¿Cómo llegamos a esto?: las guerras, nuevas torres de Babel

Los gobiernos se dieron cuenta de cuántos adelantos se habían conseguido y en la capacidad que tenían para dominar, modificar y transformar la vida de las personas. Lo importante es mantener un espíritu crítico sobre lo que recibimos de los medios, darle valor a lo importante y somos seres vinculares.

Por Luciana Inés Mazzei.- Hace unos días, conversando con un sacerdote muy sabio, comprometido y sin miedo a la verdad, hablábamos sobre el ataque constante que están recibiendo las familias, los adolescentes y los buenos. Sí, los buenos, porque es una verdad que hay buenos y malos, la bondad y la maldad conviven en el corazón del ser humano y, como en el cuento de los lobos, crece aquel al que alimentemos.

En 1945 terminó la segunda guerra mundial y como ocurre en todas las guerras se producen importantes avances técnicos, tecnológicos y científicos que llevan a la humanidad al siguiente nivel. Como en la “Torre de Babel”, el hombre quería probarse a sí mismo hasta donde podía llegar porque en las guerras despiertan las mentes más brillantes para crear más y mejores recursos para ganarlas.

Después de 1945, los gobiernos se dieron cuenta de cuántos adelantos se habían conseguido y en la capacidad que tenían para dominar, modificar y transformar la vida de las personas. Se modernizaron desde las comunicaciones hasta métodos para curar heridas y enfermedades. Frente a esto no podían quedarse sólo con haber logrado estos avances, sino que era necesario que el mundo los conociera y los consumiera.

Fue así como, unido a un pensamiento marxista modernizado por Gramsci, al proponer la lucha de clases desde una intromisión en la cultura de los pueblos y el feminismo que promovía la revolución sexual femenina, se fue consolidando el tan famoso capitalismo en el que nos movemos hoy, con la sociedad de consumo imperante, el hedonismo reinante y el individualismo que rompe con todos los lazos familiares.

A partir de entonces, las familias se vieron empujadas a tener más ingresos para solventar la compra de infinidad de electrodomésticos, ropa, calzado, automóviles, entre otros. No está en el objetivo de este análisis demonizar los adelantos que hacen más cómoda nuestra vida, sino en reflexionar las consecuencias de querer acceder a todo sin medir las consecuencias.

Al notar que los sueldos no alcanzaban para todo, sumado al feminismo liberador, las mujeres salieron a trabajar (tampoco está en mí demonizar el trabajo femenino ni la posibilidad de estudiar y ocupar puestos en la sociedad). Este salir a trabajar de la mujer implicó tener que dejar a los hijos al cuidado de otros, que en su momento fueron las abuelas, pero con el tiempo fueron las niñeras, guarderías y jardines de infantes. De esta manera los padres fueron delegando sus funciones paternales en otras personas, que no siempre compartían sus valores ni transmitían las virtudes que ellos pretendían para sus hijos.

Del mismo modo, mujeres y hombres, esposas y esposos comenzaron a tener dificultades para compartir tiempo juntos, por las largas jornadas laborales, y cuándo la familia se encontraba al final del día, quedaba y queda poco espacio para el diálogo y el compartir.

La inclusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, si bien han promovido un avance en cuanto a cercanía con quienes están lejos, facilitan el trabajo, la posibilidad de acceder al conocimiento y la información a tan sólo un click, también ha traído serias complicaciones en el modo de vincularnos y comunicarnos de persona a persona. Cuesta dejar de estar conectados para conectar con quienes tenemos cerca.

A esta dificultad se suma mucho de lo que se encuentra en la red de redes es inapropiado desarrollo de las personas, naturalizando situaciones de violencia, abuso y consumo desmedido. Consumismo, hedonismo y narcisismo se potencian en el uso excesivo de pantallas y se busca llenar la soledad humana con contenidos que proponen disvalores y vicios nocivos para las personas.

Pero esto no significa que todo tiempo pasado fue mejor. Todos los avances han traído importantes mejoras en la calidad de vida del hombre en el mundo. Lo importante es mantener un espíritu crítico sobre lo que recibimos de los medios, darle valor a lo realmente importante y recordar que somos seres vinculares, necesitamos del otro para crecer, desarrollarnos y ser felices.

La autora está radicada en Rafaela. Es magíster en Orientación Educativa Familiar.

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