Por Emilio Grande (h.).- Cuando el gobierno nacional dispuso la cuarentena el 20 de marzo pasado, ninguno o casi nadie imaginaba que se convertiría en la más extensa del mundo, la que llegará a 6 meses el 20 de setiembre. Pero, lamentablemente, esta semana el presidente Alberto Fernández dijo que “no hay cuarentena”…
A decir verdad, volvió a mentir como tantas veces desde que asumió el 10 de diciembre de 2019, mostrando las contradicciones sobre sus declaraciones de los últimos años. Respecto a la supuesta no existencia de la cuarentena, los amantes del fútbol no podemos jugar desde fines de marzo, al igual que no podemos viajar sin un permiso justificando el motivo y menos aún las clases siguen siendo virtuales en todos los niveles, salvo algunas excepciones, entre ellas las provincias de San Juan, Santiago del Estero, Catamarca y Formosa.
Si con el paso del tiempo casi todas las actividades fueron retomándose, ¿cuáles son los motivos para que no vuelvan las clases presenciales en la Argentina con otra “normalidad” y respetando determinados protocolos como la situación sanitaria lo amerita? De concretarse el regreso, debería ser una apertura progresiva de las escuelas.
Mientras el ministro de Salud Ginés González García afirmó que “la vuelta a clases es muy riesgosa desde lo sanitario”, en otros países millones de alumnos europeos volvieron a las aulas en medio de estrictos protocolos de seguridad, que incluyen el uso obligatorio de barbijos, medidas de higiene y distancia social para evitar la propagación del Covid-19.
En este contexto, en Wuhan -la ciudad del centro de China donde emergió el coronavirus a fines de 2019- los alumnos con mascarillas de protección también retornaron a las clases. Sin ir tan lejos, en Uruguay volvieron a las aulas en el mes de junio.
Volviendo a nuestro país, la novedad de los últimos días es que el Consejo Federal de Educación, que reúne a los ministros del área de todo el país, resolvió que, dado el contexto de educación en emergencia, ningún estudiante repetirá este año, formando una única «unidad pedagógica» con el año próximo y dejando la definición de la promoción para fin de 2021.
Al respecto, Gustavo Zorzoli (ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires) opinó que “millones de niños y adolescentes argentinos han aprendido en lo que va del año poco o nada; miles han dejado de asistir a la escuela, no solo durante el presente ciclo lectivo; sino probablemente para siempre” (diario La Nación, 4/9/2020, página 6).
Vamos a sincerarnos. No es lo mismo la educación virtual que la presencial: a nivel nacional un 20% de los alumnos de primaria no tiene conectividad y se profundiza en la provincia de Santa Fe con el 50% de los educandos. Tampoco es igual el acompañamiento de los docentes ni el esfuerzo responsable de los estudiantes.
Esta situación irregular está generando un grave estrés en los docentes quienes tuvieron que readaptarse a la nueva modalidad pedagógica, en los alumnos porque generó un cambio de rutinas ya que no tienen horarios establecidos, sumado a síntomas de depresión, soledad, miedo, ansiedad, insatisfacción, y en los padres al convertirnos en el rol de nuevos educadores hogareños. ¿Las autoridades nacionales, provinciales y locales son conscientes de estas consecuencias psicológicas?
En este contexto, el 63% de los niños argentinos son pobres, según informó recientemente Unicef, ampliándose aún más la brecha educativa. Si a esto le agregamos que este año escolar está casi “perdido”, ¿cuál es el futuro de la Argentina sin educación presencial y sin ninguna exigencia para pasar de grado o de o año? Un mal ejemplo, en Chubut funcionan los casinos, pero las escuelas no…