Por Luciana Mazzei.- En una nota anterior hablé sobre la necesidad de validar las emociones para prevenir la aparición de desórdenes psicológicos en los miembros de la familia. Si bien la autorregulación tiene mucho que ver con el manejo y expresión de las emociones y la afectividad, no es el único aspecto. Los niños y jóvenes deben aprender a regular para ser personas asertivas, con habilidades sociales para la convivencia y sanas física, psíquica y espiritualmente.
La autorregulación implica lograr equilibrio en todos los aspectos de la vida de una persona. Tiene que ver con poder reconocer habilidades y limitaciones para trabajar en la mejora personal, el autoconocimiento y la autoaceptación.
Es necesario educarlos en el autocuidado: saber regular las horas de sueño, el tipo de alimentación, el tiempo de ocio y el tiempo de compromisos y responsabilidades, los pensamientos y los deseos, también son parte del autoconocimiento y de la regulación de los mismos dependerá lograr una vida armónica y saludable.
El manejo del dinero, el buen uso del tiempo, la sana diversión, son aspectos que no deben descuidarse en la formación de las personas. La sociedad actual, cargada de activismo y consumismo, nos empuja, muchas veces, a gastar más de lo posible, involucrarnos en más actividades de las que podemos afrontar día a día y nos lleva a vivir “a las corridas”, impidiendo la introspección necesaria para la autorregulación y la toma de decisiones.
Por ello es indispensable enseñar a desarrollarla desde la infancia y es tarea, en un primer momento, de la familia, pero también de la escuela y de los responsables de los diversos ámbitos donde los niños y adolescentes se desenvuelven. Los adultos somos los primeros que debemos saber cuándo parar para así dar el ejemplo y no mostrarnos como super personas que todo lo pueden. Llegando así, a estados de ansiedad límites que nos llevan a la irritabilidad constante por la frustración de no poder con todo.
El desarrollo apropiado de la autorregulación promueve la resolución de conflictos, ayuda a aumentar la tolerancia a la frustración, la capacidad de esperar y controlar la ansiedad, la evitación de conductas de riesgo y el autocuidado, a la vez que forma personas equilibradas y maduras.
Poner en palabras lo que sienten, creen y piensan, algunas técnicas de relajación, pueden ayudar con la regulación de las emociones. Las agendas, listas, cuadernos de registro, colaboran en la organización personal para no desbordarse frente a la acumulación de responsabilidades o actividades. Y la posibilidad de participar de actividades donde se pone en juego la capacidad de tolerar la frustración son recursos que también promueven la autorregulación.
El tiempo de ocio compartido en familia promueve el valor del encuentro con el otro por el placer que provoca encontrarnos y pasar un buen momento. La implicancia en las tareas de la casa integra poco a poco a los niños en la responsabilidad compartida y la conciencia de ser valioso e importante en la familia.
Las rutinas claras con respecto a las tareas escolares, el compromiso asumido con las actividades deportivas o artísticas impulsan la conciencia de ser con otro y facilitan el desarrollo de la tolerancia a la frustración cuando las cosas no salen cómo las esperaban.
Aquí algunas sugerencias específicas según las edades
2 a 5 años: el objetivo en esta etapa es que identifiquen y expresen emociones, es importante que:
- Nombren lo que sienten: “¿Estás enojado porque no salió como querías?”
- Usar cuentos, películas, títeres para hablar de emociones.
- Respirar como dragón (inhala fuerte y sopla fuego imaginario)
- Juegos con turnos (memoria, la oca, rompecabezas). Para favorecer la tolerancia a la frustración
- Anticipar cambios con imágenes o canciones.
6 a 9 años: el objetivo es que comiencen a usar estrategias con menor ayuda
- Hablar sobre “errores” como oportunidades para aprender.
- Enseñar a decir: “Estoy muy …, necesito calmarme, descansar, comer, etc”.
- Incorporar pausas activas o espacios de calma en casa y escuela.
- Tablas de refuerzo: «Hoy me calmé sin gritar → carita feliz».
- Juegos de mesa que requieran concentración y espera.
10 a 13 años: lo que se debe logar es que puedan reflexionar sobre su conducta
- Diario emocional: “Hoy me sentí…” y qué hizo que se sientan así.
- Rol-play: representar conflictos y resolverlos juntos.
- Conversar sobre situaciones de otras personas y cómo las resolverían ellos
- Rutinas claras con acuerdos: horario de tareas, descanso y ocio.
14 a 18 años: deben desarrollar autorregulación más autónoma para afrontar las situaciones de la vida adulta.
- Espacios de diálogo sin juicios: dejar que expresen y acompañar.
- Técnicas de manejo del estrés: respiración, escritura, música.
- Reflexión después de conflictos: “¿Qué otra opción tenías?”
- Fomentar la organización personal: agendas, apps de foco, listas, planillas de gastos
- Definir metas propias con acompañamiento (estudio, deporte, arte).
En todos los casos, el ejemplo del adulto, el diálogo abierto y el acompañamiento apropiado son las principales claves para lograr la autorregulación.
Fuente: https://somosinfancia.com.ar/ La autora es magister en orientación familiar, radicada en la ciudad de Rafaela.