Por Emilio Grande (h.).– «Quiero explicar la convergencia necesaria y obligatoria que se tiene que producir técnicamente entre la universidad y la empresa, y los beneficios que eso trae a ambas organizaciones», destaca Holger Zenklussen en una entrevista con este cronista.
Y agrega: «la productividad es una palabra divina, esencial, pero hay que manejarla con conceptos nuevos, sino la gente se encierra en un concepto económico; cuando la productividad es el aprovechamiento total de los recursos humanos, tecnológicos, financieros».
Hace unos días brindó una charla sobre «Universidad y empresa: desafíos de la formación universitaria en el mundo laboral de hoy», en la «Casa del estudiante» (Sáenz Díaz 268), organizado por la Pastoral Universitaria de Rafaela. Fue presentado por Marcos Molina de (docente de UCES) y al final agradeció el sacerdote Alejandro Sola, asesor de esta pastoral diocesana.
Zenklussen es nacido en Rafaela hace 80 años, él dice que tiene 960 meses, pero se puede considerar «nómade» porque vivió en distintos lugares de la Argentina, países africanos, europeos y asiáticos. Sigue viajando para dar charlas, recientemente estuvo en Chile.
Cuenta con un extenso currículum: es licenciado en Administración de empresas de la UCA 1964 (graduación de oro, primera promoción), profesor de la UCA y de otras casas de estudios; realizó una especialización sobre Desarrollo Territorial en la Universidad de Alcalá (España) enviado por el gobierno nacional en la década de 1960 y otra sobre Economía Agraria en la Universidad de Texas (Estados Unidos). Fue galardonado con el San José de Plata por su trabajo fecundo (1985), director académico de la Escuela de Mandos Medios «El taller de Nazaret», título de su libro publicado en 1976; consultor de empresas y gobiernos.
Su director espiritual fue durante años el famoso y recordado obispo de La Rioja Enrique Angelelli, asesinado por la última dictadura militar en 1976, declarado beato por el papa Francisco el 27 de abril de 2019. El entrevistado también representó a la juventud obrera en el primer congreso mundial de la Juventud Obrera Católica realizado en Roma en 1957.
Zenklussen reflexionará sobre el rol del empresario durante un desayuno el sábado 14 de diciembre a las 9 horas, organizado por ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas) Rafaela, en el Parra Hotel & Suites, siendo abierto al público, donde se hará la presentación de Javier Di Biase como nuevo presidente de ACDE.
¿Hay un cuestionamiento al crecimiento sin límites?
Estamos buscando justamente a través de la gerencia de valores cómo aprovechar al máximo nuestros recursos humanos para que se desarrollen como personas, no solamente que produzcan bienes. Hay una frase famosa del papa Pio XII (1939-1958) que dice «o somos capaces de convertir a las empresas en trampolín del desarrollo o serán necesariamente la cloaca de nuestras vidas».
En cuanto a los desafíos de la formación universitaria, ¿cómo insertarse en el mundo laboral?
Tenemos que ser capaces de hacer una bisagra de inserción y reinserción permanente de lo académico en la praxis cotidiana de las empresas. Por eso, la «Casa del estudiante» va a ser el ámbito natural para acercar esas cosas. Ojalá aquí lleguen los CV y la gente venga a prepararse.
Frente a los cambios de paradigma de los últimos 50 años, ¿cómo se reconfigura la empresa con innovación?
Tenemos que dividir claramente lo que es capacitación de formación. Uno se capacita en las tecnologías que van apareciendo, pero la formación se refiere al orden en la mente; ya no es un problema de tecnología sino de ordenamiento mental. La empresa no es de nadie porque si la empresa por ejemplo no tiene clientes no existe, si no tiene proveedores o no tiene personal no funciona; la gente cree que la empresa es de fulano, mengano o zutano. La empresa es un organismo vivo, de naturaleza psicosocial que opera en el mundo de los hombres, es como una planta…
¿Cómo se mantiene en el tiempo para que las nuevas generaciones no la lleven a la ruina?
Ese organismo vivo si uno lo trabaja bien puede rendir muchos años en el espacio y en el tiempo; por eso las empresas tienen que estar sanas, hay que cuidarlas porque se enferma y se muere. En consecuencia es tarea de todos para estar atento a cómo ayudar a la vida de la empresa.
Sobre tu libro «El taller de Nazaret» publicado en 1976, ¿se sigue vendiendo con éxito?
Empezó a circular el mismo día que mataron al obispo Angelelli, el 4 de agosto de 1976, quien fue mi director espiritual. Angelelli se iba al cielo y «El taller de Nazaret» empezaba a recorrer las calles de la Argentina. Se trata de la quinta edición agotada, publicado en español y portugués, pero están trabajando para traducirlo al italiano y al inglés.
¿En qué países fue presentado el libro?
En muchos lugares, por ejemplo Chile, Perú, Panamá, Brasil, Uruguay, España, Israel, entre otros, dónde me van llamando para explicar sobre este libro.
Viviste en la ciudad de Nazaret, donde vivió la Sagrada Familia (José, María y Jesús), ¿sos nómade?
(risas) Nómade por definición, cuándo me preguntan dónde vivo a veces no puedo contestar porque querría utilizar la misma expresión de Julián Marías Aguilera (fue un filósofo y ensayista español): «yo no sé donde vivo, pero sé dónde me desvivo».
¿Cómo trabajar el bien común que insistís en el libro frente a tantos egoísmos, intereses personales y sectoriales?
La palabra bien común es el norte que tenemos, de hecho en Rafaela lo estuvimos trabajando con gente amiga. La base del bien común es una gran dignidad y exigir que sean dignos los demás.
En el contexto de la crisis política y protestas callejeras en Chile, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina, entre otros, ¿qué nos está pasado como sociedad?
Lo que alcanzo a ver globalmente es una enorme meseta y la gente no soporta vivir en una meseta tanto tiempo; es un continente «amesetado», tenemos tantas riquezas, poder, fuerza, tantas cosas que Dios nos regaló y estamos siempre en el mismo lugar. Entonces la gente está explotando, no sabe ni por qué pero explota. Estamos hechos para ascender a grandes montañas, no tenemos vocación de servicio, no se nos habla de servir al mundo; estamos pensando cómo resolver problemas nuestros.
El problema de fondo es un cuestionamiento a la institucionalidad, a los gobiernos, las iglesias y otras instituciones.
Todas las instituciones se «amesetaron», está faltando pensamiento original y nuevo, creatividad, innovación; está faltando una fuerte oleada del Espíritu Santo…
Fuente: diario Castellanos, Rafaela, 20 de noviembre de 2019.