Por Emilio Grande (h.).- El fallecimiento de Diego Armando Maradona producido el 25 de noviembre viene generando estupor en la opinión pública nacional e internacional, hasta en las personas desinteresadas por el fútbol. ¿Quién no habló o hizo comentarios en estos días sobre el mejor jugador del mundo de todos los tiempos?
Fue un jugador único y excepcional, quien empezó a brillar desde muy chico en Cebollitas, para debutar a los 15 años en Argentinos Juniors en 1976, fue campeón del seleccionado juvenil en 1979 en Japón, campeón con Boca en 1981, campeón en Barcelona, en el Napoli brilló obteniendo títulos nacionales e internacionales, jugó 4 campeonatos mundiales, siendo campeón en 1986 en México con los recordados goles a los ingleses, y el ocaso de su carrera en Sevilla, Newells y Boca en 1997.
Se trata de una extensa y fructífera trayectoria deportiva, convirtiendo 346 goles en más de 720 partidos, brilló futbolísticamente con su juego único y transgresor, marcando una época en la historia del fútbol nacional y mundial.
A decir verdad, Argentina se hizo más conocida en el concierto internacional gracias a su virtuosismo deportivo que trascendió las fronteras nacionales. El que viajó por el mundo y se identifica como argentino, lo primero que te asocian es Maradona. Esto me pasó en el viaje en 1995 a Tierra Santa (Israel, Egipto y Jordania) con mi papá Mito y mi hermano Antonio, al mencionar que éramos argentinos, los lugareños verbalizaron el nombre del ex capitán de la selección nacional.
En cambio, como director técnico no anduvo y fracasó en todos lugares que estuvo: Mandiyú, Racing, la selección nacional, Al Wasl FC y Al Fujairah ambos de Dubai (Emiratos Arabes), Sinaloa de México y Gimansia y Esgrima de La Plata.
Por más que muchos no quieran hablar en este momento, la vida de Maradona estuvo fuertemente marcada por las adicciones a las drogas (especialmente cocaína) y el alcohol, que empezaron en España, continuaron en Italia y Argentina (fue preso en 1991), con picos en 2000 y 2005, siendo internado en distintos lugares, inclusive tuvo varios años de recuperación en Cuba. En 1994 fui con mi amigo santafesino Adán Costa a Salvador (Brasil) y cuando abordamos un taxi se subió un «dealer» (vendedor de drogas) para ofrecer cocaína aclarando que era la que consumía Maradona. Al decir del psiquiatra rafaelino Alejandro Ruiz Díaz, “se estaba matando de a poco desde joven con mil formas de intoxicar su vida. Evidentemente, sufría muchas cosas fuera del fútbol y el fútbol era su escape a la vida”.
Estos problemas adictivos le generaron cambios en su personalidad con declaraciones explosivas sobre dirigentes e instituciones, fundamentadas en algunos casos y en otras fueras de lugar. En 1994 se escapó de la pretemporada de Newells en Mar del Plata, protagonizando un hecho policial en una quinta en Moreno al disparar con un rifle de aire comprimido contra un grupo de periodistas que hacían guardia en la puerta, hiriendo a 6 de ellos. Fue condenado a dos años de prisión en suspenso y tuvo que pagar una indemnización de $ 15.300 al reportero gráfico Raúl Moleon. También los problemas con el fisco italiano quien le retuvo los aritos que portaba por sus deudas cuando jugó en el Nápoli. Además, fue sancionado por la FIFA en el mundial 1994 en los Estados Unidos, tras haberse comprobado que había ingerido sustancias prohibidas, sellando la suerte adversa del conjunto nacional. Políticamente, se codeó con los dirigentes populistas de distintos países.
Al respecto, Jorge Valdano, quien integró la selección campeona en México 86, escribió una interesante columna en La Nación, expresando que “Diego era un producto más del humilde barrio en el que nació. A Maradona lo sobrepasó una fama temprana. Esa glorificación provocó una cadena de consecuencias, la peor de las cuales fue la inevitable tentación de escalar todos los días hasta la altura de su leyenda. En una personalidad adictiva como la suya, aquello fue mortal de necesidad”.
Miles de personas de a pie fueron a rendirle el último adiós a Diego, olvidándose del cuidado de la pandemia (cuando el común de la gente no puede velar a sus seres queridos), desmadrándose con graves incidentes dentro y fuera de la Casa Rosada. ¿El Gobierno buscó usufructuar políticamente esta situación? ¿No era más adecuado los estadios de Argentinos o Boca al aire libre para evitar contagios?
Más allá de los límites humanos como tenemos todos los mortales, me quedo con la imagen del mejor jugador de la historia, impredecible, quien hacía malabares con la pelota de fútbol, uniendo en esta oportunidad a todos los hinchas sin distinción de banderías. En su despedida de Boca, en 2001, Maradona pronunció una frase que dio la vuelta al mundo: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. ¡Cuántas enseñanzas positivas y negativas nos deja la partida de Maradona!