Por el obispo Luis Fernández.- Queridos hermanos, se llena de alegría el corazón, al experimentar esta convocatoria del papa Francisco, que se une al «paso» del Espíritu, que acompaña a la Iglesia fuertemente, desde la mitad del siglo XX y estos comienzos del siglo XXI.
Ese «paso» del Espíritu Santo, que llevó adelante con el papa San Juan XXIII, con el deseo del “aggiornamento de la Iglesia”, anunciando al mundo el Concilio Vaticano II, llamando a la Iglesia, a “acrecentar la vida cristiana”, “adaptarse mejor a las necesidades de nuestro tiempo”, teniendo el valor de “cambiar y transformar lo caduco”, “dialogando con el mundo”, promoviendo todo aquello que pueda contribuir a la “comunión con las otras religiones y con las iglesias separadas”, y la “unidad de la humanidad”, que salía de dos guerras mundiales, con miles de muertos y Naciones enfrentadas.
Fue el Espíritu, el que impulsó al papa Beato Paulo VI, a llevar adelante, con fortaleza de ánimo, el desarrollo y la conclusión del Concilio, «marco» en el que se van gestando, estos tiempos nuevos de toda la Iglesia.
Fue el Espíritu el que impulsó a Pablo VI, crear y promover en la Iglesia, las “jornadas mundiales”, para fomentar nuevas «mentalidades», que sacarán de la guerra, de la violencia, del aislamiento, de la tristeza y del sin sentido de la vida, así nacieron las jornadas mundiales por “la paz”, “…del enfermo”, “…de la juventud”, “ …de la vida consagrada” y que tanta fuerza de nuevo impulso, tuvieron en San Juan Pablo II, presente en aquella inolvidable 2da. Jornada Mundial de la Juventud en Argentina.
Hoy 2017, somos llamados en la Iglesia, a una nueva Jornada Mundial «de los pobres», “…para que no amemos solo de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1, Jn 3,18). Nos dice Francisco, “…que el que quiere amar como Jesús amó, debe hacer suyo su ejemplo, especialmente cuando se trata de amar a los pobres”.
Y pensar que hay entre nosotros, quien piensa que “no hay pobres”, y aunque a veces no se los visualice a los pobres materialmente, sabemos que existen en nuestra sociedad, otras pobrezas, como las morales: abusos, trata, trabajo infantil, las frágiles relaciones interpersonales, violencia de género, la corrupción, la falta de respeto, el atropello, la discriminación, etc.
La Jornada Mundial de los Pobres pone a Jesús como ejemplo, “él, que se hizo pobre para enriquecernos, se humilló, se bajó”, mostrándonos dónde encontrar la verdadera dignidad humana, por eso si queremos encontrar a Cristo, “toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres”. Tener esta mentalidad a lo largo de la vida, nos ayudará a madurar religiosamente y llevar adelante un mundo más humano, más alegre y feliz.
En nuestra zona como en toda Latinoamérica sabemos de necesidades que tienen los pueblos en cuanto a la salud en los hospitales urgencia de tomógrafos, de poder comprar los medicamentos que te recetan, de poder tener un trabajo digno y bien remunerado, que ayude a sostener la familia, de una educación equitativa donde todos puedan acceder a los conocimientos que te faciliten ser protagonista y sentirte incluido en la sociedad, de tener un techo, vivienda para cobijar a los hijos.
Esta jornada mundial cuánto nos puede ayudar a no esquivar compromisos por el bien común, a ser un poco más solidarios de lo que somos, a tener todos necesidad de formación en los principios de la doctrina social de la Iglesia, a encontrar todos caminos de diálogo y de inclusión social, sin favoritismos o corrupción, así como a ser disponibles para la escucha de quien está peor que nosotros, saliendo de nuestros egoísmos.
No es cuestión de tanta creatividad y conocimiento, sino de saber estar cerca y mirar con los ojos de Dios la realidad que tenemos por delante todos los días, de nuestra propia familia, de la gente con quienes nos encontramos, en el trabajo, en el deporte, simplemente caminando por la calle o en el supermercado, tener compasión, por quienes por diferentes realidades han pasado por momentos duros de la vida, sea de la delincuencia, de la droga del alcohol u otras adicciones, encontrándonos de verdad con el evangelio, donde Jesús dice: “Tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba de paso y me alojaron, desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, preso y me vinieron a ver”. Y le preguntaremos: “Señor cuando hemos hecho esto”, Jesús les responderá: “cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. Así, dice el Papa Francisco, “la misericordia que brota del corazón de la Trinidad, puede llegar a mover nuestras vidas y generar compasión y obras de misericordia en favor de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran necesitados”.
Esta nueva jornada mundial “de los pobres”, que fue presentada este domingo 19 de noviembre, la Iglesia nos “llama, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor, que rompe el círculo de soledad, su mano extendida hacia nosotros, es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma” (mensaje Jornada Mundial de los Pobres: papa Francisco).
Es querer seguirlo a Él, a Jesús, ser como Él. Nos ayudará a sentirnos felices de verdad, salir de nuestras vanidades y omnipotencias, ser más humildes y solidarios.
Todos los pobres pertenecen a la Iglesia por «derecho evangélico», solía decir el beato Pablo VI, y obligan a la opción fundamental por ellos. “Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y las nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin ‘peros ni condiciones’: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios” (mensaje del papa Francisco 2017).
“Esta Jornada tiene como objetivo en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen, ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro, se invita a todos a que nos dispongamos a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna” (mensaje del papa Francisco 2017).
Que no solo este domingo 19 de noviembre seamos solidarios y compartamos con los pobres, sino que nuestra conciencia, sea la voz siempre despierta que nos está marcando este «camino único» capaz de hacer una humanidad nueva, más fraterna, feliz de vivir en paz y alegres de sabernos todos hermanos en la nueva “globalidad”.