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Diócesis de Rafaela: despedida de la comunidad de las hermanas del Divino Maestro

La misa fue presidida por el obispo Luis Fernández en la Catedral San Rafael.

Compartimos la homilía del obispo diocesano Luis Fernández en la celebración en ocasión de la despedida de la comunidad de las hermanas del Divino Maestro, que deja la Diócesis de Rafaela.

«Queridos hermanos todos: Celebrar la bondad de Dios, que a lo largo de estos 39, años ha regalado a la diócesis, la presencia de las hermanas de la «Compañía del Divino Maestro», fundada por la hermana Natalia Montes de Oca y el cardenal Santiago Luis Copello, que tuvieron la lucidez, la audacia y el entusiasmo de aportar a la Iglesia, un espacio significativo para la mujer mucho antes del mismo Concilio Vaticano II».
La mujer «ya no solo como destinataria de recibir el Mensaje de Salvación, sino también como pide hoy, el Documento de Aparecida del Episcopado Americano y lo pide para todos los Laicos, la mujer como protagonista del desarrollo de su propio potencial humano, abriendo horizontes no solo en el ámbito intelectual, sino también en lo social, cultural y artístico».
Como diócesis queremos tener «Memoria agradecida», no solo mirando estos 39 años de su presencia en Rafaela, sino también confiados en el futuro, en que «la semilla sembrada» a lo largo de tantas generaciones, hayan dejado plasmado como «Carisma en la Diócesis», el camino que recorrieron tantas hermanas «Religiosas del Divino Maestro», que vivieron en medio de nosotros, dando Cursos, promoviendo la formación, acompañando grupos juveniles, regenteando una Librería Religiosa junto a la Catedral, que daba posibilidad a la «Lectura cristiana» a toda Rafaela.
Supieron hacer «presencia» en medio de una ciudad que se había propuesto desde la mitad del siglo pasado, realizar un desarrollo económico, social, cultural, por eso que bien vino su «presencia» para acompañar y superar la tentación de «un mero laicismo», abriéndolo a lo «trascendente y significativo», en lo moral y espiritual, donde la «cultura» fuera expresión de la totalidad de la persona humana, reivindicada por el Concilio Vaticano II, iluminando desde la formación y no solo intelectual, a la mera «Ilustración» que se avecinaba con el fomento y llegada de las Universidades en Rafaela.
Así la Ciudad se enriquecía con los Cursos de Teología, Biblia, Liturgia, Asistencia Social, un Proyecto inteligente que inspirado en la Madre Natalia, llegaba para despertar la imaginación, promover talentos, «sobretodo femeninos», brindando a la mujer y al hombre poder llegar a las «cumbres de la sabiduría», y que ahora, desde Buenos Aires, con sentido federal, se acercaba a los pueblos y ciudades de todo el país.
Ya la «Teología» no quedaba restringida para algunos, se hacía popular y todos podían participar de la mesa de la vida, ahí comenzaba a escucharse, la valoración de todo lo humano, que la «Iglesia» está llamada a «dialogar» y también a «aprender del mundo». Fueron los primeros pasos que hacían realidad que lo que proponía el Concilio Vaticano II: «Que los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de las personas de nuestro tiempo, son los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de la Iglesia» (Documento: Gaudium et Spes 1.)
Hermanas y hermanos es por todo ésto que hoy despedimos a las hermanas con un «corazón agradecido a Dios», como nos decía el Apóstol San Pablo, «alegres», con el compromiso ahora de que «la bondad de Dios, siga haciéndose conocida», así como hoy aquí, en esta Catedral, las hermanas presentes: Mirian, Animadora Gral., junto a las hermanas Vilma, que trabajó en 1982-1985)y la hermana Mariel, que sigue todavía en medio de nosotros, que representan a tantas otras Religiosas del Divino Maestro, que a lo largo de estos 39 años dejaron su vida, con generosidad y entrega en esta Ciudad, formándonos a «no angustiarnos por nada», enseñando a «recurrir siempre a la oración y ser agradecidos a Dios», porque es la única y mejor manera de vivir en paz, sabiéndonos siempre «amados por Cristo y cuidados por El». Hermanas: les decimos gracias y que «vamos a poner en práctica todo lo aprendido».
Ha quedado gravado en el corazón para siempre, que «Jesús es la verdadera Vid, y El Padre el viñador, nosotros los sarmientos» (Ev. San Juan 15,1ss), que tenemos que «dejarnos podar» con el «yugo suave de la formación», para dar «verdadero fruto», que nos permitirá «permanecer en la vida de Dios».
Han sembrado el lugar, donde podemos «encontrar todas nuestras aspiraciones», sabiendo que el recorrido antes que nada es «misterioso y secreto», que «solo conoce el que lo recibe», y que «no lo recibe, sino el que lo desea», y no «lo desea sino aquél a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo» (San Buenaventura).
Por esto, «antes que al saber humano, se lo preguntamos a la Gracia», al «deseo antes que al entendimiento», al «gemido expresado en la oración, antes que al estudio y la lectura», se lo «preguntamos a Dios antes que al hombre…». Y a ustedes queridos hermanos todos, como siempre, no nos olvidemos nunca. ¡Vivan las hermanas del Divino Maestro!

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