Por Florencia Raffaelli y Trinidad Bussolaro.- El uso intensivo de agrotóxicos provoca innumerables problemas para el medio ambiente y la salud humana. Muchas personas, en su mayoría los que utilizan estos productos, saben que esto es así. También periodistas, médicos, ingenieros y todos aquellos cercanos a la materia, en mayor o menor medida, lo saben. Pero nadie dice nada. Es más, a la mayor parte de ellos parece no importarles.
En Rafaela, el Concejo Municipal mantiene una deuda de años: legislar sobre la aplicación de agrotóxicos. La última vez que lo hizo fue en el año 2003. Desde entonces, se reclama por un cambio de normativa, se espera una respuesta y se pide que se trate sobre el tema. Pero el Concejo, incluso con cambio de bancas, sigue en una siesta de la que, según parece, nunca va a despertar.
Los legisladores todavía no entienden que lo que se reclama no es un capricho, es un derecho para nuestra sociedad. Se pide por los niños que nacen con malformaciones y con problemas para respirar, se pide por los vecinos que mueren por causas “extrañas”, se exige que actúen por la vida. Pero la siesta continúa.
Desde el 2012 se le reclama a los ediles para que se modifique la normativa local, una ordenanza que solo contempla 200 metros desde que finaliza el ejido urbano. Por aquellos tiempos, el reclamo lo inició la Asociación “Amigos de la Vida” junto al abogado e integrante de Nueva Ecología de la Tierra (NET) Guillermo Dalmazzo y la Agrupación denominada “1º de Marzo”.
Dalmazzo, que durante todos estos años acompañó el reclamo, hizo notas, se sumó al petitorio y habló con los concejales, afirmó: “Hemos escuchado a varios concejales y partidos políticos en el correr de los años; la mayoría nos han dicho que es un tema a resolver y que resulta preocupante, pero desde 2012 estamos sin una respuesta contundente y concreta. Nosotros creemos fundamental que se empiece a debatir sobre el modelo de producción y no tanto sobre los controles que se hacen sobre las fumigaciones; la deriva, la contaminación ambiental y los problemas sobre la salud humana, existen. Creemos que tenemos que seguir luchando por generar conciencia en la sociedad para que se siga peticionando a las autoridades y lograr que hagan un verdadero cambio de fondo en la normativa que permita modificar la realidad local”.
Pero Guillermo no se involucró solo en esta problemática. Durante el 2013 y el 2014, junto a otras personas y específicamente desde la agrupación NET, continuaron acompañando el reclamo: que se modifique el límite agronómico. Exigen esto, porque nunca obtuvieron respuesta, solo excusas del tipo que se imagine.
Ya por el 2017 se reunieron con personas del Instituto de Desarrollo Sustentable y estos presentaron un dictamen al Concejo con información que desde la Agrupación les habían proporcionado. En 2018, desde el Instituto, se buscó a un grupo de profesionales y asesores para realizar un informe sobre las posibilidades de producción alternativa en la periferia de Rafaela. Pero desde el Concejo, como siempre, no hubo una respuesta formal. “Una serie de cosas que a uno le hacen pensar que a esta altura del partido ya tuviéramos que tener una ordenanza. Hace casi una década que venimos reclamando. Ya se sabe que los agrotóxicos son nocivos para la salud (sea cual sea la clasificación toxicológica) y también se sabe que las buenas prácticas agrícolas son una falacia”, expresó Dalmazzo.
En los campos de la zona norte, entre el autódromo “Ciudad de Rafaela” y los barrios San José y Mora, y en la zona sureste, en el barrio 2 de Abril, durante todo el año se aplican agroquímicos de diversas clasificaciones toxicológicas. Lo que hoy se revela en términos de catástrofe de salud pública no es una cuestión de «mala praxis» (un productor que se pasa de dosis), sino las consecuencias de las aplicaciones sucesivas dentro de parámetros «legales» que se vuelven ilegítimos al poner en riesgo a la población.
El glifosato, uno de los más conocidos o nombrados por la sociedad, no es el agua bendita que algunos dicen que es. Y Rafaela no está ajena a esta realidad. En relación a los problemas de salud que se presentan en los barrios, Guillermo contó: “Sé que hay casos y sé que habrá más porque, lamentablemente, es matemática pura. Hay químicos tóxicos que son nocivos para los seres humanos y que se están aplicando en los barrios”.
Vivir en el 2 de Abril
Acá es donde nos detuvimos y quisimos saber más, escuchar lo que tenían para decirnos los vecinos, conocer sus experiencias de vida y ponernos en su lugar, o intentarlo, al menos por un momento.
Después de un largo recorrido por el barrio 2 de Abril, logramos hablar con una de las trabajadoras del Centro de Atención Nº 10. Nos contó que actualmente no se conocen problemas o quejas a causa de las fumigaciones, pero que dos o tres años atrás sí los había. Mucha gente se presentaba con problemas respiratorios, principalmente, a causa del aire contaminado que inhalaban.
Frente a las preguntas podíamos notar cierto recelo al hablar sobre el tema. Cuando le consultamos, la doctora dudó en dar demasiada información, pero finalmente decidió ayudarnos. Además, nos proporcionó algunos nombres de vecinos que viven a la vera de las vías del tren, zona donde se fumigaba.
Emprendimos rumbo hacia ese lugar. Tras preguntar a personas que veíamos en las calles, llegamos a una de las indicadas. Nos expresó lo mismo, que ya no se fumigaba allí, pero que desconocía acerca de problemas de salud a causa del tema. Su opinión, que sinceramente nos sorprendió, fue que está bien que se fumigue, porque de lo contrario los insectos y ratones avanzan.
En esa caminata entre las casas y la vía podían observarse infinitas realidades y características distintas; personas trabajando, niños jugando en las veredas, una señora que eligió a la radio como compañía o un hombre que pintaba el frente de su hogar. Todos en su mundo, pero cuando nosotras irrumpíamos en su ambiente, todo cambiaba. Algunos se mostraban muy amables, como la niña que salió corriendo a llamar a su mamá porque dos chicas vestidas de negro le querían preguntar sobre las fumigaciones. Pero la mayoría de los demás vecinos, mostraban cierto desconcierto, como reacios a comunicarse con nosotras. Sin embargo, una vez que nos presentábamos y comentábamos lo que estábamos haciendo, accedían a la conversación y a tratar de ayudarnos.
Unos nos decían lo que sabían y otros nos derivaban a sus vecinos, pero lo cierto es que en todos ellos notamos cierto desconocimiento acerca del tema. La mayoría ignora los problemas que puede provocar el uso de agrotóxicos. Incluso, cuando se les consultaba, no entendían mucho a qué nos referíamos.
Finalmente dimos con una ciudadana que cálidamente nos recibió en su casa. Al igual que los demás, desconocía al respecto, pero lo que sí sabía era el daño que las fumigaciones le provocaban a su hija.
En conversación con esta mamá, con la mirada algo perdida, nos respondió que no sabía mucho sobre el significado de los agroquímicos pero que, por su experiencia, comprendía que no era nada bueno. Relató que cuando se mudó al lugar, aproximadamente cinco años atrás, pasaban los famosos “mosquitos” delante de sus ojos, o mejor dicho, sus narices, y que su hija, de entonces 6 años, comenzó con problemas respiratorios. Un tiempo más tarde, en sus palabras, “nos dimos cuenta de que la contaminaban las fumigaciones”.
La vecina, sentada en la punta de la mesa y con las manos en la boca, contó que hoy no puede utilizar productos de limpieza como raid o similares por los problemas respiratorios que posee su hija. Dijo también que sentía que sus vecinos, al principio, no tenían noción de lo que significan los tóxicos que poseen los productos de fumigación. Pero que un tiempo después comenzaron a notar que los niños del barrio se enfermaban a causa de estos y le dieron un poco más de importancia al tema.
También relató que no conoce las ordenanzas y leyes que existen sobre el uso de agrotóxicos, que nunca hizo denuncias al respecto pero que muchas veces se acercó a la Municipalidad a reclamar para que no pasaran más en los campos que limitan con su casa. “Yo entiendo el problema con los campos, las pestes y los bichos, pero no pueden pasar tan cerca de nuestras casas, tan cerca nuestro. Y más aún cerca de criaturas que tienen asma, broncoespasmos y otros problemas respiratorios”, pronunció.
Contó que desde el Estado municipal nunca nadie se acercó al vecindario a dar alguna explicación sobre el tema y tampoco charlas en el Centro de Salud o la Vecinal. “¿Querés saber? Buscalo por internet y listo. Acá es así”, expresó con algo de bronca. Además dijo que, cuando los fumigaban, los centros de salud colapsaban. Muchas veces, eran tantas personas haciendo cola que debían acudir a otro. “Algunas veces, cuando veía que venía el mosquito, yo disparaba con mi hija y oxígeno”, narró.
No hay peor ciego que el que no quiere ver
En Rafaela, la situación sobre el uso de agrotóxicos es alarmante. Y el silencio predomina. Necesitamos de un Estado municipal que se ponga la camiseta, que adopte las medidas necesarias y urgentes para garantizar los derechos a la salud y la existencia de un ambiente sano.
Esta realidad angustiante y compleja nos obliga a dar una discusión y exigir una nueva normativa que contemple un nuevo límite agronómico, los avances en las investigaciones sobre el efecto de los plaguicidas en la salud y la existencia de alternativas de producción.
Como sociedad se puede ayudar y colaborar de distintas maneras, pero por mucho que se haga, la iniciativa debe surgir de los principales actores, los afectados. Son ellos quienes deben proponer esta lucha. Aunque no sólo ellos. Para un alcance mayor, para que la difusión sea masiva, o por lo menos más extensa, se necesita también de los medios de comunicación, quienes con el poder que tienen, marcarían la diferencia. Sabemos que hay poderes más grandes, como el político y el económico, como el agronegocio, que despliegan relaciones de intereses y que mantienen este tipo de “inconvenientes” a escondidas, que mantienen estos “secretos” bajo la alfombra.
Pero seguir respirando los desechos agrotóxicos ya no es una opción de vida. Debemos parar. Debemos dejar de dormir. Quienes toman las decisiones no están teniendo en cuenta las consecuencias que se provocan. ¿Hasta cuándo va a seguir esto? ¿Qué están buscando? ¿Qué esperan para dejar fumigar? Esta lucha por el derecho a la salud, debe estar en boca de todos y todas. Debemos ser parte de esta bandera.
Hay que despertar de la siesta. Tienen que parar. Tienen que parar de fumigarnos.
Las autoras son estudiantes de 3º año de la Licenciatura en Comunicación Social, UCSE DAR. Este trabajo fue realizado para la materia “Taller III” a cargo de los docentes Ariel Tolosa y Gerardo Boetto.