Bienaventurados los muchachos y las chicas que hacen de la vida una ofrenda, un deber y una oblación.
Bienaventurados los muchachos y las chicas que deciden su futuro orando, consultando y reflexionando.
Bienaventurados los muchachos y las chicas que postergan su noviazgo hasta consolidar su voluntad, disciplinar su afectividad y madurar su inteligencia.
Bienaventurados los muchachos y las chicas que optan por una carrera o un oficio para servir mejor a la comunidad.
Bienaventurada la juventud que se enamora de Cristo y quiere proclamar ese amor.
Bienaventurada la juventud que sufre cuando la Iglesia y el país padecen y se alegra cuando la Iglesia y la patria triunfan.
Bienaventurada la juventud que trabaja por la paz y la que tiene sed y hambre de justicia.
Bienaventurada la juventud que busca primero el Reino de Dios y lo demás lo considera añadidura.
Bienaventurada la juventud orante, penitente y eucarística.
Bienaventurada la juventud que prefiere perder el ojo, el brazo, el pie, si ese ojo, pie o brazo son ocasión de pecado.
Bienaventurada la juventud que es fría o caliente porque la tibia será vomitada por el Señor…”
Mons. Vicente F. Zazpe
Queridos hermanos:
1. En el mes de octubre de 1980, durante el Congreso Mariano Nacional celebrado en Mendoza, quien fuera nuestro primer obispo, pronunció un vibrante discurso a la juventud allí reunida. En él estaban sus famosas “Bienaventuranzas de los jóvenes” que –como toda auténtica palabra profética- siguen resonando hoy con notable actualidad. Al disponernos a reflexionar sobre los jóvenes y la pastoral juvenil he querido evocar estas palabras que han animado la vida de muchos jóvenes y la práctica pastoral de la Iglesia en el país durante tantos años; también entre nosotros. Muchos de los que ya no somos jóvenes recordamos con emoción aquella jornada memorable. Otros oyeron hablar de ella y muchos han podido leer, reflexionar y orar con estas sabias palabras cargadas de compromiso y afecto hacia los jóvenes.
2. Continuando con el camino pastoral que nos propusimos a partir de nuestra última Asamblea Diocesana, este año con esta Carta Pastoral quiero invitarlos a reflexionar sobre los jóvenes y la pastoral juvenil. Y desde ahora me apresuro a aclarar que se trata de una propuesta para todos, no sólo para los jóvenes. La realidad juvenil nos involucra a todos; a los jóvenes y a quienes ya no lo somos. No sólo por su importancia numérica sino por lo que significa esta realidad en nuestra vida cotidiana. Juan Pablo II, que era un gran amigo de los jóvenes, solía decir que en la juventud están el futuro de la Iglesia y del mundo, y ésta no era una frase retórica ni mucho menos demagógica. Por el contrario, expresaba lo que nuestra propia experiencia nos confirma. La juventud vale en sí misma y –en cierto sentido- los jóvenes no sólo son el futuro sino también el presente de la Iglesia y del mundo. La juventud debería ser la etapa de los sueños y de los grandes ideales; de los proyectos ambiciosos y de las opciones definitivas; como afirman los obispos latinoamericanos: los jóvenes “no temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido…” Por ello todos constatamos hasta qué punto la vida de los jóvenes marca y caracteriza la vida de las familias y de las comunidades; de las instituciones sociales, educativas y culturales; el mundo del deporte y del trabajo. La mayor o menor presencia de los jóvenes dan un tinte peculiar a cada una de estas instituciones. De hecho, hoy muchos lamentan la falta de participación de los jóvenes en ámbitos decisivos: en la política; en la actividad gremial; en las organizaciones sociales y también en la vida de la Iglesia. Los principales problemas que preocupan a la sociedad argentina del presente tienen a los jóvenes como protagonistas decisivos y –a menudo- como víctimas directas: la problemática de la inseguridad; el tema de las adicciones; el trabajo ilegal o “en negro”; la violencia en el deporte y en la escuela; distintas maneras de discriminación; etc. Paradójicamente, junto a una superficial exaltación de lo juvenil también se constata un cierto desprecio del mundo de los jóvenes, por parte de muchos adultos. También hay otros temas de la existencia cotidiana que nos afligen y que están directamente relacionados con los jóvenes: la fragilidad de los vínculos familiares; la incomunicación creciente en un mundo “hipercomunicado”; la superficialidad, la frivolidad y la chabacanería promovidas por los medios de comunicación social; la utilización del tiempo libre; etc. Este panorama de la realidad juvenil, más exhaustivamente considerado, es el que nos llevó hace tres años a señalarlo como un desafío para la actividad pastoral de la Iglesia y a responder a este desafío con nuestros objetivos pastorales.
3. Así, al formular el objetivo general que nos propusimos como diócesis para estos años, insistimos en la necesidad de:“Consolidar el encuentro de los bautizados con Jesús, mediante una intensa vida sacramental, para que seamos testigos y servidores suyos, en las diferentes realidades de nuestra Diócesis”. Pero este encuentro con Jesucristo se realiza de manera distinta según las varias realidades que desafían a la tarea evangelizadora de la Iglesia. Por ello con los objetivos específicos quisimos concretar distintas respuestas, en función de los desafíos que habíamos discernido como más urgentes en nuestra realidad diocesana. Así señalamos la crisis familiar, una realidad juvenil desafiante y una vida cristiana poco vigorosa como los principales desafíos a enfrentar en este trienio.
4. Todavía recordamos con asombro y gratitud la hermosa experiencia del Encuentro Diocesano de Familias, momento culminante del año pastoral dedicado a la familia. Al celebrar la “alegría de ser familia” volvimos a reconocer que todos en ella somos importantes y todos en ella estamos llamados a vivir en plenitud nuestra vida cristiana. Volvimos a sentirnos todos comprometidos en la construcción de esta célula básica de la Iglesia y de la sociedad. Volvimos a tomar conciencia que no habrá una Iglesia y un mundo renovados sin familias plenas, fecundas, serenas y afianzadas. En este marco nos es más fácil reconocer la importancia del segundo objetivo específico que nos habíamos propuesto en la Asamblea del año 2005:
Afianzar una pastoral juvenil abierta, paciente y misionera,
que brinde un proceso formativo,
para que los jóvenes se encuentren con Cristo y opten por la vida cristiana
5. Con este objetivo queríamos responder a una realidad juvenil desafiante que nos interpela y debería movilizar a toda la comunidad cristiana. Se los decía en la misma Carta Pastoral: “Se trata, entonces, de consolidar el encuentro de los jóvenes bautizados con Jesucristo, como nos pide el objetivo general. Para ello el camino debe ser una pastoral juvenil que, asumida por todos (pastores, adultos, familias, escuelas, etc.) no dude en hacerles propuestas claras y exigentes, ya que los jóvenes sabrán valorarlas. La vida sacramental, la Palabra de Dios, la oración, la formación sistemática, la misión y el servicio a los más pobres, son caminos concretos para afianzar un proceso formativo integral, personal y comunitario, que sea también abarcativo de todas las dimensiones de la vida. Ello demanda de todos nosotros creatividad, paciencia y mucha perseverancia. No nos lamentemos de la situación de los jóvenes si, como Iglesia, no estamos dispuestos a responder generosamente a este desafío…” Continuando y profundizando el compromiso en favor de la familia ahora queremos mirar y responder a los desafíos que nos plantea la realidad juvenil.
6. Este camino pastoral que les proponía hace dos años se ha visto plenamente confirmado por el Papa Benedicto en su mensaje de preparación de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud que se realizará este año en Sydney (Australia). El lema de dicha Jornada es: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos”. Con contundente agudeza el Papa nos propone como respuesta a una realidad juvenil desafiante el “binomio” Espíritu Santo-misión, la fuerza y la vida de Dios y el empeño comprometido de cada uno de nosotros por comunicar esa vida a los jóvenes. No es más desafiante ni complejo el mundo que hoy vivimos que el que les tocó vivir a los primeros discípulos enviados por el Señor: “… La fecundidad apostólica y misionera no es principalmente el resultado de programas y métodos pastorales sabiamente elaborados y eficientes, sino el fruto de la oración comunitaria incesante. La eficacia de la misión presupone, además, que las comunidades estén unidas, es decir que tengan un solo corazón y una sola alma, y estén dispuestas a dar testimonio del amor y la alegría que el Espíritu Santo infunde en los corazones de los creyentes…”
7. La compleja realidad juvenil que debemos enfrentar reclama de nosotros la firme y humilde convicción en el poder transformador del Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Reclama también el perseverante recurso a la oración que es el “alma de todo apostolado”. Y supone que, unidos, busquemos al Espíritu allí donde podemos encontrarlo: “…con los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y después, de modo constante, de la Eucaristía, es como el Espíritu Santo nos hace hijos del Padre, hermanos de Jesús, miembros de su Iglesia, capaces de un verdadero testimonio del Evangelio, beneficiarios de la alegría de la fe…”
8. Esta enseñanza del Santo Padre viene a confirmarnos lo que habíamos discernido en la última Asamblea Diocesana. Una vida cristiana poco vigorosa es otro desafío fuerte a la nueva evangelización. Por ello es que nos propusimos como tercer objetivo específico: Procurar que Jesús sea conocido, amado, seguido y celebrado con fe madura, para que cada bautizado dé un auténtico testimonio cristiano, contagiando la alegría de ser amado por Dios y manifestando la esperanza en la Vida Eterna. Al mismo tiempo el mensaje del Papa nos estimula a continuar revisando y renovando nuestras propuestas para la Iniciación Cristiana, como lo venimos haciendo en la diócesis y en el país.
9. Vida en el Espíritu y misión es la discreta pero eficaz respuesta que podemos dar hoy, y siempre, a una realidad juvenil desafiante. Vida en el Espíritu que nos lleva a conocer, amar e imitar a Jesucristo. Misión que surge del incontenible deseo de comunicar a otros “…lo que hemos visto y oído…” (1ª Jn, 1,3). Vida en el Espíritu que empujó al Beato Piergiorgio Frassati, el joven piamontés que encontraba en la Eucaristía cotidiana la fuerza para su servicio a los más pobres y su compromiso político; vida en el Espíritu que llenó el corazón del Beato Ceferino Namuncurá, el joven mapuche que quiso consagrar su vida para servir a sus hermanos mapuches como sacerdote y misionero; vida en el Espíritu que animó a la Beata Laura Vicuña, la joven chilena que no dudó en ofrecer su vida por la salvación de su familia…. Estos jóvenes, y tantos otros, nos confirman el poder transformador de la vida en el Espíritu y la capacidad que tiene el Evangelio de dar respuesta a los grandes desafíos de hoy y de siempre.
10. Por ello, como Iglesia diocesana queremos responder a la realidad juvenil desafiante con una pastoral juvenil ingeniosa, creativa y perseverante. No nos tocan a nosotros respuestas de tipo social, político, económico, etc. En principio, las comunidades cristianas no son centros asistenciales, servicios psicológicos o sociales, centros de estudio o investigación, por más valiosas y necesarias que sean estas instancias. Podremos articular nuestra pastoral con dichos servicios, pero sin perder de vista nuestro específico aporte. La nuestra deberá ser siempre y ante todo una respuesta pastoral. Se trata de ir al encuentro de los jóvenes allí donde ellos están, para ofrecerles, como los Apóstoles, lo que tenemos: “…No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo, en el nombre de Jesucristo de Nazareth, levántate y camina…” (Hech 3,6) El barrio, el taller, el campo, la fábrica, la empresa, la escuela, la universidad, la cancha, el boliche, los medios de comunicación, el sindicato, el partido político, son algunos de los espacios propicios para encontrar a los jóvenes y para ofrecerles la Buena Nueva, capaz de responder a todas sus preguntas. En este sentido nos será de gran provecho atender a la enseñanza de la Conferencia Episcopal de Aparecida, que da pistas muy concretas para una renovada Pastoral de Juventud.
11. Al comenzar la Cuaresma quiero invitar a todos los fieles de la diócesis a recorrer nuestro camino de conversión volviendo la mirada a la realidad juvenil que nos circunda: en la familia, en el barrio, en la parroquia, en el pueblo o la ciudad. Por gracia de Dios, y del trabajo de muchos, en la diócesis venimos haciendo un serio y profundo trabajo de pastoral juvenil. ¿Conocemos y apoyamos este trabajo? ¿Son suficientemente aprovechadas las ofertas que nos hace el Equipo Diocesano de Pastoral de Juventud? Al interno de las comunidades parroquiales, ¿cuál es la presencia y la participación de los jóvenes en la vida de la comunidad y en las diversas áreas de la pastoral (catequesis, liturgia, Caritas…). Pero al mismo tiempo todos deberíamos cuestionarnos sobre nuestra presencia como Iglesia en los distintos ámbitos juveniles de nuestro medio, acompañando a los más jóvenes: los padres en las escuelas y en los centros deportivos; los docentes en el aula y más allá de ella; los distintos dirigentes en sus respectivas instituciones; etc. Y preguntarnos también qué podemos hacer cada uno y como comunidad cristiana para acrecentar esa presencia. Ante todo hago esta invitación a los pastores, pero también a los padres de familia, a los docentes, a los agentes pastorales y a quienes tengan alguna responsabilidad frente a los jóvenes.
12. Sobre todo quiero invitar a los mismos jóvenes a ser los primeros evangelizadores del mundo juvenil. Nadie como ustedes podrá llegar tanto hasta el corazón de los demás jóvenes. Nadie como ustedes será capaz de comprender y compartir los anhelos, las búsquedas y las dificultades de los demás jóvenes. Nadie como ustedes será más convincente en la propuesta. Vuelvo a recordarles el ejemplo de Piergiorgio Frassati, de Ceferino Namuncurá, de Laura Vicuña…Vuelvo a recordarles la mirada de Jesús que algún día los fascinó y los entusiasmó en su seguimiento. ¿Podrían negarle esta experiencia maravillosa a otros jóvenes que, como ustedes, buscan la verdadera felicidad, la “bienaventuranza” de la que hablaba Mons. Zazpe? También el Papa Benedicto los invita: “Que cada uno de ustedes tenga la valentía de prometer al Espíritu Santo llevar a un joven a Jesucristo, del modo que le parezca mejor, sabiendo dar razón de su esperanza, pero con mansedumbre…”
13. La llamada que todos recibimos para convertirnos y renovar nuestra vida cristiana en la próxima Pascua, debería estar teñida en esta Cuaresma, y a lo largo de todo el año, por este compromiso común: amar más y servir mejor a los jóvenes, ofreciéndoles la oportunidad de un encuentro profundo y transformador con Jesucristo, el Señor. Sólo así estaremos trabajando seriamente en favor de una pastoral juvenil abierta, paciente y misionera, como nos propusimos en la última Asamblea Diocesana. Signo de este compromiso evangelizador será nuestro decidido apoyo y participación en el Encuentro Diocesano de Jóvenes que realizaremos, Dios mediante, el 6 y 7 de septiembre de este año, en la ciudad de Rafaela. De esta forma, además, nos uniremos espiritualmente al Papa y a los jóvenes de todo el mundo que participarán de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, que se realizará en Sydney (Australia).
14. Al iniciar nuestro camino cuaresmal pido a Dios para todos los fieles de la diócesis la gracia de un corazón dócil y disponible para la obra renovadora del Espíritu en nosotros. Vamos al desierto con Jesús para volver a escuchar la Palabra y adherir con más convicción y entusiasmo a la voluntad del Padre. Este año, como Iglesia diocesana, reconocemos una particular llamada de Dios para comprometernos en la misión evangelizadora de la Iglesia, de manera especial en favor de los jóvenes, para que –junto a nosotros- sean muchos los que puedan tener la alegría del encuentro con el Resucitado.
A él le pido, por la intercesión de nuestra Madre de Guadalupe y de San José, abundantes bendiciones en este tiempo de gracia y en el año pastoral que iniciamos para todos y cada uno de los fieles de la diócesis.
+ Carlos María Franzini
Obispo de Rafaela
Rafaela, Cuaresma 2008