José Nun: «Alberto Fernández actúa como el Jefe de Gabinete de Cristina Kirchner»

Preocupado por la situación actual, el politólogo descree de la voluntad dialoguista del Gobierno y dice que en la Argentina aún falta mucho por recorrer si se quiere construir un sistema republicano sólido
José Nun
José Nun fue secretario de Cultura entre 2004 y 2009.

Por Astrid Pikielny.- A José Nun se lo ve muy inquieto por el devenir político de la Argentina y así lo hace saber cada vez que interviene en el debate público. Dirá, entre otras cosas, que la actual vicepresidenta es «la presidenta de facto» y que Alberto Fernández sigue desempeñándose como lo hizo hasta 2008, como su jefe de Gabinete. Dirá también que el país está fracturado entre dos visiones opuestas: por lado, la autocrática, por el otro, una visión republicana y federal que hasta hoy «no ha tenido mucho éxito». De allí que para Nun, autor de originales aportes a la sociología y la ciencia política en América Latina con perdurables estudios sobre marginalidad, desarrollo, democracia y capitalismo, todavía esté pendiente una verdadera transición democrática en la Argentina. «Solamente reduciendo la democracia al voto es que se puede decir que la democracia regresó en la Argentina en 1983», dice este intelectual que se desempeñó como secretario de Cultura entre 2004 y 2009.

En conversación telefónica, el politólogo analiza el sombrío panorama de una Argentina con escalofriantes índices sociales y económicos y sostiene que para hacer frente a las protestas, el Gobierno podría apelar a la represión. «Estamos viendo a diario explosiones ciudadanas que en algunos casos son organizadas, pero en muchos otros resultan espontáneas. Por eso el Gobierno apela a los subsidios mientras también busca poner a punto la represión».

Abogado con posgrados en Sociología y en Ciencia Política en la Universidad de París, Nun fue profesor en las universidades de Toronto y Berkeley y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de México.

¿Qué es lo que más le preocupa de la realidad actual?

Hay distintos niveles de preocupación, dejando a un lado, desde luego, la maldición de la pandemia. A un nivel general, me preocupa la falta de proyecto de este gobierno, el hecho de que un supuesto seguidor o descendiente político del general Perón y de los planes quinquenales diga que no tiene plan ni quiere tenerlo. Y después, en términos específicos, me preocupan la pobreza, la desigualdad, la desocupación, la informalidad, la falta de crecimiento. La inseguridad también.

¿A qué le atribuye la ausencia de un plan? ¿Tiene que ver con disputas en la coalición?

Yo creo que Cristina Kirchner es «la presidenta de facto» y, en realidad, Alberto Fernández se sigue desempeñando como lo hacía hasta el momento que ella lo echó del cargo, en 2008, es decir, como jefe de Gabinete. Por lo tanto, tiene un margen de autonomía limitado y hace lo que ha venido haciendo, que es cambiar de opinión de un día para el otro, así como la cambió de un año para el otro.

¿Cuántas contradicciones, marchas y contramarchas presidenciales resiste un gobierno?

El movimiento que ha venido haciendo el Gobierno, y en particular la presidenta de facto, es, en primer lugar, adueñarse de todas las cajas, poniendo al frente de lugares como la Anses o la AFIP a personas totalmente adictas y lo mismo está ocurriendo con las fuerzas de seguridad. Hay un malestar ciudadano creciente que se manifiesta en las protestas colectivas que vemos a diario y lo que esto puede llegar a provocar -yo deseo fervientemente que no, pero es una conjetura bastante razonable- es un aumento de la represión. Y la ayuda social va a requerir mucha más emisión, en vista de que hay algo fundamental que se está dejando a un lado y que es una reforma fiscal en serio. Esa reforma requiere tener un proyecto que la justifique; exige un debate público y una discusión en torno a los problemas centrales de la distribución del ingreso. Nada de eso se está haciendo. Desde los tiempos de Martínez de Hoz tenemos la peculiaridad de ser uno de los pocos países en el mundo que pasó de una distribución progresiva del ingreso a un sistema fiscal regresivo en el que los que más tienen pagan menos proporcionalmente que los que menos tienen.

Hace tiempo que usted brega por una reforma tributaria. ¿Qué opinión tiene sobre el impuesto a la riqueza, que se prevé que se cobre una sola vez?

Creo que es un paliativo coyuntural para agregarle fondos a la caja pública, pero estructuralmente no resuelve ningún problema. Lo que hay que seguir es el ejemplo de países desarrollados que introdujeron, desde finales del siglo XIX, impuestos progresivos que en la Argentina serían básicamente los impuestos a las ganancias, a los inmuebles rurales y a las sucesiones. Es muy revelador que en este momento el partido peronista tenga formalmente como presidente a un exgobernador que se ha desempeñado casi como un vocero de la Barrick Gold y de la megaminería a cielo abierto, que es lo más contaminante y lo más conducente al calentamiento global. Y los gobernadores latifundistas se oponen a que se hagan revaluaciones fiscales de los campos.

El Presidente dijo hace poco «que el peronismo es la Argentina misma, es lo que le cuesta entender a todos». ¿Qué lee en esa frase?

En esa frase veo la apropiación de la idea de Perón de que el movimiento era un sistema total, esta idea del totalitarismo fascista, pero la Argentina dista de eso que él dice, al extremo que lo revelaron las últimas elecciones. El gobierno de Macri fracasó estruendosamente y, a pesar de eso, sacó el 41% de los votos. O sea, el gobierno presidido por Alberto Fernández obtuvo el 48%. Es un país que está dividido. Entonces, es absurdo decir eso.

¿Cree que él es un presidente cercado y condicionado por una vicepresidenta con gran volumen político y su facción dentro de la coalición? ¿Es «víctima» de una sociedad que creía poder controlar o socio en este esquema de poder?

Yo a él no lo veo de ninguna manera como una víctima, tampoco lo veo como un socio, lo veo como el jefe de Gabinete de la presidenta real que en este momento gobierna la Argentina. Alguna vez dije que me imaginaba cómo debió haber sido esa reunión a la que estaba concurriendo un Alberto Fernández que desde 2008 se aplicó a una crítica furiosa contra el gobierno de Cristina Kirchner, que plasmó la que fue su pareja, Vilma Ibarra, en un libro conocido. Que Cristina lo haya llamado a él indica que sabía que se trataba de una persona dócil a la búsqueda de una ubicación en la política argentina, pero no de primer plano sino de segundo plano porque fue jefe de campaña de Randazzo, de Massa. Dándole rienda suelta a la fantasía de qué pudo haber pasado en esa reunión, me lo planteo así: que Cristina le dijo «yo sé que vos hablaste muy mal de mí y que estabas furioso porque con el asunto de la 125 yo te eché, y ahora te invito a que sigas siendo jefe de Gabinete; que ganemos las elecciones. Vos vas a ser mi jefe de Gabinete y yo voy a ser la Presidenta, pero vos te vas a llamar Presidente y yo me voy a llamar Vicepresidenta». Por eso digo que se trata de una presidenta de facto.

Pero en un país presidencialista, cuando uno asume la primera magistratura tiene la posibilidad de acumular poder y ejercerlo. ¿No quiso o no pudo construir un albertismo?

¿Con quién iba a construir el albertismo? La ingenuidad de los que apostaron a que lo iba a lograr con los gobernadores olvidaba que los señores neofeudales saben dónde está el poder real y le responden a Cristina Fernández. Por otro lado, ella pone a un ministro de Economía fracasado como Kicillof al frente de la provincia de Buenos Aires. Schiaretti en Córdoba no se somete a los delirios ni de uno ni de otro. Mendoza está en manos del radicalismo. Entonces, la idea que circulaba de que Alberto iba a ser una especie de líder de una liga de gobernadores es una idea sin ningún fundamento, como lo han probado los hechos.

¿Cuál es la agenda de Cristina Fernández?

Yo creo que no tiene ningún plan, por lo menos conocido, salvo el de anular todas las causas en las que están acusados ella y los suyos, y esto lo va logrando con una rapidez pasmosa; y por el otro lado, mantener una base de apoyo electoral declinante en base al reparto de cargos públicos y de ayuda social. No conozco otro proyecto, puede ser que lo tenga escondido, pero tampoco lo mostró cuando fue su segunda presidencia. El primer gobierno de Cristina todavía se beneficia con los precios internacionales y la tasa de crecimiento anual del producto cae a un 3%, que todavía, viendo lo que pasó después, era una tasa interesante. Pero como en el gobierno de Néstor Kirchner no se hicieron los cambios estructurales que hacían falta, y mucho menos en el primer gobierno de Cristina Kirchner, ya su segundo gobierno tiene una tasa de crecimiento cercana a cero, reaparecen con toda su fuerza la espiral inflacionaria y el déficit fiscal, aumentan la desocupación y la pobreza, que crecen varios puntos en relación a lo que ella había heredado.

¿Cómo ve la figura de Máximo Kirchner?

Me parece que es alguien que está siendo preparado para la sucesión. Y desde ese punto de vista, creo que varía sus posiciones entre la radicalización de La Cámpora y una posición más moderada para tratar de obtener algunos aliados. Ahora, hay un elemento muy notable para recalcar y es la forma en la que el Gobierno, al carecer de proyecto, adopta un recurso autocrático conocido, que es responder a cualquier crítica hablando del pasado. Cada vez que hablan Alberto Fernández, Kicillof y Cristina, no dejan de referirse al macrismo, que finalmente estuvo en el poder solo cuatro años. Y esto, lejos de indicar fortaleza indica la debilidad política actual. Es un recurso constante del actual gobierno: toda crítica se responde atacando a Macri. Como si el acusado de un delito se limitase a decir que su vecino es un ladrón. Cuando a Perón se lo cuestionaba, Perón hablaba del futuro y lo hacía porque tenía un proyecto.

¿Cómo ve el hecho de que al peronismo esta vez le toque gobernar en recesión, con monumental crisis económica y un contexto internacional desfavorable?

Mientras conducía al país al desastre, Menem estaba refugiado detrás del telón de la estabilidad monetaria que le proporcionó el plan de convertibilidad. Ahora, el telón detrás del cual se escudan es la pandemia, y la pandemia está tapando el hecho de que el colapso argentino es fuertísimo. La pobreza supera ya el 50% y el 60% de los chicos argentinos está en la pobreza. Eso anuncia un futuro muy negro.

Cuando Cristina nominó a Fernández como presidente, elogió su capacidad de llegada a distintos dirigentes políticos y empresariales con una visión amplia y moderada. ¿Por qué aquello que sirvió para ganar se desactivó para gobernar?

Cuando uno no tiene un marco común no puede hacer acuerdos serios y acá no lo hay porque están enfrentadas dos visiones de la política: la autocrática y la republicana. La visión autocrática de la política es una visión que le confiere al gobierno todas las atribuciones del Estado, no diferencia entre gobierno y Estado, el Gobierno tiene derecho a manejar el Legislativo y el Poder Judicial es un poder al que hay que subordinar. Frente a esta visión, hay otra que en la Argentina ha tenido muy poco éxito real, que es la visión republicana, que se ajusta a la Constitución, que establece un régimen representativo, republicano, federal, con separación de poderes, con controles sobre la administración pública; y a través del cual, la democracia no se define solo por el voto. Solamente reduciendo la democracia al voto es que se puede decir que la democracia regresó a la Argentina en 1983. Pero para volver, algo tiene que haber estado antes. Y la pregunta, desde el punto de vista de una visión republicana, es cuándo hubo antes democracia en la Argentina.

¿Usted duda de que hoy tengamos realmente una democracia?

Efectivamente. Yo creo que tenemos que luchar por iniciar una transición hacia una democracia que merezca ese nombre desde el punto de vista de la visión que sostiene la Constitución Nacional misma. Todavía no hemos empezado una transición y por eso la situación es tan peligrosa y tan compleja.

Alberto Fernández dijo que él venía a «unir a los argentinos». No parece estar lográndolo.

No solamente no lo está logrando sino que no es su objetivo real porque están confrontadas dos visiones de la política totalmente opuestas: por un lado, la del movimiento que quiere transformarse en un sistema total y por el otro, quienes creemos en una democracia republicana, institucional, con deliberación, con participación ciudadana.

Fuente: suplemento Ideas, diario La Nación, Buenos Aires, 26 de septiembre de 2020.

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