Advertencia para una oposición desorientada

¿Qué hacían en Catamarca los jefes radicales apoyando una re-reelección? ¿No habían dicho en Buenos Aires que esa práctica es tóxica, como realmente lo es, para la salud de la democracia? ¿O sólo lo es cuando la pretende o la ejerce un peronista? ¿Por qué, en última instancia, la re-reelección fue mala cuando la intentó Carlos Menem y lo es ahora cuando la insinúa el kirchnerismo, y fue buena, en cambio, cuando la puso en práctica Brizuela del Moral? ¿Por qué fue detestable cuando Néstor Kirchner habló de un proyecto propio de gobierno de 20 años y no lo fue cuando Brizuela del Moral dijo exactamente lo mismo hace pocos días?Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

Por Joaquín Morales Solá.- Era inverosímil anteanoche ver en Catamarca las imágenes del incombustible Ramón Saadi saltando de alegría por una victoria de Cristina Kirchner. Pero eran aún más asombrosas las imágenes de la conducción nacional del radicalismo cabizbaja porque había perdido un antiguo kirchnerista que aspiraba a la re-reelección. Lo que se vio en Catamarca fue a un gobierno nacional haciendo política con el mármol y el barro, y a una oposición incapaz de crear una opción política y moral distinta. Es difícil establecer cuánto del triunfo kirchnerista corresponde al arte del kirchnerismo y cuánto a los errores de la oposición, pero éstos existieron decisivamente en las primeras elecciones del crucial año electoral.
Brizuela del Moral es la expresión de un modo feudal de conducir una provincia pobre, cuya coalición, en la que prevalece el radicalismo, se limitó a reemplazar al anterior feudo de los Saadi, hace 20 años. No hubo en las últimas dos décadas un cambio de modos de gobernar, ni una forma diferente de administrar la economía, ni una renovación de la política. Nada. Todo siguió igual con otros nombres. Las denuncias cruzadas sobre las dádivas clientelares entre la oposición y el oficialismo, en los días previos a las elecciones, fueron todas ciertas. Cerca del 60 por ciento de la sociedad catamarqueña vive, directa o indirectamente, del empleo público. A ese porcentaje debe agregársele otro no menor de personas que subsisten gracias a los subsidios del Estado. Igual que en tiempos de los Saadi.
¿Qué hacían en Catamarca los jefes radicales apoyando una re-reelección? ¿No habían dicho en Buenos Aires que esa práctica es tóxica, como realmente lo es, para la salud de la democracia? ¿O sólo lo es cuando la pretende o la ejerce un peronista? ¿Por qué, en última instancia, la re-reelección fue mala cuando la intentó Carlos Menem y lo es ahora cuando la insinúa el kirchnerismo, y fue buena, en cambio, cuando la puso en práctica Brizuela del Moral? ¿Por qué fue detestable cuando Néstor Kirchner habló de un proyecto propio de gobierno de 20 años y no lo fue cuando Brizuela del Moral dijo exactamente lo mismo hace pocos días? Esas afirmaciones del gobernador espantaron a muchos catamarqueños, pero ningún dirigente nacional del radicalismo tomó distancia de semejante exabrupto.
Ya se ha escrito mucho sobre la escasa vocación democrática del kirchnerismo, sobre su elástica interpretación de la ley y las instituciones y sobre sus métodos oscuros para batir al «enemigo», sea cual sea éste. Habrá que seguir escribiendo sobre eso. Pero la oposición tiene la obligación moral de mostrar una alternativa coherente, que le permita a la política argentina un regreso a la democracia. Lo que gran parte de los opositores acaba de hacer en Catamarca corrió exactamente en la dirección contraria.
Brizuela del Moral no merecía, en rigor, el esfuerzo de ningún radical. Su carrera política como mandamás catamarqueño lo define más como un oportunista que como un hombre de ideas. Fue radical K (un radical convertido al kirchnerismo) mientras duró la buena suerte de los Kirchner. De la mano de ellos ganó su último mandato. Se apartó del matrimonio gobernante cuando sucedió la crisis política nacional por el enfrentamiento entre el kirchnerismo y los productores rurales, en 2008. Pasó del oficialismo a la oposición cuando el oficialismo se convirtió en una alternativa perdidosa. Esa es la verdad. La muerte de Néstor Kirchner lo sorprendió a Brizuela del Moral demasiado cerca de las elecciones provinciales como para probar otro ejercicio acrobático en el aire.
Catamarca tiene menos del 1% del electorado nacional. No debería predecir nada con miras a octubre, pero el gobierno nacional cuenta con un aparato cacofónico demasiado grande como para imponer su estrategia triunfalista. Se dedicó a Catamarca con hombres y mujeres, con vituallas, con dinero y con una infinita capacidad para unir hasta lo imposible. La oposición (bajo la responsabilidad del radicalismo en este caso) dejó que los radicales catamarqueños resolvieran a su saber y entender la elección, mediáticamente importante. Brizuela del Moral impuso en el radicalismo su criterio feudal contra alternativas más jóvenes y renovadoras de la política local. El radicalismo nacional inclinó la cabeza ante los antojos del gobernador. Ganó el ombliguismo partidario. Así les fue.
Hasta las distintas escenografías del domingo mostraron un plan en perfecta marcha, por un lado, y la improvisación, en el otro lado. Una gran cantidad de altos funcionarios nacionales arribó a Catamarca cuando ya la tendencia ganadora del kirchnerismo era irreversible. Al revés, Julio Cobos y Ernesto Sanz llegaron muy temprano a una fiesta y terminaron participando de un velorio. La política también se hace, guste o no, de imágenes.
«Hubiera sido preferible perder con algo nuevo y más democrático en Catamarca y no con más de lo mismo», señaló ayer un importante dirigente radical. Ya era tarde.
La irresistible vocación por la lucha interna sentenció también al radicalismo opositor a seguir siendo kirchnerista en Río Negro. El actual gobernador Miguel Saiz, también un radical K que no se arrepintió nunca de serlo, se impuso en la interna partidaria a dos fórmulas distintas, una bajo el padrinazgo de Sanz (que hizo muy buena elección) y otra cobijada por Ricardo Alfonsín (que tuvo resultados muy módicos). Sin embargo, sumados los votos de Sanz y de Alfonsín, existe una mayoría de radicales opositores en Río Negro que fueron condenados, por la constante rivalidad nacional, a vivir bajo el liderazgo de un kirchnerista. El candidato kirchnerista que ganó la interna radical deberá competir por la gobernación con un peronista kirchnerista. Al final de cuentas, el radicalismo vivió un domingo negro, tal vez como producto más de sus errores y de sus ensimismamientos que de los aciertos del oficialismo.
Ayer, Sanz, Alfonsín, Mauricio Macri y no pocos peronistas disidentes convocaban a mirar a Catamarca como un ejemplo de lo que la oposición no debería seguir haciendo en los próximos meses. Elisa Carrió había retirado a su partido de las elecciones de Catamarca porque no encontró diferencias entre los dos bandos. La derrota del domingo sólo les será útil a los líderes opositores, en efecto, si sirviera para que despierten de una buena vez.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 15 de marzo de 2011.

Archivos
Páginas
Scroll al inicio