Por Carlos Manzoni.- El lunes siguiente a las PASO los comercios aumentaron sus precios, los concesionarios de autos, al igual que otros rubros, suspendieron sus ventas por orden de las fábricas, la gente corrió en busca de stock de mercadería y las casas de cambio no daban abasto. Esta especie de psicosis colectiva fue generada por el salto en la cotización del dólar, un ícono verde que en la Argentina es tan popular como el fútbol o el tango.
Pero ¿desde cuándo es tan popular la moneda estadounidense en el país? ¿Qué fue lo que produjo este fenómeno masivo? ¿Qué razones económicas, culturales y sociológicas transformaron ese billete en protagonista de la vida diaria de los argentinos?
Lo primero que se debe decir es que se trata de una construcción moldeada a lo largo de décadas, en la que cada período aportó una capa nueva al concepto: lo que hoy entiende el argentino por dólar no es lo mismo que entendía otro argentino a fines de la década de los 40, en los comienzos de esta historia «verde».
Ariel Wilkis, decano de Idaes (Instituto de Altos Estudios Sociales) de la Universidad Nacional de San Martín e investigador del Conicet, dice que para llegar a este estado hubo una serie de mediaciones culturales. «Cada época fue agregando nueva información, hasta llegar a un punto en el que cualquier argentino conoce no solo la cotización del dólar, sino también el nivel de reservas que hay en el Banco Central para contenerlo, etcétera. Eso, que no pasa en otros países, es lo que yo llamo popularización del dólar», dice el especialista.Ads by
Wilkis, junto con Mariana Luzzi, socióloga e investigadora del Conicet, publicaron recientemente el libro El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019) (Crítica) . En su primer capítulo se puede leer: «El valor de la moneda estadounidense integra la información básica que comunican los medios argentinos. En especial, en épocas de turbulencias monetarias. Cada mañana, nos dicen que lo primero que necesitamos saber es la temperatura, el estado del tránsito y la cotización del dólar?».
No fue siempre así. En 1930, por caso, hubo un debate público sobre el valor real que debía tener el peso, pero ahí el dólar no aparecía aún como una moneda destacada en relación con otras divisas. La discusión sobre el mercado cambiario seguía siendo una discusión de expertos: elites económicas vinculadas al comercio exterior, elites financieras vinculadas al mercado financiero y cambiario o elites políticas.
Para hacer un rastreo histórico de los inicios de este berretín hay que remontarse a la primera presidencia de Juan Domingo Perón. No es que ahí haya explotado el fenómeno tal como se lo conoce hoy, pero sí se dio el germen: la inflación. Manuel Solanet, director de la Fundación Libertad y Progreso, dice que la inflación, que empieza con el primer peronismo, trajo al país la propensión al dólar, porque hasta fines de los 40 la gente no hablaba de esa moneda.
Fernando Rocchi, profesor de Historia en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), aporta un dato interesante: hasta la Segunda Guerra Mundial, la moneda de referencia para los argentinos era la libra. «En 1949 se produce la devaluación de esa moneda y la gente deja de creer en ella. Ahí se empieza a hablar de dólar y, como había inflación, comienza a subir su cotización», señala.
Llega la inflación
Pero faltaría una década más para que el concepto «dólar» se transformara en algo masivo. De hecho, la famosa frase de Perón («¿Acaso alguno de ustedes ha visto un dólar?») tiene sentido: él, inteligentemente, les hablaba a quienes estaban ese día en la Plaza de Mayo, que eran ciudadanos comunes y, efectivamente, no habían visto un dólar, porque esa moneda era cosa de las elites.
Si se avanza un poco más en el tiempo, es posible situarse en la antesala de la popularización del dólar. «El primer golpe de inflación importante llega a fines de 1958, con Arturo Frondizi, que hizo una devaluación el último día de ese año y llevó el dólar oficial de $18 a $90. Ahí la gente empezó a pensar en dólares», recuerda Solanet.
Ahora, a partir de la década del 50, lo que se detecta es que el mercado cambiario empieza a abandonar la vinculación estrecha con el mundo de las elites, y de ahí se desprenden dos cosas: 1) las coberturas de prensa sobre el mercado cambiario son narradas para interesar al público masivo y 2) dentro de esas narrativas, quienes participan en ese mercado son más gente del común.
Para Wilkis, la década de 1960 es clave, porque el dólar empieza a estar en boca de todos. El investigador marca una especie de hito fundacional: «En 1959, Clarín saca en tapa un instructivo, mostrando que el precio del lomo sube a la par que el precio del dólar. Esa sería una de las primeras vinculaciones en las que el precio del dólar es algo que les importa a las amas de casa».
En los años 60, la gente seguía pensando y ahorrando en dólares, pero todavía las operaciones inmobiliarias se hacían en pesos. Eso cambiaría en la década siguiente, con el Rodrigazo, en 1975, y con la reforma financiera, en 1977. «Muchos habían firmado boletos de compraventa de sus propiedades en pesos y a la hora de escriturar esos pesos no valían nada. Ahí, la actitud del argentino frente al dólar cambió radicalmente», explica Solanet.
El recuerdo traumático de haber perdido ahorros o propiedades es una de las razones de la popularización del dólar, pero no la única. La economista Victoria Giarrizzo, investigadora del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP)-Baires de la UBA, dice que el dólar incide en la vida diaria argentina porque impacta en los precios, y eso ocurre por dos cosas ligadas al empresariado: la avivada, en algunos casos, y el desconocimiento de la propia estructura de costos, en otros.
«Hay un sector empresario, sobre todo pymes, que manejan de manera muy informal su estructura de costos y por lo tanto tienen una gran distorsión. Por eso, trasladan todo el aumento del dólar a precios, cuando en realidad la incidencia de esa moneda en sus costos es menor. Pero también hay otro grupo de empresas que sabe bien cuál es el impacto del salto del dólar en sus costos e igual trasladan toda la devaluación a precios. Esto último es avivada», desarrolla Giarrizzo.
Asimismo, la investigadora señala que en las últimas devaluaciones empezó a darse una conducta diferente de la de las anteriores. «En esta devaluación posterior a las PASO lo curioso fue la velocidad con lo que la gente ajustó: al mediodía del lunes siguiente a la elección los comercios ya habían ajustado automáticamente sus precios por sistema. Eso es algo nuevo», indica Giarrizzo.
Ahora bien, una vez que el dólar se convierte en una moneda popular, comienza a gestarse otro fenómeno que se unirá al anterior y dará forma a una bola de nieve que llega hasta hoy: el billete verde tiene cada vez más injerencia en los procesos políticos. «Desde 1983 hasta la actualidad, casi todas las elecciones presidenciales tuvieron al mercado cambiario como protagonista, algo que nos lleva a concluir que el mercado cambiario es una de las grandes instituciones políticas de la Argentina», enfatiza Wilkis.
Lo cierto es que el caso argentino es casi único en el mundo, porque, si bien los economistas coinciden que su gran explicación es la inflación que azota al país desde hace 70 años, esta parece ser una razón necesaria pero no suficiente, porque otros países han padecido inflaciones (Brasil, por caso) y no tienen una popularización del dólar. Otra variable necesaria pero no suficiente es la restricción externa, ya que toda América Latina la tiene y no por eso «piensa en verde».
Un rol central
Está tan arraigada la referencia al dólar aquí, que durante diez años se le dio un marco jurídico. «La Convertibilidad fue el intento de legalizar la popularización del dólar y un reconocimiento de parte del Estado de que esa moneda tenía un rol central en la vida de los argentinos», comenta Wilkis. «Además, ahí se instaló la creencia de parte de vastos sectores de la sociedad de que participar del mercado cambiario es un derecho fundamental».
¿Cómo salir de este laberinto? Algunos proponen la dolarización, algo que han hecho otros países latinoamericanos, como Panamá y Ecuador, pero otros sostienen que eso sería un desastre. «Esa propuesta es muy absurda, porque eso destruye industria y empleo. Con la Convertibilidad, que fue su equivalente, la industria perdió más fábrica y empleos que con Martínez de Hoz», opina Rocchi.
Solanet dice que si se dolariza, pero no se pone fin al desequilibrio fiscal crónico, que para él es el padre de todos los males, se termina igual en una crisis con default. «Así que para que los argentinos dejemos de pensar en dólares, habría que proponerse un objetivo más ambicioso, que es la solidez más sostenible en lo fiscal», concluye el economista.
Para Giarrizo, cambiar esto va a llevar muchos años, porque no se modifica mediante la palabra o la fuerza. «Esto último quedó demostrado con el kirchnerismo, que impuso el cepo e igual la gente se las ingeniaba para conseguir dólares y, además, seguía pensando todo en esa moneda. Para mí, el único camino es mantener durante muchos años una estabilidad económica», sugiere.
Wilkis agrega algo más: no se puede atacar esto solo con una política aislada y vinculada a cuestiones monetarias, sino que tiene que haber un gran acuerdo político que enfoque el problema no exclusivamente en términos monetarios. «Algunas de las cosas que se podrían hacer sería luchar contra la economía en negro, desarrollar un mercado financiero más extendido y desarrollar una política vinculada a la protección social», detalla.
Mientras tanto, al cierre de esta nota, en la calle, los portales, las redacciones, las radios, los canales de televisión y los bares hay algo que vuelve a acaparar la atención: el dólar cerró por encima de los $60.
Fuente: suplemento Ideas, La Nación, Buenos Aires, 31 de agosto de 2019.