Por Elisabetta Piqué.- Entre las diversas historias que quedarán en la memoria colectiva del legado de Silvio Berlusconi, una es seguramente la de “il lettone di Putin”. Es decir, esa famosa cama matrimonial que le regaló uno de sus mejores amigos del escenario internacional, el presidente ruso, Vladimir Putin, que hoy, con el fallecimiento del cuatro veces expremier italiano, aparece más solo que nunca.
El “lettone di Putin” saltó a la fama durante las escandalosas fiestas en Palazzo Grazioli, la residencia romana de Berlusconi, cuando fue descrito con lujo de detalles por Patrizia d’Addario, una de las chicas que llevó hasta allí un lúgubre empresario, para que se divirtiera el entonces primer ministro y magnate, famoso por ser un gran “playboy”. Más allá del “lettone di Putin” y su amistad con el autócrata del Kremlin, el Cavaliere dejó marcas indelebles en el escenario internacional, donde también es recordado por diversas gaffes que hicieron historia (y crearon tempestades).
Con gran pragmatismo, mucha informalidad, poca diplomacia y enorme carisma, todo el mundo reconoce que, cuando estuvo en el poder, Berlusconi logró tejer alianzas y afianzar relaciones personales, no sólo con Putin –que en su último cumpleaños le envió 20 botellas de vodka de regalo-, sino también, con otros líderes políticos. Entre ellos, el estadounidense George W. Bush, a quien secundó en su aventura militar en Irak, el líder libio Muammar Khadafy, a quien trató con todos los honores y hasta le dejó montar en Roma una impresionante carpa, durante una visita oficial en víspera de la Primavera árabe que lo derrocó y con el exprimer ministro español, José María Aznar. Más allá de sus encantos, el Cavaliere nunca logró seducir a la mujer más poderosa de los últimos años en el Viejo Continente: Angela Merkel.
Como él solía recordar en los últimos meses, al ver con gran aprensión la guerra en Ucrania y a su amigo Vladmir Putin en dificultades, cada vez más aislado, Berlusconi, que se consideraba en voz alta “un gran estadista”, siempre se jactó de haber logrado el “miracolo” –milagro- de Pratica di Mare. Un “capolavoro” que ocurrió el 28 de mayo de 2002 cuando, durante su segundo mandato, organizó una cumbre con 12 representantes de la OTAN en Pratica di Mare, localidad cercana a Roma donde se levanta un aeropuerto militar, a la que también fue invitado Putin. Durante ese encuentro, se firmó la denominada “Declaración de Roma”, que le abrió las puertas de la OTAN también a Rusia. Algo que hoy –con la OTAN respaldando a la Ucrania invadida por Rusia- aparece como algo de ciencia ficción.
El año pasado, al cumplirse el 20 aniversario de esa firma, Berlusconi reivindicó “con orgullo” en un posteo en Facebook haber logrado juntar a Bush y a Putin para firmar un tratado que “le puso fin a más de cincuenta años de Guerra Fría”.
Si hubo gran sintonía con George W. Bush, que lo invitó a su ranch de Texas, no ocurrió lo mismo con Barck Obama. Difícil olvidar cuando, en una de sus gaffes más famosas, que provocó un escándalo mayúsculo en Italia, Berlusconi definió al entonces candidato a presidente demócrata como “lindo, joven y bronceado”. La gravísima metida de pata tuvo lugar en noviembre de 2008 justamente en Moscú, cuando alguien le preguntó qué pensaba sobre el futuro de las complicadas relaciones ruso-norteamericanas. Entonces, Berlusconi no tuvo mejor idea que contestar que como Obama es “lindo, joven y bronceado” tenía “todo como para llevarse bien” con el entonces presidente ruso, Dmitri Medvedev.
Ni bien se dio cuenta de que su salida no había sido feliz, el Cavaliere explicó que sus palabras en verdad habían sido “un gran cumplido” para Obama. Además, cuando algunos cronistas le preguntaron qué pensaba de las polémicas que seguro iban a surgir por sus dichos, agregó: “si no tienen sentido del humor y hay alguien que piensa que no fue un cumplido, entonces quiere decir que son unos imbéciles y se pueden ir a la…”.
Dejando atrás eso, en 2009 dio una vuelta al mundo una foto en la que, durante el G20 de Pittsburgh, después de estrecharle la mano a Obama, Berlusconi hizo un gesto de inmensa admiración para con su esposa y primera dama, Michelle Obama.
El magnate también tuvo una controvertida amistad con el presidente turco Recep Tayipp Erdogan, nacida más allá de las relaciones comerciales y los intereses geopolíticos, con el ex premier español, José María Aznar y con el actual primer ministro húngaro, Viktor Orban, entre otros.
Mucho menos idílicas fueron sus relaciones con la longeva canciller alemana Angela Merkel. En una cumbre ítalo-alemana en Trieste, en 2008, la sorprendió con un “¡cucú!”, tras haberse escondido detrás de un agente que portaba una bandera. Pero sobre todo se recuerda cuando, en momentos en que la fiscalía de Bari investigaba sus fiestas con menores a través de escuchas telefónicas, trascendió que había tildado a su influyente par alemana de “culona inchiavabile” (“culona incogible”).
Entonces era septiembre de 2011 –meses antes de su clamorosa renuncia, en medio de una tempestad financiera-, y ningún medio italiano, salvo el diario Il Fatto Quotidiano, se atrevió a publicar semejante grosería, aunque se escribieron ríos de tinta sobre lo que fue bautizada “la interceptación killer”.
Años antes, a mediados de 2003, en una trístemente célebre sesión del Parlamento europeo de Estrasburgo, Berlusconi, entonces presidente de turno de la Unión Europea, ya había desatado un escándalo al tildar de “nazi” al eurodiputado alemán, Martin Schulz.
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