Llevan tantos años quejándose, sin haber logrado nunca avances significativos, que ya no le auguran un final feliz a la situación. Los ojos se les encienden cuando comienzan a repasar, una a una, las idas y vueltas, las promesas y olvidos, pero al final del relato sienten el peso de la triste realidad en sus espaldas. Y es que no es fácil para los vecinos del barrio Sarmiento volver a recorrer ese viejo y gastado camino que es la memoria, para extraer de allí una historia que tiene como principales protagonistas tanto a las autoridades de la empresa Enrique Zeni y Cia -anteriormente conocida como Sol de Mayo-, como a los representantes del poder político y judicial de la ciudad.
La pregunta que se hacen repetidamente los vecinos es cómo una firma que, a partir de la fabricación de aceites vegetales, expellerse de lino, soja y girasol, generó durante décadas contaminación de múltiples maneras -el polvillo contamina el aire y dificulta mucho la respiración, el ruido se torna insoportable-, amén de otros efectos secundarios -la presencia de roedores y palomas aumenta constantemente-, aún se encuentra en el éjido urbano.
En realidad, para los habitantes del sector la respuesta está directamente relacionada con la inactividad de las autoridades rafaelinas de los ámbitos político y judicial que, a lo largo de los más de 30 años que lleva el conflicto, nunca tomaron las riendas y encausaron el problema. Hartos de tanto esperar, los vecinos sólo se explican todo a partir de una connivencia entre las partes involucradas.
El médico Luis María Bay, la voz cantante del grupo de ciudadanos que está intentando reiniciar por enésima vez las acciones, le explicó a este medio que si bien todo comenzó hace muchísimos años, la historia de la que se tiene registros tiene su punto de partida en el año 1977, «cuando el CPN Juan Carlos Borio -a cargo de la intendencia durante la dictadura- le da, por pedido de los vecinos, un uso provisorio conforme no legal a la fábrica, por las molestias que por ese entonces ya ocasionaba».
A partir de esa fecha los reclamos continuaron y las multas se acumularon. Sin embargo, hubo que esperar demasiado para tener noticias, siempre de la mano de los planteos vecinales. «En 1993, con más de 100 firmas, se inicia un expediente, que luego va a la Justicia, que aún no emitió fallo», indica el profesional, quien agrega que hace rato que todo quedó en manos del municipio. Decenas de miradas, que lo rodean en la sede vecinal del barrio, coinciden.
El tiempo y la falta de acciones volvieron a poner paños fríos, hasta que en 2004, y por pedido de los vecinos, hubo una reunión en el Concejo Municipal, tras la cual se le dio a la empresa 6 meses de plazo para que realice mejoras. «Mejoras que llegaron al ridículo, porque lo único que hicieron fue levantar tapiales, para que no se vea la actividad que se efectuaba adentro. Pero todo lo demás siguió de la misma forma», aporta una indignada mujer, mientras otra recuerda que «todos los concejales se comprometieron a controlar las mejoras que había presentado la empresa. Una de los concejales dijo que se iba a encargar personalmente de los controles, pero no supimos nada al respecto». Al único de los legisladores que los vecinos rescatan es al radical Germán Bottero, que no sólo fue a hablar con ellos sino que realizó un seguimiento del accionar de la ex Sol de Mayo. No obstante, destacan que el Poder Legislativo los recibió y escuchó varias veces, en tanto que el Ejecutivo no procedió del mismo modo.
En los últimos días, la movilización vecinal volvió a instalar el tema en el Concejo, pero por el momento no hubo novedades de peso. De todos modos, algunos no entienden «cómo algunos concejales pueden hablar de establecer una salida amigable de la fábrica, cuando es la misma fábrica la que tiene una conducta agresiva con todos los vecinos desde hace mucho tiempo». Al indicarles que una versión habla de que el Concejo estudiaría la posibilidad de que el Estado accione judicialmente contra la empresa, instándola a trasladarse, Bay considera que ya hay antecedentes: «el intendente Muriel cerró los silos de la Cooperativa La Segunda, que funcionaba en los terrenos del Ferrocarril Mitre; luego la empresa demandó al Estado, pero perdió tanto en primera como en segunda instancia».
Más problemas
Pese a que la firma siempre contaminó, con el paso de los años la situación se agravó. «Antes la fábrica trabajaba con lino, y la contaminación se daba durante 3 meses al año. Pero ahora es permanente, y trabajan con soja, que al desactivarla suelta un polvillo contaminado, que es el que nosotros respiramos», aclara una mujer. Pero la cosa no termina ahí: «también hay quejas de los vecinos por los ratones, que se pueden observar a todo lo largo de la calle General Paz», asegura Bay, para luego mostrar un acta de inspección de noviembre de 2004 en la que se reconoce que la realidad chequeada «constituye situación de molestia» desde el punto de vista sonoro. El médico habla con conocimiento de causa, ya que la contaminación lo ha afectado de manera evidente:
«me he transformado en asmático, uso broncodilatadores y descongestivos nasales que tienen corticoides», reconoce.
Tras preguntarse «¿qué pasó con todas las actas de infracción que se labraron contra la empresa?», y pedir que «se hagan públicas» y que «expliquen por qué no se pagaron», los vecinos aseveran que hay un decreto provincial «que reglamenta la instalación de silos, estableciendo que debe hacerse a 2 kilómetros de la casa más próxima», en tanto que «acá están a 10 ó 15 metros». «Ellos -por la empresa- aducen que la fábrica estuvo instalada desde antes que llegaran los vecinos, pero resulta que la fábrica siempre estuvo instalada en zona residencial. O sea que ellos están mal instalados, no los vecinos», concluyen.
Con el intendente
Bay precisó que «los vecinos queremos una reunión urgente con el intendente, porque él recibe continuamente a los directivos de la fábrica pero a nosotros no nos ha recibido nunca». Si bien el encuentro deberá esperar -Perotti está en EE.UU-, los vecinos resaltaron que no se toma una medida «o nosotros vamos a tener que proceder de otra forma», y hasta se animaron a hablar de un piquete. Por último, se mostraron cansados del manoseo político. «Que no usen a los vecinos para hacer campaña política», pidió una mujer, al tiempo que otra explicó que «siempre la voluntad de cerrarla ocurre antes de las elecciones, después nunca la cierran».
Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 11 de junio de 2006.