Por Ricardo Miguel Fessia.- Ese miércoles de 1985, pasado el mediodía llegaron las noticias, algo confusas, de un hecho de extrema violencia en la convulsionada Bogotá: un grupo de hombres fuertemente armados había ingresado al Palacio de Justicia.
Si bien, todo lo que se refiera a hechos de esta naturaleza no podía sorprender a nadie, nos parecía bastante osado. El grupo “M-19” había tomado del Palacio de Justicia; uno de los lugares más importantes del país.
El 6 de noviembre de 1985, un bloque del M-19 quiso jugar fuerte y directamente apuntó a uno de los poderes esenciales del Estado; el Judicial. En ese lugar están las oficinas de la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura.
Es una edificación de diez pisos ubicada en la Plaza de Bolívar y aunque representa uno de los sitios que debería ser más seguro del país, fue tomado por un grupo guerrillero durante más de un día, concretamente, por 28 horas.
En definitiva la ocupación dejó un saldo de un centenar de personas en pleno centro de Bogotá, marcó el comienzo del fin de la guerrilla del M-19 que cinco años después dejó las armas y se convirtió en partido político.
Solo Clara Helena Enciso, una de las integrantes del grupo de 35 personas, que irrumpió en el lugar, sobrevivió a la violenta retoma del Palacio de Justicia por las fuerzas de seguridad del Estado que se prolongó durante dos días.
La operación, sin dudas, fue un gran error que llevó indefectiblemente al fin del prestigio del que gozaba, en algunos sectores, el M-19.
El “Movimiento 19 de abril”, nombre que tomó en 1970, cuando un supuesto fraude ocurrido ese día, puso como presidente al conservador Misael Pastrana Borrero, que había roto los moldes guerrilleros en Colombia, y quizás en América Latina, con un discurso que llegó profundo a los vecinos. Se la presentó como una guerrilla nacionalista que reivindicaba a Bolívar, del cual retomada los valores nacionales.
El 17 de enero de 1974, como un mensaje al país, un comando de cuatro personas, liderado por Álvaro Fayad, cometieron el robo de la espada, los estribos y los espolines de Simón Bolívar, el libertador de seis países de América que estaban guardados en una urna de vidrio en el Museo Quinta de Bolívar, una casa colonial en el centro de Bogotá. En el lugar dejaron la proclama: “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”.
Otra de sus acciones, con gran impacto, fue el robo de unas 5.000 armas llevado a cabo por un grupo de guerrilleros que se introdujo, en la nochevieja de 1978, por un túnel, cavado durante meses, en el Cantón Norte, la principal unidad del Ejército en Bogotá.
Un nuevo acontecimiento, para no dejar dudas del poderío del grupo, fue la sonada toma de la Embajada de República Dominicana, el 27 de febrero de 1980, donde tomaron decenas de rehenes, entre ellos el embajador de Estados Unidos y el nuncio apostólico. En la denominada “Operación Libertad y Democracia”, los guerrilleros estuvieron junto a los rehenes durante 61 días dentro de las instalaciones de la embajada, tiempo en el que se realizaron más de 20 reuniones para negociar la liberación de los diplomáticos, lo que finalmente se logró con una sola condición. Los miembros del M-19 se retiraron de la embajada junto a los rehenes hasta el aeropuerto de El Dorado, allí se subieron a un avión y viajaron hasta Cuba, en donde fueron liberados los diplomáticos y permanecieron los secuestradores varios meses. Aunque el Gobierno nacional negó la entrega de dinero, se rumoró con que el grupo guerrillero había recibido tres millones de dólares.
Pero fue el asalto al Palacio de Justicia, una operación de propaganda armada para definir responsabilidades tras el fracaso del proceso de paz con el Gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), fue la que les sentenció en formas adversa con la gente, a los que supuestamente representaban.
Se concretaba después de que el M-19 declarara en 1985 rota la tregua e inválidos los Acuerdos de Corinto, alcanzados en agosto de 1984 con el Gobierno para buscar una salida política al conflicto.
El impacto del ataque al Palacio de Justicia, en el que murieron magistrados, empleados, visitantes y guerrilleros -y que dejó once desaparecidos-, espantó incluso a aquellos que hasta entonces veían con cierta simpatía al grupo guerrillero.
Golpeado desde el punto de vista militar y acogido a una amnistía, el M-19 firmó la paz con el Gobierno y depuso las armas en marzo de 1990, convirtiéndose en el partido Alianza Democrática M-19, que años después desapareció y sus integrantes recalaron en otras fuerzas.
Muchos antiguos guerrilleros lograron cargos de elección popular en los años noventa del siglo pasado y algunos siguen en activo, como el mismo senador Navarro, de la Alianza Verde; el alcalde Mayor de Bogotá, luego Senador y actual presidente Gustavo Petro, del Movimiento Progresistas; o Everth Bustamante, que atravesó todo el espectro político y hoy es senador del derechista Centro Democrático.
Este nuevo hecho fue llamado “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”. En primer lugar, siete guerrilleros ingresaron por la puerta principal para tomar posición de puntos importantes dentro del palacio; media hora más tarde, el resto de los hombres del grupo armado ingresaron por el sótano tras enfrentar a escoltas y vigilantes.
Al escuchar el ruido de los enfrentamientos, los que estaban dentro del sitio desenfundaron sus armas y anunciaron la toma por parte del M-19. En el interior del Palacio de Justicia se encontraban alrededor de 350 personas.
Sobre las 13 horas se registró el primer ataque por parte de las Fuerzas Militares en el sótano del palacio, rápidamente se recuperaron los primeros tres pisos del sitio; mientras que en la planta baja inició un incendio que se mantuvo durante varias horas, aunque sin extenderse.
El presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes, desde el interior del Palacio, habló con Caracol Radio para pedir que cesará el fuego, pero este no fue escuchado y continuaron los ataques para retomar el poder del sitio. En este punto, los guerrilleros se encontraban encerrados juntos a los rehenes en el cuarto piso.
A media tarde, comenzó un incendio en la biblioteca en el primer piso; de la misma forma, en el cuarto piso comenzó una conflagración que se extendió en gran parte de la edificación. Mientras los bomberos intentaban apagar las llamas, los enfrentamientos continuaban.
En la retoma murieron 11 militares y policías, una de esas muertes fue vista por los colombianos en una transmisión en vivo cuando uno de los uniformados bajó de uno de los helicópteros y recibió un disparo que terminó con su vida.
Debido a las imágenes que mostraban los canales nacionales, el Presidente ordenó que el juego entre Millonarios y Unión Magdalena se llevara a cabo; además, pidió a la ministra de Comunicaciones, Noemí Sanín, que el partido se transmitiera en lugar de lo que estaba pasando en el Palacio de Justicia.
En la madrugada del 7 de noviembre se recuperó por completo el Palacio de Justicia. Este hecho dejó la muerte de 94 personas, de las cuales solo han sido identificadas 68. Existen dudas sobre la gran mayoría de los rehenes asesinados, ya que se ha especulado que no fueron los miembros del M-19 los que terminaron con su vida.
En el caso de Alfonso Reyes, en 2006 la Comisión de la Verdad determinó que la bala que asesinó al entonces presidente de la Corte Suprema no era del grupo guerrillero, sino del Ejército Nacional.
Hay 11 personas que están desaparecidas y años después fueron ubicados los restos de seis. De este hecho, aún hay preguntas que no se han respondido, de la misma forma, se han creado mitos que no han sido corroborados. Uno de ellos afirma que la toma fue financiada por Pablo Escobar, que habría entregado armas y dinero para que el M-19 logrará su objetivo.
No obstante los análisis y sortilegios por entender los detalles detrás de esta tragedia, creemos que es uno de los grandes misterios de la historia colombiana y en el objeto frecuente de los teóricos de la conspiración.