PARIS.- Un avión de caza Sukhoi vuela directo hacia nuestras narices. «Qué miedo. Creo que voy a desmayarme», susurra una cronista francesa que integra la lista de los 4000 periodistas que se pasean por la pista del aeropuerto de Le Bourget, el hermano menor del Charles de Gaulle parisino. Estamos en el 46th Paris International Air Show, la exposición de aviación más importante del planeta. Los visitantes somos hormigas entre colosos: unas 120.000 personas en este día de calor agobiante, según estimaciones de la organización. Hormigas que se jactan de experimentar una sensación extraña y fascinante: la de caminar entre 238 aviones, sobre la mismísima pista de aterrizaje, algo que jamás podría ocurrir en un aeropuerto un día cualquiera.
El piloto del avión de caza que vuela directo hacia nuestras narices está disfrutando de sus cinco minutos de gloria: es la demostración que, cada diez minutos, alguna de las moles que aquí se exponen realiza ante los visitantes. Un caza Sukhoi se estrelló aquí en 1999, durante una exhibición como ésta. Todos los que estamos aquí no podemos evitar el recuerdo de esa catástrofe. Pero esta vez nada sucede. Los corresponsales rusos dicen que ahora su país está en condiciones de participar en nuevos mercados de venta, porque tienen tecnología de punta. Y el Sukhoi desciende a la pista con la misma delicadeza con que lo haría un ultraliviano.
Competencia feroz
Desde la sala de prensa hasta la panza del avión estrella de la exposición -el Airbus 380-, hay que caminar al menos 800 metros entre helicópteros, aviones de transporte, aviones de combate, ultraligeros, joyas de la historia de la aviación y stands de empresas proveedoras de productos y servicios relacionados con la industria aeronáutica. Ninguno de esos stands tiene menos de 10 metros cuadrados.
El Airbus 380 -el superavión que podrá transportar 850 pasajeros y que fue producido por Francia, Gran Bretaña, Alemania y España-, tiene un ala de 80 metros de largo. Está cerca de otro gigante: el Boeing 777-200LR, el de mayor autonomía, que será capaz de volar de México a Dubai sin una sola escala. Aquí no se percibe lo que verdaderamente ocurre en las alturas del poder: la lucha feroz entre las dos grandes compañías, que en sus oficinas anotan pedidos de empresas de diferentes países que aspiran a contar con los últimos modelos en sus flotas. La lucha es cruel. Y es mucha. Entre otras cosas, porque según estimaciones recientes de la International Air Transport Association (IATA), la industria de la aviación está en crisis: podría perder US$ 6000 millones este año, un 25% más que en 2004. Y porque, en definitiva, lo que en esa lucha se juega es una contienda entre los Estados Unidos y Europa.
Mientras tanto, en la pista, el negocio es mostrar. Mostrarse. Y contar lo que se ha traído para asombrar al mundo. Un comunicado que el comité organizador entrega a los periodistas da una idea de lo que hoy puede la tecnología en el aire: «Este año, el récord de visitantes [ver recuadro] se debe a la presencia del Airbus 380, pero también de otras aeronaves, como el Ecureuil B3, el helicóptero que descendió en el monte Everest, y varios helicópteros de combate».
El factor humano
Jacques Bothelin está sentado al sol. En medio de tanta tecnología y pilotos automáticos lo suyo resulta prácticamente artesanal. Es el líder del Breitling Jet Team, la primera y única patrulla civil que maneja aviones jet, esos que realizan increíbles pruebas de acrobacia en las que el factor humano importa mucho más que las máquinas. Bothelin tiene en su haber 2300 demostraciones en 22 países. Antes piloteó aviones de línea. Probablemente, es uno de los que han acumulado más horas de vuelo: 9000 en total, en 145 tipos de aviones. Pero lo que más le gusta es la acrobacia en el aire, ese ballet casi perfecto que exige del cuerpo mucho más que concentración y buen estado físico.
«Con el Breitling Jet Team operamos seis aviones, con los que hacemos entre 35 y 40 exhibiciones por año en Europa», le cuenta a la Revista.
-¿En qué consiste un día de entrenamiento?
-Nos encontramos con los pilotos a las 9 y hacemos un plan de trabajo. Cuando subimos a los aviones, grabamos las prácticas, que se realizan dos veces al día. Luego las vemos. Tenemos, además, un programa de ejercicios y controles médicos.
-¿Qué ocurre con el cuerpo cuando realizan las pruebas?
-Como el centro de gravedad se mueve, los cambios son notables. El cuerpo pesa seis o siete veces más que en tierra firme; los órganos descienden y la sangre se concentra en la parte baja del cuerpo, que tiene que estar firme en el asiento.
-¿La mente es lo más importante?
-Sí. Debemos ser muy disciplinados y tener absoluta concentración.
-Y ser, además, amantes del riesgo…
-¡No! No somos personas arriesgadas, sino todo lo contrario. Lo que hacemos en el aire tiene que ser muy preciso. Entre un avión y otro hay, durante las pruebas de acrobacia, una distancia de apenas tres metros. Y vamos a 600 kilómetros por hora. Así que uno no debe ser arriesgado, sino un amante de la seguridad.
-¿Hasta qué edad puede un piloto realizar este tipo de pruebas?
-Conozco dos pilotos de 65 años que lo hacen estupendamente. Si los controles médicos están bien, se puede seguir. Yo, a los 50, no puedo pensar en dedicarme a otra cosa.
Muy cerca de nosotros está el capitán suizo Patrick Danalet. Es otro de los pilotos en cuyo currículum las horas de vuelo se cuentan de a miles. Voló de todo, pero la adrenalina le hierve cuando se sube al avión que le tocó manejar esta mañana, durante la exhibición: el Locked Super Constellation, integrante del grupo Breitling Super Constellation. Construido en 1955, es uno de los tres de su especie que aún vuelan. El mismo que Leonardo DiCaprio miraba fijo en una maqueta, en la película El aviador, de Martin Scorsese. «Muchos de estos aviones fueron construidos según los requerimientos de Howard Hughes», cuenta Danalet. Después, nos invita a subir. Afuera, hay un Mirage dando vueltas en el aire. Es el final de un día de película.
Para saber más: www.paris-air-show.com
2005/2007
El 46th Paris International Air Show contó, este año, con 1926 expositores de 41 países. Se presentaron 238 aeronaves y visitaron la exposición 480.000 personas en 7 días. La superficie de la exhibición abarcó 127.500 metros cuadrados de espacios cubiertos (halls, stands, etcétera) y 192.000 de espacios abiertos, donde se mostraron los aviones.
El próximo desafío para la industria de la aviación será el 47th Paris International Air Show, que se realizará también en el aeropuerto de Le Bourget, París, en junio de 2007.
Fuente: revista del diario La Nación, Buenos Aires, 17 de julio de 2005.