No mereció sufrir tanto. Porque Boca parecía en condiciones de ganar sin necesidad de convertir en figura excluyente a Roberto Abbondanzieri, que tenía un papel secundario, sin mayor intervención, mientras su equipo imponía su peso colectivo y estaba arriba en el marcador. Pero todo sufrió un vuelco con el inesperado empate de Pumas, un premio excesivo para lo poco que había hecho. Así se llegó a los penales y Abbondanzieri fue el héroe, como había ocurrido en la final con Milan. Atajó los remates de Augusto y Beltrán, tuvo de aliado a un poste en el disparo de Galindo y estableció el 4-3 definitivo de la serie al cruzar un derechazo con la convicción de un especialista.
Con una cuota de angustia mayor a la esperada, Boca cerró el año de la manera que empezó a imaginarse desde el miércoles, cuando fue campeón del Apertura en Bahía Blanca: a puro festejo, quedándose con todo, en el plano local e internacional.
No se confió Boca con la leve ventaja que le otorgaba el gol de visitante en el Distrito Federal. Salió a imponer su juego, a marcar presencia, a ocupar el campo rival y juntar varios hombres en función ofensiva. El mérito estuvo en que lo hacía sin enloquecerse, sin querer ir más rápido de lo aconsejable ni dejándose llevar por el empuje de su gente. En ese sentido, Boca daba una muestra de madurez para interpretar lo que le demandaba el partido.
Pumas estuvo muy lejos de ponerlo en apuros en la primera etapa. En la medida que se adueñó de la pelota, Boca pasó a gobernar el encuentro sin sufrir sobresaltos. Los mexicanos eran los que estaban más obligados a convertir un gol, pero el equipo de Basile los obligó a retroceder.
Boca realizó una primera etapa muy solvente, con todos sus jugadores en un nivel correcto, cumpliendo a conciencia y sin errores sus funciones. Con Gago como eje habitual, los locales empezaban a desplegarse por los laterales con las subidas de Ibarra (profundo y decidido) y Krupoviesa. Participó mucho Palacio, que barría todo el frente de ataque en busca de la gambeta que le abriera camino o de un compañero para asociarse. Pumas recurrió al foul para detenerlo, sin que el árbitro fuera riguroso en las sanciones.
El dominio se fue acentuando, aunque no se producían muchas situaciones de gol, más allá de un par de cabezazos de Palermo.
La tibia postura de Pumas le facilitaba la tarea a Boca, que se movía con la comodidad y soltura de un encuentro cualquiera. Firme atrás, las solitarias corridas de Marioni no llegaban a inquietar; en el medio ganaba por despliegue, ubicación y control de la pelota. Faltaba un poco más de creación y sorpresa arriba para plasmar la superioridad. Puesto en esa exigencia, Boca respondió con uno de los recursos que le dio más rédito en la obtención del Apertura: la jugada de estrategia, la combinación entre la filosa ejecución de Insúa y la aparición de alguno de sus hombres de área para la definición. Y ahí surgió Palermo, que a lo mejor ya no es el implacable goleador de la época de Bianchi, pero que aún conserva el instinto para inscribir su nombre en una definición internacional.
Iban 31 minutos y, con el 1-0, Boca parecía encaminarse a una plácida noche. La gente festejaba y el equipo tenía todo bajo control en el terreno. Pero se sabe que el fútbol suele ofrecer situaciones que están fuera de contexto. Porque así debe catalogarse el penal convertido por Marioni para el 1-1; el juez Amarilla había sancionado una mano de Schiavi, aunque no dio la sensación de que el zaguero tuviera la intención de tocar la pelota en el avance de Botero.
Boca sintió el golpe, se desacomodó por un momento y el partido cobró una incertidumbre impensada. Abbondanzieri debió cortar con la mano, fuera del área, una entrada de Iñíguez y, enseguida, Augusto estrelló un remate en el travesaño. Boca perdió la línea y avanzó con desesperación, apresurado. Insúa se apuró en un cabezazo dentro del área, cuando tenía tiempo para bajar la pelota y definir. El panorama se complicó con la salida de Gago, por lesión. Parecía que la adversidad tomaba por asalto a Boca. Se intensificó la búsqueda por arriba, con una excelente ocasión para Palacio, despejada sobre la línea por Galindo. Bilos se paró como centrodelantero y exigió de cabeza al arquero Bernal. Entró Delgado, que cruzó un derechazo que pegó en un poste. Fue la última ocasión para Boca, que había hecho méritos para triunfar en los 90 minutos. Se desahogó en los penales en la final que será recordada como la noche de Abbondanzieri.
Christian Leblebidjian
Apuntes
EL GOLEADOR
Palacio, a la cabeza
Pese a que anoche no anotó, el goleador de Boca en la temporada fue Palacio, con 15 tantos (5 en la Copa Sudamericana y 10 en el Apertura).
EL DATO
Inexpugnable como local
Boca no cayó como local en las dos copas Sudamericanas que ganó. En ambos torneos, en esa condición jugó ocho partidos; venció en cinco e igualó en tres.
EL ARBITRO
Amarilla, muy flojo
Fue malo el trabajo del árbitro Carlos Amarilla. Su error más grave fue sancionar el penal para Pumas: la mano de Schiavi no fue intencional.
LOS PENALES
Con saldo positivo
Desde 2000, Boca definió por penales seis de las finales internacionales que disputó. Tiene saldo a favor: ganó en cuatro y perdió en dos.
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 19 de diciembre de 2005.