Por Víctor Hugo Fux.- Lo vi combatir por primera vez en el estadio del Club Sportivo Ben Hur de calle Saavedra, en una de las veladas que programaba la entidad y que transmitía Radio Rafaela, con los relatos de Leonelo Bellezze.
Una noche que combatió «Martillo» y que ganó sin transpirar, lo entrevisté en los «camarines», el lugar que me habían asignado para la cobertura radial.
Juan era tímido y sus palabras no abundaban, pero estaba claro que sus puños hablaban por él. Eso sí, era muy respetuoso con el periodismo y siempre le agradecía al «Maestro» por difundir su actividad por LT28.
Por entonces, los festivales boxísticos organizados por esa entidad, tenían como protagonistas a figuras consagradas y a otras que estaban transitando con paso firme en el terreno amateur.
Juan Domingo Roldán, el temible pegador nacido en la población cordobesa de Freyre, formaba parte del segundo grupo y comenzaba a «tumbar muñecos», con una sorprendente naturalidad.
Su tremenda fortaleza la exhibió en una oportunidad que le valió el respeto de propios y extraños, cuando se plantó frente a un oso de 270 kilos que había llegado a su pueblo como la gran estrella de un circo, buscando a nuevos adversarios.
«Martillo» asumió el reto y la lucha se pactó a dos rounds. La condición para el rival de «Bongo», era mantenerse en pie hasta el cierre de la exhibición.
El animal, que intimidaba a cualquiera por su corpulencia, no achicó a Roldán, que desde muy jovencito, en el tambo, acostumbraba a levantar, sin mucho esfuerzo, un tacho de leche de 50 litros en cada mano en el tambo.
La administración del Circo Húngaro ofrecía una paga equivalente a unas diez peleas amateur, un terreno en el que Juan empezó a incursionar cuando sólo tenía 15 años.
Con bozal y guantes que le protegían las garras, el animal estuvo muy cerca de terminar con la aventura de Juan en el primer round, pero durante el segundo cambió la estrategia del retador, que se aferró a los pelos del animal y logró terminar la pelea.
«Jamás se me ocurrió pegarle al oso, porque nunca lo haría con un animal y porque sabía que de esa manera no podría llegar al final de la lucha por la fuerza descomunal del oso», contaría tiempo después.
El espectáculo de aquella noche fue apenas una anécdota, real y pintoresca al mismo tiempo, pero también el nacimiento de un hombre que nunca más se apartaría del boxeo.
Su tremenda potencia le fue abriendo las puertas hacia una campaña que tendría una proyección impensada para «Martillo» y que empezaba a edificarse en la región.
Sus definiciones categóricas eran un trámite para Juan, que definía los combates con apenas una seguidilla de golpes algunas veces o con un solo en otras, ante cualquier rival que se le parase enfrente con la única intención de llegar a las tarjetas.
Muy pocos lo consiguieron, porque las manos del freyrense eran demoledoras y habitualmente los pleitos se saldaban mucho antes de lo pactado.
Eran tiempos del recordado torneo «Amílcar Brusa», como reconocimiento a un gran maestro del boxeo. Desfilaron sobre el cuadrilátero benhurense una serie de pugilistas que brillarían en el profesionalismo.
Y vaya si lo hicieron con luz propia, que dos de ellos llegaron a tener chances mundialistas: el zurdo sanjustino Carlos María del Valle Herrera, que perdió contra el británico Maurice Hope en el estadio de Wembley… y Roldán, el freyrense que cayó en sus tres opciones, frente a Marvin Hagler, Thomas Hearns y Michael Noon, todas en Las Vegas.
Mucho antes de esas peleas memorables, en las que tuvo posibilidades muy concretas de quedarse con el título ante Hagler -lo derribó a «Maravilla», que por primera vez en su carrera se fue a la lona- y Hearns -le faltó una mano para noquearlo- tuve la oportunidad de verlo consagrarse en San Francisco.
Su rival, el duro santafesino Jacinto Horacio Fernández. El escenario, un galpón de la ex fábrica Tampieri, en una calurosa noche de marzo de 1981.
Era tan elevada la temperatura, que en un momento abrieron los portones para que pueda renovarse el aire. Fue una pelea de toma y daca entre dos guapos, que terminó consagrando a Roldán en una definición ajustada luego de 12 rounds que levantaron a cada instante a una multitud enfervorizada.
Juan lograba el cinturón argentino de los medianos, al que poco menos de un año más tarde le sumaría el de campeón sudamericano luego de un nocaut espectacular contra el uruguayo -naturalizado- Carlos Flores Burlón, en Pergamino.
Hasta entonces, el noqueador cordobés solo en un puñado de ocasiones se había presentado en el mítico Luna Park y nunca había combatido en el exterior, una deuda que empezó a saldar en San Remo (Italia), cuando derribó por toda la cuenta a Reggie Ford, el oriundo de Guyana.
Su próxima meta sería Estados Unidos, donde lograría tres victorias, la última ante Frank Fletcher, nada menos que en el Caesar´s Palace de Las Vegas.
Ese triunfo, logrado por la vía breve, lo instaló en los umbrales de su primera chance mundialista, también la ciudad del juego y el pecado, ante Marvin «Maravilla» Hagler.
Roldán lo envió a la lona, como nunca lo hizo antes otro rival, pero no tuvo la suficiente certeza para liquidarlo y terminó cayendo por nocaut técnico ante uno de los grandes boxeadores de ese tiempo, el 30 de marzo de 1984.
Luego de realizar un combate en Francia y varios en diferentes escenarios de nuestro país, volvió a la meca del boxeo. Convocado por el promotor Bob Arum, aplastó al norteamericano James Hinchen, otra vez en Las Vegas, ganándose una nueva oportunidad de enfrentar a un campeón mundial.Otro tremendo pegador, Thomas Hearns, lo esperaba el 29 de octubre de 1987, en un duelo de titanes. Juan, esa noche, coqueteó otra vez con el nocaut, pero Tommy, con su espigada figura tambaleando sobre el ring, pudo resistir. Esa noche la faltó conectar una mano a fondo al argentino para coronarse, pero, como había ocurrido con Hagler, esa definición no llegó y «La Cobra» de Detroit se sobrepuso a ese momento crítico, para terminar ganando con autoridad, por nocaut, en el cuarto round.
Después, realizó otras dos peleas en Argentina, venciendo en forma categórica en la segunda al ex campeón mundial Hugo Pastor Corro, hasta que le surgió una tercera posibilidad de alcanzar un título ecuménico.
Allá fue Juan, otra vez a Las Vegas, para medirse con el ascendente Michael Nunn, un invicto en 31 combates, todos ganados, ante el que se terminó inclinando en el octavo round, en un nocaut que marcó su retiro.
Juan Domingo Roldán dejó una huella en el boxeo argentino y del mundo. Ganó muchas batallas, pero no logró superar el último desafío, a los 63 años, cuando el maldito Covid apagó su vida en el Hospital Iturraspe de San Francisco.
Juan, se desempeñó en los últimos años, como responsable del área de Deportes en el municipio de Frontera, acompañando la gestión de Juan Carlos Pastore, fallecido en marzo de este año como consecuencia de ACV.
El fallecimiento de «Martillo» causó un inmenso dolor entre quienes supieron valorar su performance. Entre las sogas fue un verdadero gladiador. Pero su simpleza y humildad, fueron por sobre cualquier virtud deportiva, las que apuntalaron su grandeza como ser humano.
Dos veces en Rafaela
En el profesionalismo, Juan Domingo Roldán combatió solamente dos veces en Rafaela, ganando en ambas ocasiones por nocaut.
La primera, el 23 de marzo de 1979, frente a Irineo Claudio Cabrera en su cuarta pelea; la segunda, el 29 de junio del mismo año, contra Oscar Marcelino Pérez.
Definición de Luis Abba
En una entrevista que la realicé en marzo del año pasado, durante un café que compartimos con José María Flores, el ex manager del boxeador, Luis Abba, fue contundente: «Juan, hoy podría ser campeón mundial por diez años; estoy muy seguro de lo que digo; un boxeador que tuvo en sus chances mundialistas pasajes favorables contra dos grandes, como ‘Maravilla’ Hagler y ‘Tommy’ Hearns, hoy no tendría rivales».
Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/, 19 de noviembre de 2020.