Claves para entender el desarrollo nórdico y escandinavo (o el subdesarrollo argentino)

El propósito de este trabajo es llamar la atención sobre algunos aspectos que ayuden a comprender la incidencia de factores que adunaron al progreso de aquellas tierras y que, por ausencia, parecen signar nuestro presente. Nota I

Por Rodolfo Zehnder.- El título de estas reflexiones suena pretencioso, en tanto son múltiples los factores que explican por qué determinados países han logrado un alto grado de desarrollo, según el Índice de Desarrollo Humano (IDH), y por qué otros surcan las tristes aguas de la mediocridad. No obstante, aclarado ello, no resulta a mi juicio ocioso destacar algunos de esos factores, a modo de ejemplo.

Va de suyo también que la historia de los pueblos escandinavos (Dinamarca, Noruega y Suecia) y nórdicos (Finlandia e Islandia) es muy distinta a la de los latinoamericanos, y sin perjuicio de que hurgar en la historia también ayuda a comprender el presente, el propósito de este trabajo no es ahondar en sus particularidades y vicisitudes, sino llamar la atención sobre algunos aspectos que ayuden a comprender –factor cultural aparte- la incidencia de factores que adunaron al progreso de aquellas tierras y que, por ausencia, parecen signar nuestro presente y -esperemos que no- nuestro futuro como nación.

1. Historia, presente y futuro común

Si bien en el pasado estos países tuvieron enfrentamientos, en particular entre Dinamarca y Suecia (libraron 7 conflictos armados, de los cuales Suecia ganó 5 y ello determinó que Dinamarca perdiera buena parte de su territorio), hace casi dos siglos que los mismos quedaron perdidos en la historia. Ya no hay reclamos territoriales, ni resentimiento, ni focos de tensión entre ellos, como no sea una suerte de rivalidad entre esos dos países (Noruega, el más rico de todos, está al margen). Todos disfrutan de un presente y avizoran un futuro, común a todos.

2. Fuerte presencia del Estado

Contradiciendo voces libertarias que ven en el Estado poco menos que un demonio (visión justificada, a veces) el Estado de Bienestar (the Welfare State) funciona: gestiona, gerencia y provee al bien común, sin perjuicio de fomentar la actividad privada (principio de subsidiariedad). Educación pública, gratuita: hay instituciones privadas, pero su calidad no es superior a la pública. El analfabetismo no existe, y la mayoría de la población habla, como mínimo, dos lenguas: la nativa y el inglés. Salud pública: de excelencia, al alcance de todos. Bajísima mortalidad infantil. Obras públicas: transporte, carreteras, túneles, medios de comunicación.: abundantes, modernas y eficientes.

3. Funcionamiento del Estado de Bienestar

Algunos datos ilustran al respecto: Jornada laboral en general es de 37,5 horas semanales; con tendencia a ser disminuida. Tasa de desempleo: muy baja en Dinamarca, Islandia y Noruega (2,6, 2,8 y 4,6% respectivamente; alrededor del 8% en Suecia y Finlandia). Capacidad de ahorro: se da en todos los países, variando de un mínimo del 8% en Noruega y Finlandia, a un 18% en Suecia, 24% en Islandia y entre un 20 a un 30% en Dinamarca. Edad jubilatoria: generalmente a partir de los 67, con tendencia a aumentar al ritmo de la expectativa de vida (alrededor de 80 años); pero es un sistema flexible que permite jubilarse antes, con disminución del haber. El haber jubilatorio alcanza para vivir; todos los países garantizan una pensión estatal mínima, y ello se incrementa generalmente con los subsidios (vivienda, transporte, etc) y los fondos de jubilación ocupacional (que representan de un 60 a un 80% del salario). Inflación: casi inexistente, variando de 1,37% anual en Dinamarca; 1,57 en Finlandia; 2,86 en Suecia; 3,16 en Noruega y 5,87 en Islandia. Y no se gasta más de lo que ingresa (populismo demagógico inexistente).

4. Consenso sobre modelo y proyecto de país

Es por ello que existe consenso, en general, sobre qué modelo de país se aspira a lograr, y en función de ello arriban a acuerdos sobre proyectos y políticas de acción. Las diferencias entre partidos políticos son matices, y refieren a de qué manera hacer que el Estado de Bienestar se perfeccione y cómo enfrentar los crecientes desafíos de la inmigración y del bajo índice de natalidad.

5. Ausencia de profundas brechas ideológicas

Todos sus gobiernos practican una suerte de socialismo de Estado, ubicados en el centro del espectro ideológico, con tendencias hacia la derecha (como ahora) o hacia la izquierda. No hay “grietas”, ni estériles discusiones ideológicas, ni “relatos” ajenos a la realidad de las cosas, ni drásticos cambios de rumbo económico que alteren la previsibilidad y la seguridad jurídica, lo cual facilita la inversión extranjera.

6. Muy bajo índice de corrupción

No caben dudas de que la corrupción es un factor que aduna al subdesarrollo: ahuyenta inversiones extranjeras, daña la imagen y credibilidad; genera inseguridad jurídica, e imprevisibilidad. Por el contrario, los países que analizamos son los que mejor miden a nivel mundial en materia de corrupción, según los índices que instituciones como Transparency publican periódicamente. Dinamarca lleva la delantera desde hace años; pero el resto de Escandinavia y países nórdicos están también entre los primeros 6 o 7 lugares. El resto de Europa está en el 14º.lugar, algo mejor que Estados Unidos. De 135 países medidos, Argentina ocupa el oprobioso 99º lugar, peor que Chile o Uruguay, aunque algo mejor que Brasil; Méjico es el que peor mide en América.

La excelente imagen que en este aspecto muestran estos países nórdicos y de Escandinavia se asienta sobre tres pilares: transparencia, prevención y sanción (no hay impunidad). Todos los actos de gobierno se publicitan; los mecanismos de prevención (normativas y regulaciones claras, no ambiguas o bivalentes) funcionan, y la sanción que recae sobre los infractores es dura y ejemplar. De modo que, si rara vez ocurre algún acto de corrupción (después de todo, son seres humanos), ésta es siempre aislada y puntual, no sistémica ni estructural.

7. Fortaleza de las instituciones

Estos países parecen haber consolidado la tesis de Acemoglu y Robinson, cuando en su obra “Por qué fracasan los países” señalan que la fortaleza de las instituciones es una condición sine qua non del desarrollo. Cada poder respeta al otro, y existe recíproco control. Adviértase que se trata, mayoritariamente, de monarquías constitucionales, con un fuerte rol del Parlamento, y un Primer Ministro que lleva adelante la administración. No se cuestiona la tradición monárquica, ni al Parlamento (los legisladores, si bien cobran un sueldo, vuelven luego de su mandato a sus tareas habituales, sin privilegios previsionales), ni a los magistrados judiciales, los cuales gozan de respeto y alto nivel de acatamiento de sus resoluciones. El juicio por jurados adopta la fórmula escabinada (intervienen jueces técnicos y ciudadanos comunes). Nadie discute tampoco la presencia de las fuerzas armadas (Islandia es el único país que no las posee), necesarias para la defensa (la sombra imperialista de la Rusia de Putin genera preocupación en la dirigencia, por lo que tampoco se cuestiona la pertenencia a la OTAN). También gozan en general de aceptación los sindicatos (de relativo poder), en tanto el derecho de huelga es raramente ejercido, y resulta claro que sus motivaciones no tienen que ver con la política.

El autor es abogado, doctor en Ciencias Jurídicas, docente universitario de Derecho Internacional Público y de Derechos Humanos; miembro de la Asociación Argentina de Derecho Internacional (AADI). Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/

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