Por Luis Fernández.- Los feligreses, consagrados y sacerdotes unidos al obispo, de la Iglesia Católica diocesana de Rafaela, queremos estar cerca de nuestro pueblo, del cual somos parte, haciendo un humilde aporte al discernimiento en el tema del aborto, que ocupa la atención de los medios y la sociedad en este último tiempo. Lo haremos a partir de la declaración de la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), “Respetuosos de la vida”, del último 23 de febrero, que invitamos a todos vivamente a ser conocida y reflexionada, personal y comunitariamente en las Instituciones, en los grupos vecinales, en las ONG, en los clubes, en las familias, etc.
“La vida humana es un don”. Esto lo compartimos aún con los no creyentes y con toda persona que ama la vida. “Pero a veces…no es así, ‘la vida’ no es algo deseado, esperado, decidido” y a veces, hasta se convierte en un trauma. Ante esta última realidad no podemos desconocer que se puede generar un conflicto entre dos vulnerabilidades: la de la mujer y la de la vida humana concebida. ¿Cómo resolver ese conflicto “práctico” de valores? ¿Hay que optar necesariamente por uno de los dos? Esto es lo que se plantea en el debate que nos ocupa como sociedad.
“La eliminación de la vida humana del que no se puede defender instaura el principio de que los más débiles pueden ser eliminados; acepta que unos pueden decidir la muerte de otros”. Como ‘país’ anhelamos, encontrar una solución que respete ambos valores en conflicto: la dignidad y la integridad de la mujer y la vida humana naciente. ¿Es esto imposible? Para optar por uno de los dos -lo que supone eliminar al otro- hay que tener razones muy valederas. Nuestro debate como sociedad debiera darse racionalmente en esta línea: libre de ideologías, de apasionamientos, de intereses políticos y económicos, incluso de dogmatismos y fanatismos religiosos.
Finalmente, poniendo nuestra mirada en la ternura de Jesús, en comunión con la declaración de la CEA, deseando lo más digno como Nación, y así como hace unos años, nuestros representantes, tuvieron la sabiduría de sancionar la Ley “Asignación Universal por hijo”, demostrando un alto grado de sensibilidad humana a favor de la familia y de la vida de los niños y jóvenes más pobres, hoy puedan seguir esa heroicidad, votando políticas públicas en las que:
* Sea prioridad la “educación sexual integral”, entendida como educación para el amor, “en la que se fomente y capacite para la decisión libre y responsable de concebir una vida humana”.
* Se sostenga “la dignidad e igualdad de la mujer y el varón”, educando para “implementar nuevas pautas de conductas basadas en el respeto al otro”.
* Se reconozca, o al menos se debata con el insustituible aporte de las ciencias humanas, que desde la fecundación del óvulo hay vida humana, y que, por lo tanto, hay derechos por respetar que son inalienables e inviolables.
Deseamos como cristianos, que podamos dialogar libremente, y que nuestra voz también sea escuchada, como una más en la sociedad, encontrándonos y compartiendo, siendo respetuosos de otras posturas. Que nos preocupemos todos, por exponer nuestras convicciones de tal modo que puedan ser entendidas y reconocidas, no necesariamente compartidas, pero juntos tengamos todos buena voluntad, de buscar siempre el bien común.
El autor es el obispo de la diócesis de Rafaela.