Comenzó una negociación con el Fondo Monetario para una eventual resolución de la deuda en default con el Club de París. La primera novedad es que el organismo tendrá cierta intervención en las tratativas, aunque indirecta, a pesar de las palabras públicas que esconden parte de la verdad.
La única condición para que esas gestiones progresen es que el economista francés Dominique Strauss-Kahn resulte elegido director general del Fondo, a fines de mes, y que luego logre el consenso interno del organismo para el caso argentino. El presidente Néstor Kirchner y su esposa avanzaron ya en un probable acuerdo con Strauss-Kahn durante la reciente visita de éste a Buenos Aires.
Strauss-Kahn es el candidato considerado más serio y sólido por los principales países del mundo para ocupar un cargo que siempre le correspondió a Europa. La Unión Europea lo ungió, precisamente, como su candidato para dirigir el organismo multilateral. Por eso, se descuenta que sus puntos de vista serán rápidamente aceptados por los países centrales.
El economista es uno de los barones del socialismo francés y fue ministro de Economía durante la gestión del primer ministro Lionel Jospin, socialista, en un gobierno de cohabitación con el ex presidente Jacques Chirac.
Ni Cristina Kirchner ni Strauss-Kahn, que en los últimos días se refirieron en público a la deuda argentina con el Club de París, entraron en el núcleo de la negociación abierta. Se limitaron a esquivar la nueva situación planteando principios generales que, no obstante, han sido tenidos en cuenta en las conversaciones últimas. La deuda ronda los 7000 millones de dólares.
«Las reglas no permiten evitar al Fondo Monetario», declaró Strauss-Kahn, refiriéndose a la deuda en default con el Club de París, poco antes de dejar Buenos Aires. «Es inadmisible una auditoría del Fondo», pareció responderle la senadora Kirchner desde Alemania. Los primeros trazos del acuerdo conformarían a los dos.
Strauss-Kahn es un político que sabe encontrar un camino intermedio entre dos posiciones que parecen irreconciliables. A Kirchner le gustan esas fórmulas que dejan bien parado su discurso de rebeldía sin romper con el sistema establecido.
La propuesta de Strauss-Kahn consistió en que el gobierno argentino debería hacer una enunciación formal de su programa económico, que luego sería «aceptado» por el Fondo Monetario. La «opinión» favorable del organismo no requerirá un programa o acuerdo entre el país y el Fondo. No existirían, por lo tanto, las auditorías periódicas que plantea un programa convenido con el FMI.
La propuesta conformaría a ambos protagonistas del enredo por la deuda en default: al gobierno de Kirchner y al Fondo Monetario. En efecto, se cumplirá con las normas que «no permiten evitar al Fondo», tal como lo dijo Strauss-Kahn, y no habrá «auditorías», como lo planteó el gobierno argentino a través de su candidata presidencial. El «acuerdo» del FMI es fundamental para que un eventual proyecto de refinanciación con el Club de París sea aprobado por el gobierno y el Congreso de Washington.
El Presidente fue seducido por la simpatía y la actitud flexible del economista francés. Pero ya antes estaba encantado con la forma de construcción política del presidente Sarkozy, que cooptó a los mejores o más emblemáticos dirigentes del socialismo francés.
El decidido apoyo de Sarkozy al socialista Strauss-Kahn para acceder a la conducción del Fondo Monetario es una prueba de esa operación de vaciamiento del socialismo por parte del popular presidente de Francia. Kirchner no lo dice, pero es obvio que le gusta el método de Sarkozy, que es también el suyo: quedarse con lo más significativo de sus opositores.
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Inmejorables fuentes oficiales destacaron la diferencia entre Strauss-Kahn y el español Rodrigo Rato, próximo a abandonar antes de tiempo la conducción del Fondo. Rato se mostró siempre distante e intransigente frente a las posiciones del gobierno argentino.
Sin embargo, Rato lideró el organismo en los tiempos de mayor virulencia contra el Fondo por parte de Kirchner. Hubo momentos en que éste no dejaba pasar una semana sin una alusión crítica al organismo y, a veces, a su director general, Rato, a quien nombraba en las tribunas más insólitas. Las críticas se espaciaron, pero no desaparecieron, luego de que la Argentina resolviera pagarle toda la deuda al Fondo.
Rato, que es también un político, decidió que no pondría la otra mejilla. Se olvidó de la Argentina y de Kirchner, salvo cuando el gobierno de éste reclamaba una refinanciación de la deuda con el Club de París sin pasar por el FMI. «No es posible», respondía Rato, inconmovible.
El Club de París, que reúne a las deudas entre los Estados, fue así un proceso de esperanzas y de desilusiones para Kirchner. Hasta principios de este año, el jefe del Estado aspiraba a resolver esa deuda en default, incluso como una bandera de campaña electoral para su esposa. Sin embargo, los mensajes que venían del exterior eran tajantes: o había refinanciación acompañada de un programa con el Fondo Monetario o la Argentina debía pagar al contado la totalidad de la deuda. Strauss-Kahn le encontró una salida a ese laberinto y a Kirchner le gustó la receta.
Otra línea de acción que planteó Strauss-Kahn fue que él insistirá en una idea de Rato para que el Fondo tenga líneas de créditos con muy pocas condiciones sólo para aumentar reservas. La Argentina podría acceder a esos créditos para pagar parte de la deuda con el Club de París. «Es importante que Asia y América latina tengan una vida activa en el Fondo», deslizó el economista francés cuando pidió la restauración del diálogo entre la Argentina y el organismo.
La novedad de esos progresos, siempre sometida a la elección final de Strauss-Kahn en el Fondo, fue notificada por Cristina Kirchner a la canciller alemana, Angela Merkel. Alemania es el país europeo que más insistió en la necesidad de que la Argentina resolviera el default con el Club de París. Berlín es un acreedor importante del país de Kirchner.
Además, ninguna empresa europea está en condiciones de lograr ni créditos ni la garantía soberana de su país para eventuales inversiones en la Argentina mientras exista ese default. El reciente pedido de Cristina Kirchner a los empresarios europeos para que inviertan en la Argentina tendrá siempre un escollo insalvable mientras su país sea un moroso incurable en el Club de París.
Por Joaquín Morales Solá
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 12 de setiembre de 2007.