Por Miguel Wiñazki.- El hombre que golpearía a su mujer mientras declamaba feminismo a los gritos, es el autor de esos versos ya inolvidables:
“Si me pierdo, yo me encuentro. Si me caigo, me levanto. El secreto en esta vida es seguir cantando”.
¿Seguirá cantando?
¿Se lo habrá recitado a Tamara Petinatto, ella embebida en cerveza?
-“Te amo”
-“Te amo”… Cierran por fin el patético cachondeo en su despacho de Casa de Gobierno.
¿Y la guitarra Alberto?
¿Solo se trata de vivir Alberto?
Los muertos que debieron haberse salvado en la en la pandemia si se hubieran hecho las cosas bien, no pudieron.
Paf.
Resonaba el infame sonido de los golpes sobre la cara de la mujer magullada por la violencia marital, según consta en expedientes judiciales y que reveló en Clarín el periodista Claudio Savoia.
“Venis golpeándome hace tres días”
Clama Fabiola morada de horrores.
La investigación recién comienza y podrían aparecer más sorpresas.
Es la violencia como método.
La patraña como táctica y estrategia.
¿Psicópata es el término?
O simplemente: golpeador.
Y las limitaciones evidentes para gobernar que la mayoría no vio o no quiso ver cuando lo ungió presidente.
En línea con el nivel intelectual y argumental de un Nicolás Maduro, ya electo presidente, Alberto Fernández consideraba que la Disney Corporation y la Warner montaron sistemas de control imperial y social. Repudiaba a Bugs Bunny al que calificó de “estafador”. Postulaba como explotado al Coyote y a sus miles de trampas por un vivo que lo llevaba siempre al abismo: el Correcaminos. El “bip bip” sería la onomatopeya del imperio.
Historia de las estupideces argentinas.
Como sea, esas miradas críticas no habrían sido lo suficientemente autocríticas a la hora de emprender las golpizas investigadas.
Fabiola, fue confinada a un reducto de Olivos, según su versión, y si fue así aún es más grave todo.
Maltratada y encerrada.
La violencia tiene mil rostros, o mil puños para ser más gráfico, o cachetazos, o gritos y trompadas.
Los cercanos del ex presidente que sabían que estas ferocidades de Alberto Fernández ocurrían, callaron. Son cómplices.
Es la violencia de los ataques del ex presidente contra su mujer, es la violencia del encierro radical de la pandemia, de la negociación por la vacuna Sputnik, arrodillado políticamente Alberto Fernández ante Putín, el autócrata e invasor de Ucrania, es el mega negociado con los seguros, tutelado también según los expedientes judiciales por el propio Fernández, y es la violencia de los miserables que alimentaron con alabanzas la construcción de un presidente que aparentó ser lo que no era y que era lo que no aparentaba.
El gran simulador.
No era moderado.
No manejaba la lapicera.
Y no era feminista.
Y no solo él. Muchas que se declaraban feministas no lo eran tampoco, ni lo son. Preferían la militancia partidaria a la real defensa de las mujeres atacadas.
Por ejemplo: callaron ante la violenta muerte de Florencia Magalí Morales en San Luis en plena pandemia, encerrada en un calabozo por ir a buscar comida para sus hijos, y liquidada, rodeada de silencios cómplices y sepulcrales.
La ministro de género de San Luis primero y de la Nación después, omitió el detalle de nombrar a Juan Carlos Solalinde (funcionario de R. Saa), tras asesinar a su mujer en San Luis. Fue sentenciado a perpetua ahora.
La saga continúa. Las exploraciones periodísticas y judiciales retrospectivas exhibirán más complicidades con la muerte,y con los silencios selectivos.
Tras el asesinato en el Chaco de Cecilia Strzyzowski, la entonces ministro Mazzina chapuceo invectivas contra “medios hegemónicos”. El feudo de Capitanich y sus secuaces; el clan Sena, no fueron ni siquiera rozados por las declaraciones oficialistas de entonces.
El oficialismo K también profanó al feminismo.
Detrás de toda ésta situación de brutalidad que involucra directamente a Alberto Fernández, se yergue la violencia escondida detrás de una pseudo pasividad.
El pasivo castigador.
El sometido por CFK, sometedor.
Todo estuvo rodeado por coros de aplaudidores K. que lo elogiaban por su “moderación” y firmeza en simultáneo, que se extasiaban ante las filminas televisivas en cadena, que lo exaltaban cuando afirmaba con el dedo apuntando a la sociedad que “se terminó el tiempo de los vivos” y que callaron tras el vacunatorio VIP y la fiesta en Olivos, todos hitos de un montaje farsesco.
Ahora el kirchnerismo ataca a su propio engendro, el ex presidente. Lo acusan de ejercer violencia política contra Cristina Fernández.
Alberto Fernández y Cristina Férnandez son ambos responsables de la pasada y fracasada gestión gubernamental.
Ella lo ungió candidato y todos sus respectivos desacuerdos posteriores ratifican la ineficiencia mutua.
Gastaron un dineral y comieron las uvas que la tradición española requiere para invocar a la buena suerte.
Ni las uvas, ni los euros dispendiosos aquella noche, sirvieron para borrar los acontecimientos atroces..
La espiral de violencia se conjugó con los negociados, y los negociados con el olvido de los muertos bajo la pandemia, con el pretendido olvido de las mujeres trituradas debajo de tanta palabrería alardeando defenderlas, por el olvido de la verdad y por el extendido imperio de la falsedad.
Es una “mentirocracia”. Todo es mentira.
Pero aún a los mayores enmascarados de la historia, se les ha desnudado el rostro.
Y Alberto Fernández ahora ya no tiene escondrijos para guarecerse.
El desmiente todo.
Pero el clamor se extiende.
¡Golpeador!
Fuente: https://www.clarin.com/