Estamos celebrando 200 años, Bicentenario de Nuestra Patria. Dos siglos de aquél 25 de Mayo de 1810, en que nuestros antepasados decidieron, al grito de libertad e independencia, forjar las bases de un nuevo Estado, de una nueva Patria, Argentina, libre y soberana.
Hoy, a 200 años de aquella gesta, intentamos cubrir con nuestra memoria el ayer y la actualidad nacional.
Esta mirada sobre nuestra historia despierta en nosotros dos sentimientos: el agradecimiento por el potencial de riqueza, material y humana que enorgullece nuestro ser de argentinos. Agradecimiento a quienes, con peligro e incertidumbre iniciaron la gesta de Mayo y a quienes a lo largo de estos dos siglos la profundizaron con trabajo, con investigación, con solidaridad, con ética, y con educación.
Pero hay otro sentimiento penoso, casi humillante: El Bicentenario nos sorprende en un estado de profunda crisis política, social, económica y moral.
DE AYER A HOY
Cuando en 1910, Argentina festejaba su primer siglo como nación soberana, era un país con progreso, con iniciativa, lanzado hacia un futuro esplendoroso. Un país con proyecto. El mundo entero la admiraba. Argentina era una bella princesa que seducía a miles de inmigrantes.
Hoy, un siglo después, nuestra patria está postrada, aislada del mundo. Empeñada al interior y al exterior, en políticas erradas; sin visión global de la actualidad. Aliada a gobiernos más cercanos a la dictadura que a la democracia; con una dirigencia política y sindical fragmentada, corroída por egoísmos irrenunciables, anestesiada por un individualismo letal.
Los inversores extranjeros ignoran Buenos Aires. La incertidumbre jurídica y los cambios veleidosos de las políticas económicas, la indisciplina laboral etc., les obliga a otear otros horizontes.
Tenemos entre dos y tres millones de habitantes que pueblan las 819 villas de la Capital y el Gran Buenos Aires. Solamente en la Capital Federal, hay entre 195.000 y 235.000 personas viviendo en un medio cuya precariedad, todos conocemos.
Argentina tuvo una tradición educativa encomiable, desde la Ley 1420, que proclamó, ya en el siglo pasado, la educación primaria, gratuita y obligatoria.
En la primera mitad del siglo XX, Argentina era un paradigma educativo por la calidad de la educación.
Hoy, la crisis azota nuestro sistema educativo: hay 900.000 chicos que ni estudian, ni trabajan; 1.300.000 abandonan la escuela media o se atrasan por repetición.
Los indicadores de calidad educativa según mediciones de la UNESCO, tampoco favorecen a la Argentina. En 1997, ocupábamos el primer lugar en América Latina. Diez años después estamos en el octavo o noveno lugar (La Nación, 8/04/2010).
Fruto de la inseguridad tanto jurídica, como económica hay 150.000 millones de dólares, argentinos en cajas de seguridad o en el extranjero, dando trabajo a ciudadanos de otras latitudes (La Nación, 8/04/2010).
Nuestra gran riqueza agroindustrial nos permitió casi llegar a la producción de 100.000 toneladas de granos. Pero su exportación, esta entorpecida, maniatada, castigada con penosas retenciones arbitrarias, fruto de rencores ideológicos y de miopía política.
No es ajena a la crisis la dirigencia política y sindical. Quienes están en el gobierno, cegados por un poder verticalista y hegemónico desconocen el disenso. Incapaces de dialogar, se encierran cada vez más en el unicato partidista, que les llevó a la sistemática caza de conspiradores.
La oposición, cegada por el individualismo y la ambición del poder personal o de partido, sucumbe en los mismos errores que gobierno: cultivan las posturas proselitistas del inmediatismo y de la seducción del votante, en lugar de establecer políticas nacionales a corto, mediano y largo plazo, que contemplen las necesidades, urgencias y conveniencias de toda la población. .El país como proyecto, no pasa por sus mentes de nuestra dirigencia política. Locuaces en el criticar; mudos en el obrar.
Entre los miembros de la primera junta, había tres militares, que asumieron con valor, arriesgando sus vidas, la lucha por la independencia y la soberanía del país.
Lamentablemente hoy el colectivo social Fuerzas Armadas está discriminado, más por el vil deseo de venganza, que por el ejercicio de una necesaria y reparadora justicia. El principio de todos son igual y ninguno, inocente, es discriminatorio y hiere la equidad republicana.
Hacer justicia por lo abusos cometidos en épocas dictatoriales, es siempre loable. Pero que incluya, tanto a uniformados como a subversivos.
Parcializar la justicia, es injusticia. Quedarse petrificados en el pasado y cultivar un fino rencor, no es sano, ni democrático, ni postura acorde con el siglo XXI. No es el camino para alcanzar la unidad y la prosperidad nacional. El odio no rompe cadenas, las hace indestructibles.
¿QUÉ SOMOS? ¿DÓNDE ESTAMOS?
Hemos recordado lo que fuimos y constatado lo que somos. Busquemos contestar lo que tendríamos que ser y podemos serlo.
Cuando titulaba la charla de “Bicentenario, de la creatividad a la coherencia”, estaba señalando a grandes rasgos el sendero de la grandeza de los argentinos.
Por creatividad entiendo, trabajo, ingenio, eficiencia, producción, exportaciones, inventos, realización desde el sentirse útil, …
La coherencia, hace a la moral, a la ética, al saber cumplir la palabra, al sellar con hechos lo que decimos o prometemos; al l rechazo sin ambigüedades de toda corrupción.
ESTE Bicentenario es un desafío para iniciar la marcha en pos del lugar, que por situación geográfica, riquezas naturales, capacidad intelectual de nuestro pueblo, debemos ocupar.
Esta aspiración a conquistar la grandeza, no es vana ilusión nacionalista, es un deber ético con la humanidad y con los más pobres de nuestro suelo.
En un mundo de escasez de alimentos, en el que mueren 17.000 niños de hambre por día (ONU), sería imperdonable que esta porción de la tierra ubérrima, que es nuestra Patria, estuviera abandonada, improductiva, anclada en mediocridad y en la desidia.
Por otra parte, los 3.761.274 km2 que forman nuestra Argentina, con climas ideales para la vida humana; con capacidad de producir alimentos en forma rápida, abundante y de calidad; con una reserva de agua dulce envidiable. Estas estratégicas tierras australes, lejos de las potencias nucleares ubicadas en el hemisferio norte, son codiciables. Hay muchos ojos puestas en ellas. Si no las cultivamos, poblamos y defendemos nosotros, podrían ser declaradas “Patrimonio de la Humanidad” y ser los argentinos simples inquilinos en su propia casa.
Por eso este Bicentenario debe sacudir a todos los argentinos e impulsarlos a descubrir la vocación de grandeza que tiene nuestro territorio y sus habitantes. Debe comprometernos a una autoestima y alejarnos de la tentadora mediocridad, causa de nuestra decadencia y postración.
Desde ahora, Bicentenario, iniciemos una cruzada para recuperar el lugar que debemos tener en el concierto de las naciones. Esta cruzada convoca a todos los argentinos, más allá de su condición social, militancia política, credo religioso. Eludamos la excusa cobarde, tan nuestra, que comience el otro; eso le corresponde al gobierno, etc. La epopeya del Bicentenario debemos celebrarla todos y la mejor forma de hacerlo es reeditar, hoy y ahora, los gestos de grandeza que honraron a nuestros próceres y a tantos ciudadanos y ciudadanas anónimos, cuyos sacrificios y trabajos nos merecieron la Nación que tenemos. Responsabilidad de todos. Un grano de arena, no es una montaña, pero hay montañas de arena.
EN BÚSQUEDA DE LA GRANDEZA PÉRDIDA
En este bregar por adquirir un puesto de honor, sugiero un simple caminar. Es un soñar con los ojos abiertos y el corazón palpitando por el bienestar de nuestro pueblo, especialmente los más pobres y postergados.
Lo que señalo es un itinerario posible, hitos para construir una Nación grande en armonía y comunión con todos los pueblos.
No dudo, habrá otras propuestas para hacer del Bicentenario una gran fiesta y la oportunidad del reencuentro entre argentinos, afirmando su identidad y su hermandad. Yo sugiero este itinerario.
ITINERARIO
· De lo inminente, a lo trascendente, la persona.
· Desde el hombre, a Dios, nuestro Padre.
· Desde la democracia, a una madura, adulta convivencia.
· Desde el dialogar, al disentir constructivo y patriótico.
· Desde el trabajo, a la autorrealización.
· Desde la educación, al desarrollo integral de la persona, (todo el hombre y todos los hombres).
Desde la mediocridad, a la calidad en todo.
· Desde la exigencia, a la comprensión (inclusión).
· Desde la solidaridad, a la promoción de la persona.
· Desde la improvisación, a la planificación, al proyecto de Nación.
· Desde la libertad, al respeto por la pluralidad.
· Desde la diversidad a la conformación de la unidad nacional.
· Desde la amistad con los países limítrofes, a la integración en el concierto de las naciones.
· Desde la industria, al campo, que es una excelente industria.
· Desde la palabra, discurso, a la coherencia de las obras. (Palabras pocas, cansan; hechos, muchos, convencen).
· Desde el amiguismo, clientelismo, a la profesionalidad, capacidad competitiva.
Si autoridades y ciudadanía seguimos este itinerario, el Bicentenario será preámbulo de un nuevo amanecer argentino. Con orgullo podremos mirar la azul y blanca, porque le habremos dado el brillo que merece y que sólo se consigue con la creatividad y con la coherencia.
Hno. Eugenio Magdaleno
BICENTENARIO: ORACIÓN A LA VIRGEN
Virgen María, Tú que desde los albores de nuestra Patria has estado junto a nosotros y desde Luján bendices y proteges a todos y a cada uno de los argentinos, recibe nuestra filial oración.
Por tu mediación, agradecemos a Dios los dones que generosamente ha derramado sobre nuestro suelo y sobre nuestros hermanos.
Virgen María te pedimos:
· Voluntad para cuidar y multiplicar las riquezas recibidas.
· Amor para compartir con nuestros hermanos los bienes, don de Dios, para todos.
· Humildad para saber escuchar y aprender cada día.
· Apertura para aceptar e integrar las diferencias y a los diferentes.
· Bondad y ternura para con nuestros hermanos enfermos, desposeídos, solos.
· Decisión para construir una Patria próspera y justa.
· Responsabilidad para cumplir la ley y los deberes inherentes a nuestro estado o a nuestro cargo.
· Fe para creer siempre en Dios, que es Padre, Fuente y Razón del mundo.
· Sinceridad y coherencia para que nuestro decir coincida con nuestro obrar.
Así podremos mirar con orgullo nuestra bandera, que lleva los colores de tu manto, y construir una Patria de hermanos en la que la prosperidad alcance a todos, la justicia sea garantía de verdad, y la paz, sinónimo de argentinidad.
Virgencita de Luján llévanos en tu corazón y bendice a nuestra amada Patria. Amén.
Hno. Eugenio Magdaleno