Muchos de los que, como yo, contamos con más de 30 años de existencia hemos dedicado muchas horas de juventud a uno de los juegos de mesa más apasionantes que se haya inventando en el mundo contemporáneo.
Luego de la segunda guerra mundial la geopolítica y las tácticas de guerra ya no fueron como antes y la misma concepción de cómo ejercer y mantener el poder había cambiado. Ese poder binario o bipolar que emergía y dividía al mundo en dos se ejemplificaba en un fascinante juego de mesa (por entonces se llamaba RISK).
El juego es conocido en la actualidad con el nombre de “Táctica y Estrategia de Guerra” (TEG) y propone un conflicto mundial armado en torno a la conquista del objetivo común que poseen todos los jugadores: ocupar 30 países alrededor del mundo. En términos cotidianos, forjar un imperio o conquistar el mundo.
Una vez repartidas las zonas de poder, las guerras y batallas sucesivas entre “enemigos” se libran entre las potencias mundiales existentes – un grupo de no más de seis amigos fuera de la mesa de juego, podría haber sido el eje contra los aliados. El éxito y el fracaso son definidos por una combinatoria de capacidades y habilidades para el pensamiento estratégico y el análisis del contexto de los participantes así como, obviamente, por el siempre presente azar encarnado en dos dados.
A poco de andar, se suelen establecer alianzas (organismos multilaterales o internacionales después de los años ‘50); capitalizar vergonzantes derrotas (como el tratado de Maastrich), establecer nuevos acuerdos temporales (la esferas de influencia), recuperarse de fracasos memorables (la guerra de Vietnam) y un sin fin de acciones donde todo puede suceder en un par de jugadas (como Mitre que ganaba la guerra y perdía en la política).
Tal como sugiere la historia del mundo, la nación o el jugador más débil podría ser el eventual ganador controlando todo un continente si formula las estrategias correctas a tiempo (pensemos en Rusia por ejemplo antes de forjar la Federación o incluso en Buenos Aires antes de la Confederación).
En el TEG intervienen factores críticos claramente humanos como la inteligencia, la lógica y el azar (casi como en la vida real) y sólo se trata de conservar, alimentar y expandir el poder (casi como en la vida real).
En cada vuelta, una vez que los participantes hicieron sus juegos existe una pausa para “reagrupar posiciones” (algo parecido a las rondas de negociación internacional).
En el juego de mesa, el continente Americano como un todo está dividido en dos continentes separados. Uno que reúne a los países de América del Norte y Central (desde el mar del norte al sur de Panamá) y otro que reúne a los países de la América del Sur.
Casualmente, un observador con capacidades para establecer relaciones, podría decir que América Latina es en estos días un territorio en disputa cuasi binaria bajo la mirada atenta de por lo menos dos jugadores. Uno del Norte, uno del Sur.
Ambos contendientes mueven sus fichas y consolidan posiciones desde sus propios puntos de largada (en ambos casos seguramente relacionados con un fuerte poder económico).
Casi como el mundo real durante la guerra fría, el juego lleva inevitable y rápidamente a la preeminencia de dos jugadores que se tornan rivales con una serie de potencias satélites que venden su alianza al mejor postor para no salirse del juego.
América Latina se convierte de a poco en el territorio más disputado internacionalmente. El conflicto transversal es claro, antes que una guerra armada la civilización moderna se articula en tanto proyectos de integración regional, en lo económico y en lo político por cierto antagónicos. Así, antiguas disputas se ponen de manifiesto en una mesa de negociación que tiene reminiscencias de mediados de siglo… del siglo pasado, y del otro en rigor de verdad.
La política exterior de Estados Unidos hacia América Latina materializada en el ALCA propone una estrategia de articulación prácticamente opuesta a la del MERCOSUR liderada por Argentina, Brasil y quien lo hubiera anticipado, Venezuela.
Estados Unidos y su aliado Chile, buscan sumar a un disminuido Uruguay en esta batalla por el libre comercio. Pero deberá en la próxima jugada reforzar su alianza con México para no debilitar sus fronteras.
Venezuela, compra bonos de deuda argentina, se convierte en uno de los principales acreedores de Argentina y la excusa perfecta de una Cuba olvidada ene esta partida. Bolivia, ofrece todas su fichas al proyecto de defensa de las economías nacionales cuando al llega al poder Morales. Asentada sobre una de las reservas de recursos naturales más estratégicas de la región consolida el poder para grupos históricamente rezagados y se articula al proyecto opositor en abierto conflicto con Chile (por una histórica riña de salida al mar).
Puede parecer ligero comparar la coyuntura latinoamericana con un juego de mesa, pero sin lugar a dudas, los dilemas del poder son ejercicios de toma de posiciones que analizados con cierta ironía, nos ayudan a ver una imagen más grande de lo que sucede.
Por eso seguimos
Generalmente en el TEG, lo difícil solía ser conservar el poder antes que conquistarlo. Las sucesivas rondas demostraban que al mínimo descuido del más poderoso (elecciones libres en lugares estratégicos), la hegemonía podía cambiar de manos. Más intrincadas y desafiantes eran las alianzas tácitas o explicitas que los que alcanzaban el poder debían articular.
Pero la lección más importante que asomaba para los atentos participantes, era que ninguna situación de poder actual es para siempre por más fuerte que aparezca en la superficie.
¿Acaso, no es así como sucede la política real?
El TEG posee un único error. Y es que no contempla una sola única y particular situación de poder. Quizás porque no tomó en cuenta la historia completa de América Latina o tal vez, su creador sólo miraba a Europa. Esa situación está dada cuando las propias fuerzas nacionales se alían con los centros de poder emergentes para torcer el destino nacional a favor de intereses no nacionales. Es decir, cuando el imperio de turno penetra en la estructura política interna de los países duales, como señalaban los autores del pensamiento nacional.
Y esto es lo que ha sucedido con las viejas rondas de TEG en nuestras tierras del cono sur.
Si esto es aun así, cabe preguntarse algunos interrogantes en las actuales condiciones políticas que seguramente muchos lectores se habrán planteado por estos días.
¿Puede la región mantener la actual coyuntura de oposición al poder hegemónico de Estados Unidos en América Latina?
¿Podrá Venezuela conservar la hegemonía y el liderazgo del cono sur y finalizar su proyecto bolivariano?
¿Logrará Bolivia articular su política interna y convertirse en actor dentro del bloque por MERCOSUR?
¿Podrá Argentina continuar la traza de un destino nacional propio y articularse definitivamente a la América Latina a la que pertenece antes que a Europa como el pasado?
Recordemos nuestras capacidades lúdicas y construyamos escenarios de debate en torno a temas de trascendente importancia histórica para nuestros destinos.
¿Tendrá más fuerza la estrategia política o los azarosos dados?
Natalia Aquilino
La autora es rafaelina, licenciada en Ciencia Política y trabaja en la ONU sede Buenos Aires.