Por Alcides Castagno.- Cuando entraba a un lugar, haya quien hubiere, todos notaban que había llegado Antonio Terragni. Alto, corpulento, de voz estentórea, no necesitaba de anuncios ni luces y tomaba el mando de la conversación con una mezcla dosificada de ironía y sentencia.
Nació en Lehmann en 1909 y de pequeño llegaba cada día hasta las orillas del poblado para contemplar, de arriba hacia abajo, ese cielo verde que años después se convertiría en páginas. Rafaela muy pronto le dio las aulas en que estudió para un magisterio. Fue maestro rural, ejerció además en la Escuela Nocturna para Adultos N° 21, donde conoció a una maestra rosarina de nacimiento, rafaelina por adopción: Adela Dominga Bianchi (Adelina). Ambos, como pareja, se admiraron mutuamente y potenciaron ideales e iniciativas que trascendieron sus días y su tiempo. Antonio fue nombrado profesor de educación física en el Colegio Nacional y en la Escuela Nacional de Comercio. Como toda actividad que emprendió, ésta de docente no fue a medias: llevaba a sus alumnos al Club 9 de Julio para disponer de mayor espacio, le encomendaron siempre organizar y dirigir los desfiles escolares, usuales en las fechas patrias; a menudo, entre caminata y trote, conducía a sus alumnos hasta la quinta que tenía en barrio Villa Rosas y allí trazaba circuitos de recorrida marcándolas con trozos de caña y aprovechando el lugar para transmitir las bondades de la tierra y su producción.
Periodista
Definitivamente, la vocación de Antonio fue el periodismo. Comenzó como corresponsal del diario El Litoral; su hijo Marco Antonio era el encargado de entregar el sobre con las notas al conductor de la empresa El Cóndor. Ahí recién empezaba su historia. Imbuído del ambiente campesino, dirigió el periódico «Vida Rural» y el diario «El Norte». A principios de los 70, cuando se creó la primera radio local, LT28, Antonio fue designado jefe del servicio informativo; además, los domingos tomaba el micrófono para el programa «Transitando la Mañana», siempre con inclinación a la temática campesina. Confirmó esta tendencia al editar su primer libro «Cielo Verde» en 1974. Por entonces ya era corresponsal del diario La Nación, colaboraba asiduamente con medios locales y nacionales y había presidido el grupo fundador del Círculo de la Prensa de Rafaela. En mérito a su sed de participación e iniciativa fue miembro del Ateneo Juvenil Rural, el Instituto Nacional Sanmartiniano, la Comisión pro Monumento a San Martín y la Comisión de Cultura del Jockey Club. Uno de sus galardones más preciados fue la distinción brindada por el artista plástico Benito Quinquela Martín mediante el otorgamiento de la Orden del Tornillo (que le falta).
Viajes
Una de las inclinaciones del matrimonio Terragni han sido los viajes. Aprovechando al máximo los recursos -nada abundantes por cierto- de la actividad docente, recorrieron prácticamente todo el mundo, comenzando por Argentina y América. Para otros continentes Antonio se puso en contacto con una empresa naviera, proponiendo pagar los viajes en barco mediante artículos en medios nacionales, una forma de canje que la empresa aceptó y eso les permitió conocer países africanos, europeos, de Asia y Oceanía. Sus conocimientos idiomáticos eran muy limitados pero se las arreglaba para entrevistar gente y enriquecer sus artículos. Un ejemplo que trascendió vía familiar fue el reclamo que hizo en un hotel de París donde le dijo al conserje «le bañó está rotó». Se supone que a pesar de todo lo repararon. Un viaje de especial significación fue el realizado a Japón, desde donde trajeron un puñado de tierra de Hiroshima que está guardado en la Plaza de la Paz del barrio Guillermo Lehmann. Debe destacarse la creación y sostenimiento de la Fundación del Museo Histórico, por la cual se obtuvieron valiosos testimonios de los tiempos de la colonia. En 1956, la insistencia de Antonio logró que el Concejo creara un organismo dedicado a la conservación de objetos y documentos relacionados con la historia de la ciudad.
Sigmaringendorf
Hubo un momento en que la historia escrita de Rafaela debió cambiarse. Investigando antecedentes de Guillermo Lehmann en Suiza, donde se creía que había nacido, las respuestas fueron negativas. En los registros de Winthertur no aparecía su nombre, hasta que el rastreo documental lo ubicó en Sigmaringendorf, un pequeño y pintoresco pueblo en el Sur de Alemania, cercano al Danubio, donde la noticia se recibió con cierta indiferencia, pero gracias a las gestiones entusiastas de los esposos Terragni y del aporte documental de la Historia de Rafaela escrita por Adelina, se produjo un acercamiento que culminó con el hermanamiento firmado en Rafaela en octubre de 1981, en oportunidad del centenario, y que continúa en nuestros días con intercambios de variada índole.
Por supuesto que los esposos Terragni tuvieron una participación protagónica en todo lo que significó el contacto con las ciudades hermanas, incluidos los viajes. Fue en uno de ellos, el 23 de febrero de 1982, a poco de haberse producido el hermanamiento y la concreción del templete con la campana del centenario, que Antonio finalizó sus días mientras ascendía una cuesta para llegar al castillo de Sigmaringen. El esfuerzo fue excesivo para su voluntad de alcanzar la cima. Fue un involuntario gesto simbólico de unión entre dos pueblos hermanos. Su cuerpo fue repatriado para su sepultura en Rafaela.
Antonio con Adelina tuvieron dos hijos: Marco Antonio, abogado, doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales, docente universitario, conferencista y autor de 35 libros sobre su materia; y María Cristina, psicóloga, residente en Concepción del Uruguay.
Un recorrido con la guía de Marco Antonio por la casa de calle Brown donde su residencia convive con testimonios, fotografías y recuerdos, nos presenta algunos ejemplos de la labor de Antonio como escultor. Sorprende la calidad de su obra y el talento que de ella se desprende. Un ejemplo visible es el busto de Mariano Moreno ubicado como homenaje al periodismo en la esquina de 25 de Mayo y Moreno.
Antonio Ángel Terragni, maestro, periodista, escritor, poeta, escultor, viajero, dejó su nombre en una calle de la ciudad, pero por sobre todo dejó el testimonio de su impronta de participación activa y múltiple en la ciudad que amó.
Fuente: https://diariocastellanos.com.ar/