Por Emilio Grande (h.).- Al ser elegido Papa el 13 de marzo último, el cardenal Jorge Bergoglio eligió el nombre de Francisco por el «Poverello» de Asís, buscando imitar las virtudes de pobreza, caridad y humildad en un contexto de la Iglesia en crisis.
En lo personal tuve la gracia de recorrer esta ciudad en dos oportunidades: en 1995-96 con mi hermano Antonio durante el estudio en comunicación en la Pontificia Universidad Gregoriana y en 2002 en el viaje de bodas con mi mujer Claudia Baronetti.
Asís se encuentra a unos 20 km de Roma, en la región de Umbría, localidad que adquirió notoriedad mundial a partir de la vida y obra de su hijo predilecto: San Francisco. Está ubicado en el monte Subasio, tiene 26.000 habitantes, ubicado en la parte alta y baja de la montaña. En la zona alta permanece lo más antiguo de la ciudad; al caminar sus calles estrechas y milenarias parecen brotar la espiritualidad y las palabras de San Francisco: «Señor, hazme un instrumento de paz: donde hay odio, que yo lleve amor; donde hay ofensa, que yo lleve el perdón; donde hay discordia, que yo lleve la unión; donde hay duda, que yo lleve la fe; donde hay error, que yo lleve la verdad; donde hay desesperación, que yo lleve la alegría; donde hay tinieblas, que yo lleve la luz».
Existen muchas leyendas acerca de los orígenes de esta ciudad, una de ellas sostiene que fue fundada por el pueblo Umbro; más tarde, estuvo bajo la influencia etrusca en virtud de los hallazgos encontrados. Pero fueron los romanos los que le dieron una identidad bien definida; se conservan el templo de Minerva (transformado en una iglesia cristiana), restos del templo pagano, el foro y el anfiteatro, entre otros.
Después de la caída del imperio romano, Asís fue, sucesivamente, conquistada por los Godos (545), los Bizantinos, los Longobardos y el ducado de Espoleto. Hacia el primer milenio, empezó a luchar por su libertad comunal, y por ese entonces tuvo un gran desarrollo cultural y religioso; se construyeron iglesias y monasterios.
En 1182, durante el dominio opresivo de Federico I, se produjo un levantamiento popular, pasando luego en poder del Duque de Espoleto (año del nacimiento de San Francisco). En 1198, Asís fue cedida al papa Inocencio III que confirma los privilegios a través de una bula papal. Luego del dominio imperial y papal, los destinos de la ciudad fueron sujetos a los intereses de las familias de nobles y caudillos. Durante la guerra Perusa-Asís se produjeron cruentos saqueos y terremotos hasta que en la mitad del siglo XVI el papa Pablo III conquistó la región de Umbría, volviendo a la ciudad la tranquilidad y paz necesarias.
VIDA DE FRANCISCO
Francisco nació en una familia adinerada de Asís; su padre Pietro de Bernardone era comerciante de especias y telas, su madre Monna Pica deseaba llamarlo Juan, pero su marido cambió el nombre por Francisco.
En su niñez y adolescencia Francisco estudió latín, vulgar y provenzal; también música y le gustaba escribir poesías. Pero un episodio importante produce un cambio en su vida: mientras ayudaba a su padre en el negocio apareció un mendigo solicitando una limosna en nombre de Dios, pero el Poverello lo echó de mala manera, recapacitó que había obrado incorrectamente y fue tras su búsqueda, le pidió perdón y le entregó dinero. Asimismo, una noche mientras dormía tuvo la visión de Dios, esto fue para Francisco otro llamado de atención.
Más adelante realizó una peregrinación hasta Roma y estando delante de la tumba de Pedro observó que la gente dejaba algunas monedas. Entonces él entregó el dinero que disponía, sin quedarse con una cantidad mínima para su regreso a Asís. Al llegar a su ciudad, encontró un leproso, se acercó y lo besó entre la burla y el asombro de sus amigos y la decepción de su padre, siendo su madre la única que lo entendía.
En todo ese cambio interior producido, Francisco eligió el camino del silencio y la meditación por los alrededores de Asís. Un día se encontraba orando en la Iglesia de San Damián y el crucifijo que estaba en el citado templo comenzó a hablarle: «Francisco, reconstruye mi casa que, como ves, va en ruinas».
Pero Francisco interpretó literalmente el mensaje de Cristo que era reparar el edificio de la iglesia; en ese sentido tomó todas las telas del almacén del padre vendiéndolas en Foligno y luego llevó el dinero recaudado al párroco de San Damiano.
Poco días después, el padre lo encontró pidiendo explicaciones, pero Francisco se quitó la ropa, renunció a la herencia de los bienes y le dijo: «Hasta ahora te he reconocido, en adelante repetiré con más fe: Padre nuestro que estás en los cielos».
A partir del citado hecho, comenzó para Francisco una vida marcada por la meditación y las grandes renuncias, iniciando sus primeras predicaciones. Una de las anécdotas fue con el lobo de Gubbio quien devoraba animales y personas; el Poverello lo encontró, hizo la señal de la cruz y le pidió que no realizara más daño a los pobladores, a lo que el lobo aceptó la propuesta y vivió civilizadamente durante dos años.
ENCUENTRO CON EL PAPA
Con el paso del tiempo Francisco empezó a tener «seguidores» del nuevo mensaje evangélico, en 1210 creó la primera Orden, pero entendió que era necesario obtener la autorización del Papa Inocencio III y para ese fin viajó a Roma con unos frailes y el Papa admitió la fundación de la nueva congregación. En aquella ocasión, el Papa vio en sueños a la basílica de San Juan de Letrán a punto de caerse y un pequeño hombre que la sostenía para evitar su destrucción, suponiéndose que este último era Francisco.
Asimismo, la joven Clara Favarone de Ofreduccio, de condición social alta de la ciudad, escuchaba con devoción y admiración las prédicas de su futuro amigo. Más tarde, Clara se fue de la casa porque entendía que su vida debía estar consagrada a Dios; pronunció los votos de pobreza, castidad y obediencia y reconoció a Francisco como su superior: fue el inicio de la rama femenina del movimiento Orden de las Damas Pobres, luego llamada Orden Contemplativo de las Clarisas.
En 1219 Francisco fue a Tierra Santa (en ese momento los cruzados fueron derrotados en una batalla en Egipto), pero fue detenido y castigado, luego llevado delante del sultán Melek-el Kamel que lo interrogó largamente, quedando admirado de la intrépida fe de Francisco; le ofreció dones (conservados en el museo de la basílica de San Francisco) y además lo ayudó para que el Poverello visitara el Santo Sepulcro en Jerusalén.
PESEBRE DE GRECCIO
En diciembre de 1223, en el santuario de Greccio tuvo origen el rito cristiano del pesebre. En esa oportunidad, Francisco celebró la Natividad de modo original y poético: reprodujo escenas del nacimiento del Niño Jesús con realismo y plasticidad para que los fieles pudieran apreciar todas las incomodidades sufridas por la Sagrada Familia.
Un año más tarde Francisco estaba orando en el monte de la Verna y vio descender del cielo un serafín con alas maravillosas de luz, siendo sorprendido por una mezcla de gozo y dolor. Cuando la visión finalizó aparecieron en las manos, en los pies y en el costado heridas sangrantes, como su hubiera estado crucificado junto al hijo de Dios.
El 3 de octubre de 1226, Francisco muy enfermo partió de este mundo. Dos años más tarde fue canonizado por el papa Gregorio IX. Luego de sus inicios frívolos y principescos, la vida de San Francisco estuvo sellada de pobreza, caridad y humildad como alternativa a la ostentación verificada en los papados de ese momento.
Las palabras del crucifijo de San Damián no estuvieron verbalizadas en forma literal, sino que la misión encomendada para el Poverello era arreglar la casa de Dios en un sentido profundo, porque atravesaba momentos de materialismo y malas prácticas, alejadas del pedido especial de Jesús: testimoniar la Buena Noticia (Lc. 24,48).
Jornada por la paz
El 27 de octubre de 1986 se realizó la Jornada Mundial de Oración por la Paz en Asís con la participación de jefes y representantes de las Iglesias cristianas y de las religiones de todo el mundo invitados por Juan Pablo II. Ahora el papa Francisco manifestó su deseo de continuar el diálogo y acercamiento ante los representantes de otras confesiones cristianas y delegados de distintas religiones. ¿Habrá otra jornada mundial por la paz en Asís?