Por Emilio Grande (h.).- «Yo siempre sigo los dictados de mi conciencia que me dice que tengo que erradicar el amiguismo, la conveniencia, la prebenda, también sufrí amenazas, para volcarme a los vecinos; tengo un gran amor por mi barrio porque el primero que trabajó las tierras del barrio fue mi abuelo, cuya escritura data del 2 de febrero de 1891. Actualmente vive la 5ª generación en el mismo lugar».
Era la mirada de Omar F. Luchini durante una entrevista con este cronista, publicada en el diario La Opinión el 17 de marzo de 2007. Fue la última. A diferencia de buena parte de los dirigentes vecinales que suelen ser oficialistas del gobierno municipal, Luchini siempre mantuvo distancia e independencia.
Ocupó la presidencia de la comisión vecinal del barrio San Martín durante más de 20 años: entre 1984 (hubo 3 listas) y 1986 y luego de 1988 a 2007, totalizando «20 años y cuatro meses», precisó. Dejó dos años para participar en política partidaria.
Uno de sus sueños fue la sede vecinal, ubicada en la esquina de Dante Alighieri y Juan B. Justo. Cuenta con un salón comunitario de usos múltiples, un entrepiso de madera, una sala de reuniones, un museo del barrio, banco ortopédico, biblioteca «Elda Massoni» (fue redactora del diario) con cientos de volúmenes y la sala cultural «Carmen Durando». «Yo siempre en mi vida me fijo metas, por ejemplo construir el salón comunitario y las exteriorizaciones culturales», señaló Luchini.
En dinero invertido no se puede medir porque es imposible por todas las variaciones del papel moneda, pero puedo asegurar que el 98% se hizo con el esfuerzo de los vecinos, amigos de nuestra ciudad y miembros de las comisiones vecinales. La parte norte tiene una altura de 7,5 metros, la sur 8,5 metros y la estructura edilicia está montada sobre un terreno de 277,76 m2 que fue escriturado el 10 de noviembre de 1947 por los mismos miembros de la entonces asociación vecinal que fue electa el 21 de junio de 1942, siendo la primera comisión vecinal, además de ser el barrio más antiguo de la ciudad que data de 1891″.
Dejó su sello personal en la variedad de actividades culturales: el premio San Martín, la feria de artesanos, la maratón musical, la fiesta de los «Cappellettini», entre otros.
En su vida laboral, se había desempeñado en la actividad bancaria, vendedor de joyas y durante muchos años distribuidor de galletitas en la zona. Se había casado con Olga Schmidt de cuyo matrimonio nacieron Jorge, Patricia y Gabriela; también tuvo 9 nietos. Fue miembro de la Asociación Cultural Sanmartiniana.
Vivía en uno de los barrios con más historia ciudadana, con referencias como la plaza Honda, la recordada Casa Redonda (construida en 1915 y demolida en 1956, hoy Juan B. Justo y Blas Olivero) y el Pequeño Palermo Recreo de Italia (de 1891, Dante Alighieri 668), ambos construidos por Pablo Travaini.
De este último, «se había formado una comisión de preservación pero no hubo una aprobación de parte del Ejecutivo ni del Concejo. Al ver que era imposible el apoyo de ambos hemos desistido proseguir con la lucha porque no tenía asidero (en 1999)».
En aquel momento el Municipio se había comprometido a restaurar la fachada y surgió la propuesta de «canjear» la sede vecinal a los dueños del Pequeño Palermo (los Palmucci), pero solo quedó en proyecto y nunca se concretó, siendo rechazada por el propio Luchini «debido al esfuerzo puesto en la construcción de la actual sede vecinal», me había confiado. La idea era que la Vecinal funcionara en la casona más antigua de la ciudad con los servicios y agregar un piano-bar.
Ya en el atardecer de su vida, Omar no paraba de soñar: estaba escribiendo un libro sobre «Historias y personajes del barrio General San Martín». «Estarán la Casa Redonda y la Plaza Honda. En el lugar se aglutinaron los primeros inmigrantes piamonteses con deseos de trabajar y «hacer la América»», remarcó. Luego su hermano Waldemiro recopiló el material y concretó el objetivo de Omar: el libro fue impreso en mayo de 2009 y regalado en las bibliotecas de nuestra cuidad, como era su deseo.
Seguramente, desde el cielo (era una persona creyente) seguirá soñando y luchando por sus vecinos y su barrio a los que amaba con una pasión contagiable: siempre con su bicicleta y su mundo de ilusiones…
Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 30 de abril de 2017.