Queridas hermanas y hermanos de la vida consagrada, unidos a toda la Diócesis, damos gracias a Dios por la vida de cada uno de ustedes.
En este año tan especial por la Pandemia que vive la humanidad, la presencia de ustedes, siempre es en medio de la Iglesia, un gran signo de esperanza y de vida plena.
Como sabemos por el papa Francisco, estamos todos en la “misma barca”, en medio de una gran tempestad, como las que suele haber a lo largo de nuestra vida. Tiempo en que vivimos, tristes, angustiados, temerosos y hasta con el cambio de paradigma ante aquél llamado gozoso de “Aparecida” a la misión, a salir, a ir en búsqueda de los hermanos.
Son ustedes queridos consagrados ese signo de esperanza, que aún en medio del aislamiento, en medio del miedo y la tentación de encerrarse, supieron mirar una vez más y de frente a Aquél que las llamó y las hizo “esposa” para siempre.
Son ustedes queridos consagrados todos, los que escuchan cada día, dentro de la barca que esta vez es “toda la humanidad”, el “no teman”, el “sigan remando mar adentro”, porque ustedes conocen bien en Quien se confiaron y quien es el Timonel.
Ustedes queridos consagrados, aprendieron bien de Jesús a decir: “Aquí estoy”, como cuando María y José presentaron al Niño en el templo, y se dejaron como El, llevar por el Espíritu, que iba haciendo la obra maravillosa de un corazón que busca saciar la sed que ninguna creatura ni fuente humana son capaces de saciar.
Y el Señor puso su mirada y elección en ustedes y los llamó y ustedes siguieron sus huellas y se adentraron en el corazón del amado.
Comenzaron un camino, que de verdes praderas y aguas tranquilas, conducían a altas cumbres, donde la sinuosidad del camino, se hacía cada vez más estrecha, pero que ustedes sabían que es de perfección como la del mismo Padre Dios.
En este año difícil, nos enseñan ustedes, que no hay peor “virus”, como nos dice el Papa, que el de la indiferencia ante el sufrimiento, del egoísmo ante tantos pobres y hambrientos o la mediocridad ante la oportunidad de construir un mundo nuevo, que está a las puertas.
Con el agradecimiento a Dios por la vida de ustedes queridos Consagrados queremos rezar para que su entrega y disponibilidad para servir a los hermanos, nos enseñe como lo hacen ustedes, a que cuanto mayor es la prueba en la vida, es más posibilidad de un nuevo amanecer, sueño infinito e inacabable de la ternura y misericordia de Dios por la salvación de los hombres.