LA PAZ.- Nadie tiene la menor duda sobre el éxito obtenido por Evo Morales en su periplo hacia el gobierno.
Y, más allá de la frivolidad de muchas interpretaciones referidas a su indumentaria, no tengo memoria de un personaje boliviano que hubiera logrado semejante impacto mediático mundial.
A su toma de posesión asistieron 11 presidentes y otras altas figuras de gobiernos extranjeros, y se acreditaron 1200 periodistas; ¡inédito en nuestra historia!
Pero hasta ahí llega la poesía.
A partir hoy, Evo Morales tiene que asumir el maldito desafío de gobernar. Y sostengo lo de «maldito desafío», porque, en las actuales circunstancias, pocos países deben ser tan difíciles como Bolivia.
Primero, porque hay que recordar que estamos viviendo los resultados de un proceso que comenzó con una brutal desinstitucionalización del Estado y de la consiguiente y lógica desagregación social. Obviamente, ello condujo al proceso de fragmentación nacional que tendrá una de sus manifestaciones en la consagración de las autonomías departamentales.
Segundo, porque esa impresionante mayoría que votó por Evo Morales y lo proclamó presidente sin necesidad de instancia congresual -también inédito-, no refleja, necesariamente, una coincidencia de intereses. Es, claramente, una coincidencia de rechazos. Porque no hay ninguna duda sobre el fallecimiento del anterior sistema político.
Los grandes partidos que compartieron una gobernabilidad de veinte años (MNR, MIR, ADN), han dejado de existir y han pasado a ser historia.
No sé qué va a hacer el próximo gobierno para marcar un rumbo al conjunto de la sociedad -eso es, gobernar-, si la diferencia, heterogeneidad y contradicción de intereses es tan grande. Porque lo que le interesa a Santa Cruz no es lo que le interesa a El Alto, ni el conjunto de expresiones populares comparte los mismos objetivos.
Cierto, el Evo Morales de hoy, después de su periplo internacional y su llegada al gobierno, ya no es el mismo radical dirigente cocalero y de fácil discurso opositor. Ya ha comenzado a hablar de la necesidad de «hacer buenos negocios», de dialogar con Estados Unidos, de buscar inversiones, de conversar con sus «amigas» Petrobras y Repsol, de garantizar la estabilidad, de cuidar el régimen fiscal? En otras palabras, se va confirmando aquella sentencia criolla de «¡otra cosa es con guitarra!»
Hasta hoy, el «pregobierno» ha sido brillante. No sé cómo será su gobierno, en este país en el que los últimos cinco han sido cualquier cosa… ¡menos gobierno!
Cayetano Llobet
El autor es un analista político boliviano.
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 23 de enero de 2006