Por Emilio Grande (h.).- Lamentablemente, la dura eliminación de la Selección argentina ayer del Mundial de Rusia ha provocado repercusiones y comentarios en distintos ámbitos sociales, que exceden el plano deportivo, desde encuentros personales hasta las redes sociales.
Por más que el DT Sampaoli diga que fue una «frustración», ¿por qué volvemos a fracasar en una competencia a nivel internacional?
El descalabro futbolístico tiene decenas de problemas. Lo que aflora a simple vista es que somos Messi-dependientes, a tal punto que en el partido frente a los franceses no hubo delanteros. Inexplicable. Otra clave incontrastable es la cuestión de edad: el promedio de la Selección es de 29-30 años frente a un conjunto galo de 25 años con una figura clave en el partido como Mbappé con 19 años. Nos dimos el lujo que no jugaran los más jóvenes como Lo Celso, Dybala (jugó unos minutos), tampoco fueron convocados Icardi, Martínez y el rafaelino Donatti (defensor alto y goleador). A excepción Tagliafico y Pavón, es un conjunto que está cumpliendo un ciclo y deberá ser renovado…
El problema de fondo es que tenemos individualidades y nos falta formar un equipo con hambre de gloria y disciplina, como lo tuvieron las selecciones campeonas del 78 y 86, y un técnico a la altura de las circunstancias…
Esta eliminación también nos puede llevar a reflexionar como país en otros sectores sociales: política, economía, cultura, familia, religión, por citar algunos ejemplos.
Siempre estamos buscando salvadores y nos falta primero reconocer nuestros propios límites: esa idea de que somos los mejores del mundo en todos lados, dejar de ser soberbios y creídos, llevarnos a todos por delante, mal educados, entre otros.
La historia argentina ha dado grandes personajes (con más luces que sombras) como San Martín, Belgrano, Alberdi, Gardel, Fangio, De Vicenzo, Monzón, Favaloro, Borges, Piazzolla, Maradona, Ginóbili, Bergoglio, Máxima Zorreguieta, entre otros, quienes trascendieron nuestras fronteras y llevaron el nombre de Argentina por el mundo.
Pero, ¿qué nos pasa que no podemos articular para que funcionen las instituciones y la república, y así salir de este pantano en el que estamos inmersos?
En medio de la crisis social, económica y política del 2001-2002, los obispos argentinos redactaron la «Oración por la patria», que sigue teniendo vigencia en el actual contexto: «Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda».
Frente a los graves problemas como la inflación, la corrida cambiaria, el aumento de la pobreza, la falta de trabajo, el no respeto por la vida, el individualismo, algunas pistas para salir de esta mediocridad social pueden ser el trabajo en equipo, la solidaridad, la búsqueda de la verdad, la lucha contra la corrupción, el compromiso de mayor participación, aprendiendo de los errores de la historia, para trabajar en el presente desafiante y pensar en políticas de Estado a futuro… (Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 01/07/2018).