La Pastoral Social de la Iglesia Católica en Mar del Plata los saluda y les da la bienvenida a nuestra tierra.
Los temas que los convocan tienen a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia una trascendencia central en la vida cotidiana de nuestras comunidades.
El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, debe ser el objeto de nuestras tareas y solicitudes.
No en vano, y desde siempre, la Iglesia ha considerado que el trabajo ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el trabajo.
Es que Jesús trabajador enseña que a la vez que no debemos dejarnos dominar por el trabajo más nos ocupa la salvación del alma- también debemos aprender que ese mismo trabajo es superior a cualquier otro factor de producción y, en particular, al propio capital.
El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre porque es idóneo para expresar y acrecentar la realidad humana y es por eso un bien de todos y que debe estar disponible para todos los que sean capaces de él.
La plena ocupación es por tanto un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia y al bien común.
Es esa una tarea esencial de empresas y gobiernos: dar trabajo digno y de calidad para promover a toda la persona y a todas las personas.
Por ese camino pondremos lejos de nuestras vidas al flagelo de la pobreza y la marginación.
Nada mejor para esas solicitudes que realizarlas en un contexto democrático.
Es que la Iglesia aprecia a la democracia en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y les garantiza la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes. Pero, en todo tiempo, debe recordarse que la autoridad política es responsable ante el pueblo.
En ocasión de la 86° Asamblea Plenaria, celebrada en noviembre de 2003, los Obispos de la Argentina en su documento «Ante los desafíos del A.L.C.A.» sobre el que, en estos temas, sería bueno volver una y otra vez- sostenían con meridiana claridad: «Los acuerdos justos y dignos entre países son bienvenidos porque nos confirman en el sentimiento de integrar una misma familia humana…El A.L.C.A. como los demás tratados internacionales,
debe fundarse en el respeto de la soberanía integral de cada nación y en la inviolabilidad de los derechos humanos,
en particular el de la vida desde su concepción hasta su muerte natural, y debe implementarse como un medio para consolidar en la región las estructuras democráticas y participativas. Como se desprende de su nombre, el objetivo del tratado es fomentar el comercio entre los países del continente. Este aspecto será realmente positivo en la medida en que respete la soberanía de las diversas naciones y promueva el desarrollo integral y la mejor calidad de vida de todos los pueblos signatarios y de todos los sectores y personas que los componen y no sólo de algunos
pocos…Constatando la insuficiente información y la falta de debate sobre este tema, es conveniente que la autoridad pública, y también las instituciones surgidas para alentar el diálogo ciudadano, promuevan un foro o mesa sobre el A.L.C.A. para hacer escuchar la opinión de las entidades y personas capaces de ofrecer con lealtad sus puntos de vista. Esto es indispensable y urgente a la luz de la experiencia de la deuda externa, contraída y acrecentada irresponsablemente por los gobernantes con desconocimiento de la sociedad».
Es nuestro deseo que en estos días los afanes de quienes nos visitan estén dirigidos a la obtención de frutos concretos y palpables para el mejoramiento de la vida de tantos millones de hermanos nuestros que ya no pueden seguir esperando.
Les aseguramos nuestras oraciones y, con las palabras de nuestro querido e inolvidable Papa Juan Pablo II, queremos humildemente contribuir a inspirar todas sus tareas:
«La calidad de vida de una sociedad se mide por la manera en que trata a la vida por nacer, a los niños, a los discapacitados, a los pobres y a los ancianos»
Pastoral Social, Diócesis de Mar del Plata-Argentina
pastoralsocial@iglesiamdp.org
Mar del Plata 1 de noviembre de 2005
Solemnidad de todos los Santos