El Papa ha advertido a los periodistas que “no existen recetas”, pero ha destacado tres palabras para el ejercicio de su profesión: “periferias, verdades y esperanza”.
Una delegación del Premio Internacional de Periodismo ‘Biagio Agnes’ ha sido recibida esta mañana, a las 12:20 horas, por el Santo Padre Francisco, en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
En primer lugar, Francisco les ha recordado que no olviden a las personas que “viven distantes, lejos, en las periferias”.
“Hoy, en un mundo donde todo va muy rápido –ha enumerado el Papa en segundo lugar– es cada vez más urgente apelarse a la sufrida y trabajosa ley de la búsqueda exhaustiva de la confrontación, y, si es necesario, también del callar antes que herir a una persona o a un grupo de personas o deslegitimar un acontecimiento”.
Y por último, el Pontífice les ha exhortado a “abrir espacios de esperanza” mientras se denuncian situaciones de degradación y de desesperación. Un periodista –ha aclarado– no tendría que sentirse bien solo con haber contado, según su libre y consciente responsabilidad, un acontecimiento. Está llamado a mantener abierto un espacio de salida, de sentido, de esperanza.
Es un “trabajo exigente” –ha reconocido el Pontífice–. Estamos viviendo realmente una “transformación apremiante” de las formas y de los lenguajes de la información. Es “laborioso” entrar en ese proceso de transformación, pero es “cada vez más necesario” si queremos seguir siendo educadores de las nuevas generaciones.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el encuentro.
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Discurso del Papa Francisco
Queridos amigos,
¡Os doy la bienvenida! Saludo y doy las gracias a la Sra. Simona Agnes, a los miembros del jurado y a todos vosotros presentes, que de varias maneras desempeñáis papeles importantes en el ámbito de la comunicación. La Fundación que promueve el premio lleva el nombre de ‘Biagio Agnes’, uno entre los más celebres periodistas italianos, defensor del servicio público, que varias veces intervino sobre el papel del periodista como garante de la información correcta, fiable, auténtica y puntual.
Atesorando su enseñanza, todos vosotros os esforzáis, ante todo personalmente, en favor de una comunicación que sepa anteponer la verdad a los intereses personales o de corporaciones. Además, observando lo que produce la industria cultural, con este Premio señaláis a la sociedad a los periodistas y las periodistas que se distinguen por responsabilidad en el ejercicio de la profesión. Efectivamente, ser periodista tiene que ver con la formación de las personas, de su visión del mundo y de sus actitudes frente a los acontecimientos. Es un trabajo exigente, que en este momento está viviendo una estación caracterizada, por una parte, por la convergencia digital, y por la otra, por la transformación de los mismos medios de comunicación.
Muy a menudo veo, en ocasión de viajes apostólicos o de otros encuentros, una diferencia de modalidades de producción: de los clásicos equipos de televisión a los chicos y chicas que con un móvil saben crear una noticia para algún portal. O también de las radios tradicionales a verdaderas entrevistas hechas siempre con el móvil. Todo esto dice que estamos viviendo realmente una transformación apremiante de las formas y de los lenguajes de la información. Es laborioso entrar en ese proceso de transformación, pero es cada vez más necesario si queremos seguir siendo educadores de las nuevas generaciones. Decía que es laborioso y añadiría que es necesaria una vigilancia inteligente. De hecho, “las dinámicas de los medios del mundo digital, […] cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información” (Enc. Laudato si’, 47).
No existen recetas, pero solo me gustaría destacar tres palabras: periferias, verdades y esperanza.
Periferias. Muy a menudo, las zonas neurálgicas de la producción de las noticias se encuentran en los grandes centros. Pero esto no debe hacer que nos olvidemos de las personas que viven distantes, lejos, en las periferias. A veces son historias de sufrimiento y de degradación, otras son historias de gran solidaridad que pueden ayudar a todos a mirar de una manera nueva la realidad.
Verdad. Todos sabemos que un periodista está llamado a escribir lo que piensa, lo que corresponde a su comprensión consciente y responsable de un acontecimiento. Es necesario ser muy exigente con uno mismo para no caer en la trampa de las lógicas de contraposición por intereses y por ideologías. Hoy, en un mundo donde todo va muy rápido, es cada vez más urgente apelarse a la sufrida y trabajosa ley de la búsqueda exhaustiva de la confrontación, y, si es necesario, también del callar antes que herir a una persona o a un grupo de personas o deslegitimar un acontecimiento. Sé que es difícil, pero la historia de una vida se comprende al final, y esto debe ayudarnos a ser valientes y diría, también, proféticos.
Esperanza. No se trata de contar un mundo sin problemas: sería una ilusión. Se trata de abrir espacios de esperanza mientras se denuncian situaciones de degradación y de desesperación. Un periodista no tendría que sentirse bien solo con haber contado, según su libre y consciente responsabilidad, un acontecimiento. Está llamado a mantener abierto un espacio de salida, de sentido, de esperanza.
Concluyo recordando una de las iniciativas que la Fundación Biagio Agnes, gracias a la tenacidad de su Presidenta, lleva adelante: el Forum de divulgacion cientifica “Check-up para Italia”, proyecto que nació de una idea de Biagio Agnes, cuyo objetivo es profundizar temas médico-científico a través de una información precisa que combata el proliferar de informaciones del tipo “hágalo usted mismo” y de las noticias aproximativas, que siempre más a menudo se pueden encontrar en la red y que llaman la atención del público mucho más que la ciencia. El Pontificio Consejo de la Cultura ha concluido hace pocas semanas un congreso internacional precisamente sobre estos temas. A este respecto me gustaría recordar que “hay que asegurar una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre. A veces no se pone sobre la mesa la totalidad de la información, que se selecciona de acuerdo con los propios intereses, sean políticos, económicos o ideológicos” (Laudato si’, 135).
Os doy nuevamente las gracias y expreso mis felicitaciones a los premiados. Y, por favor, acordaos de rezar por mí. Gracias.
Fuente: ZENIT, 4 junio 2018.