas y antikirchneristas, que dañó sin causa ni razón al jefe de la Iglesia Católica. Con todo, ese acercamiento no hubiera ocurrido sin la silenciosa intermediación de un hombre prudente y con experiencia diplomática: el excanciller Adalberto Rodríguez Giavarini. De hecho, la canciller Diana Mondino, que sabe ponderar los gestos importantes, le ofreció a Rodríguez Giavarini la embajada en el Vaticano. El excanciller reflexionó durante unos días y al final decidió no aceptar, pero puso a disposición de Mondino su experiencia como exministro y también como expresidente del CARI, el más importante think tank argentino sobre las relaciones internacionales. Un hombre sin pasado como Milei puede escribir la historia con los trazos que más le gustan.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/